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5 de agosto de 1793:

Querido diario:

Hace un calor demasiado asfixiante como para hornear galletitas de canela. La masa se me pega a los dedos y soy incapaz de arrancármela de la piel.

No he vuelto a ver a Martín desde que le liberé. Es demasiado arriesgado ahora que está en búsqueda y captura, y de querer hacerlo ni siquiera sabría por donde empezar a buscarlo. Nadie sabe cómo consiguió liberarse salvo yo, pero ni yo sé dónde está, ni si está bien o si sigue vivo.

Me siento tan solo que he caído en la desesperación. Ahora y sin él, ni mis días ni mis noches tienen sentido.

Los prisioneros de esta guerra absurda son sucesiones de gente de rostros borrosos a los que ya ni me importa decapitar. La adrenalina que antaño sentía se ha evaporado y ahora ponerme la capucha y agarrar el hacha o soltar la cuerda es una simple acción mecánica. Limpio los pegotes de sangre que se me quedan entre los pechos del pelo y ni siquiera me entran ganas de llorar. He perdido toda emoción salvo la sensación de vivir en una vorágine de sentimientos rotos.

Ahora que mis oscuridades ya no están ocupadas por un hombre cuya sombra siempre desaparecía con la salida del sol y que volvía a aparecer a lo largo de la llegada de la luna, me dedico a la creación de bollería. Para no desaprovechar mis creaciones y saber si merecen ser degustadas, se las daré a probar a las víctimas de la guillotina.

Querido diario, deséame suerte.

No puedo esperar.

***

¿Le gustarán a los presos sus galletitas? Lo comprobaremos 🌚.

Desliza para saberlo UwU.

Muac a todos vosotros, mis verduguitos homosexuales ;)

El diario de un verdugoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz