Reeditando.
Hubo un tiempo en el que las cosas funcionaban bien en Chapel Hill, pero eso se acabó desde la llegada de Axel Thatcher.
Peligroso. Frío. Despiadado. Cruel.
Roma Lexington vivía sumergida en su monótona vida hasta que unos penetrantes oj...
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AXEL.
Últimamente apenas podía dormir. Llevaba unos días atormentándome, buscando una solución para poder reunir tanto dinero en tan poco tiempo. La única solución se me presentó en una discoteca, cuando un tipo se acercó a mí para comentarme que había notado en mí. dotes de luchador, ya que me vio partirle la cara a un gilipollas.
Por eso mismo, en cuanto amaneció, tomé la moto para dirigirme hacia Burlington, que se encontraba a tan solo media hora de Chapel Hill.
Nada más cruzar las puertas de cristal del gimnasio, un horrible olor inundó mis fosas nasales. Tuve que taparme la nariz con la sudadera para aspirar el aroma de mi colonia y que no vomitara allí mismo.
¿No ventilaban aquel sitio o qué?
Me dirigí al despacho del propietario del lugar, guiándome por los carteles que había colocados en las paredes grises. Di unos golpes en la puerta hasta que una voz al otro lado me invitó a pasar.
Tras una pequeña mesa se encontraba un hombre de no más de cuarenta años con el cabello pelirrojo y con un semblante demasiado serio. Me miró de arriba a abajo antes de hablar.
— Tú debes ser Axel — le tendí mi mano para estrechar la suya, pero solo obtuve una extraña mirada de su parte —. Toma asiento.
Una cantidad de trofeos adornaban las estanterías que se encontraban repartidas por la habitación. Incluso había algunas fotos del hombre que tenía ante mí en torneos de lucha libre.
— Las reglas aquí son estrictas. El horario lo ponemos nosotros y no podrás marcharte a casa hasta que no te lo digamos — colocó sus brazos sobre la mesa para acercarse más a mí —. Entrenarás todos los días e irán saliendo peleas a las que te llevaremos.
— ¿Cuánto ganaré en las peleas? — pregunté porque era lo único que realmente me importaba.
— ¿Acaso he terminado de hablar para que me interrumpas? — tensé la mandíbula intentando contener mis ganas de meterle uno de los trofeos por el culo —. Espero que no me haga falta recordarte que nadie se puede enterar de esto. Nadie debe conocernos. El dinero se irá viendo, así que ahora mueve tu culo a la zona de entrenamiento, Denver te estará esperando.
Solté un suspiro y me levanté sin emitir palabra porque no quería arriesgarme a cagarla.
Un tipo me estaba esperando fuera. Debía ser el tal Denver.
— Bienvenido. No sabes donde te has metido — me dio un golpecito en la espalda —. Me encargaré de prepararte para que no acabes muerto este viernes.
— ¿Este viernes? — pregunté extrañado.
— Tu primera pelea. ¿Julian no te ha mencionado nada? — supuse que se refería al propietario con el que había estado hablando. Simplemente negué —. Bueno, pues ya lo sabes.
