Reeditando.
Hubo un tiempo en el que las cosas funcionaban bien en Chapel Hill, pero eso se acabó desde la llegada de Axel Thatcher.
Peligroso. Frío. Despiadado. Cruel.
Roma Lexington vivía sumergida en su monótona vida hasta que unos penetrantes oj...
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Dos años después
ROMA.
El último año de carrera estaba haciendo que cada minuto que pasaba, perdiera más pelo. A este paso, tendría que pedir por Navidad un viaje a Turquía para que me hicieran un transplante.
Sabía que estudiar Ingeniería Informática había sido siempre mi sueño, pero lo estaba pagando a un duro costo. Apenas tenía vida social para poder respirar. Lo único que me alegraba a diario era que Caleb me acompañaba en esta tortura. Ambos habíamos sido inseparables desde que nos conocimos en primaria, hasta tal nivel que estudiábamos la misma carrera.
— Esta tarde nos juntamos en la plaza para hablar de los últimos cotilleos — más que una propuesta, parecía una orden de Maddie.
— ¡Eso! Porque como sigamos sin vernos, se me van a olvidar hasta vuestra arrugas — se quejó esta vez Stella.
Ellas por otro lado, se unieron a nosotros más tarde.
Durante la secundaria, nos obligaban a interpretar algunas obras famosas. Un año en el que tuvimos que hacer La Celestina, Maddie y Stella se incorporaron a nuestra escuela. Gracias a los ensayos, empezamos a pasar más tiempo juntos hasta convertirnos en los cuatro fantásticos. Así al menos, nos hacíamos llamar entre nosotros.
Venían a la misma Universidad que nosotros, sólo que ellas estudiaban Filología Inglesa. De ahí, que ninguno de los cuatro tuviéramos tiempo para nada.
— Tengo que terminar unas cuantas prácticas antes de poder salir, así que me uniré después — les anuncié.
— Es viernes, Roma. Date un respiro — me animó Caleb, pero prefería ir con calma para agobiarme lo menos posible. Desde que había entrado en la Universidad, había tenido que aprender a organizarme y priorizar ciertas cosas, por mucho que me doliera.
— Cuando tengamos el título en las manos, sí que podremos respirar.
El autobús que nos llevaría de vuelta a Chapell Hill por fin vino, así que nos subimos todos y nos dejamos caer sobre los asientos. Parecíamos unos ancianos.
— Espero que dentro de poco podamos salir de fiesta, porque como esté un fin de semana más, encerrada en casa, me terminaré volviendo loca — se quejó Stella, que era el alma de la fiesta siempre.
— Tendré que llevarme unos cascos en el bolso, pero te prometo que haremos tu sueño realidad — bromeé.
— No sé cómo sigues siendo mi amiga, pero algún día haré que ames a Bad Bunny — estallé en carcajadas porque ni en sus mejores sueños sucedería eso.
— Debería darte el número de mi hermano porque los dos escucháis la misma música satánica.
Sabía perfectamente el tipo de música que le gustaba a Liam, el hermano mayor de Caleb, porque había intercambiado algunos mensajes con él por Instagram. Las conversaciones nunca duraban mucho porque su enorme ego me hacía mandarle a la mierda casi siempre.
