Capítulo 3. Oscuro P1/1

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Hay días pesados, este es uno. No sé si estoy despierto o dormido pero algo me pesa y las aventuras y las aventuras, esas del sueño, o semisueño, no sé, están ávidas de paradojas y moralejas, viajo por el mundo de lo absurdo. Cuando ya tengo una noción de lo que es estar fuera-de-sábanas y dentro del mundo de los viajes es el curiosamente mismo momento que doy a todo intento "interior" un fiasco. Ese es el catalogue. Cuesta ponerse en pie, la garganta está ácida, lo que uno siente es sólo una extensión de la gracia y voluntad de estar con "dios" (o algo así: en las nubes, ustedes me entienden). Y en esos viajes de "salir de ahí" que parecen poderosas descargas eléctricas me doy por enterado que no hay retorno, vuelta atrás, y hay que intentarlo al final, y tampoco el seguir dormido da mucho; soñaría con que hubiera una notificación de textmessage para que despertase de golpe yo. Los rayos pasan por el entresijo de la cortina (y la ventana) y ya no puedo más, grito más bien bostezo y logro ponerme algo más que en diagonal, busco el vaso de agua largo que dejé en mi velador, no lo encuentro y es... algo verdaderamente que me debería irritar. Siempre "de lejos". Algo que es costumbre. En fin, no siempre uno está lo lúcido que debiera estar, "esas noches".

Entonces, cuando más cuesta salir de la cama es cuando más agradable se hace mojarse la cara en el lavabo. Diré que sigo "inepto", y es que el mareo y la "caña" del día anterior, que llevo el día anterior por la abundancia de bebida ¡oh! Me hace repensar y todo que qué estupidez hice pero, jamás nunca la reflexionaré de verdad. Me mojo la cara y salgo con una toalla, me coloco una polera menos sudada y vuelvo a la cama, ahora sí -y eso sí- sentado y el bostezo cuesta cuesta en salir, es una cosa, mal mal.

Si ya organizar las cosas para que la reunión de amigos surta efecto, esta cosa de desperezarse es un infierno de "dar presión para adelante". Pero ya va mejor.

Me tiento en volver en horizontal en la cama, pero no es lo suficiente la tentación. Ahora voy por un bocadillo mínimo y eso me pone más "en atención". Como es día viernes -entonces se deduce que salimos de copas un jueves- espero que no vaya a la universidad de mañana sea seguro, pero al menos sentí que el descanso y la refriega tenían sentido en el día de hoy.

Bueno: decidí ducharme, hacer las cosas, almuerzo... estaba bien entretenido en la ducha ¡hasta cantando! Me refregaba bastante y hasta sonaba divertido eso de pintarse y pintarse con jabón, al menos hoy tocar el cuerpo de uno era una experiencia holística. De pronto sonó un timbre y yo me sobresalté, esto pasó pues había postulado y estudiado la postulación a un trabajo que para mí, ya era hora de ejercer. No tuve otra que salir disparado fuera de la ducha pero... ¿la toalla? ¡la toalla! No estaba e iría a mojar el suelo. Revisé por todos lados y qué diablo, seguía sonando el teléfono y rogaba por encontrar algo con que secarme. De pronto tras la lavadora encontré una toalla de mano, la cogí y la enaltecí. Me sequé como pude, me puse un pantalón y contesté. Lo curioso es que dije "aló" y estuve mucho rato en línea y no me decían nada. Hasta que, pasado un buen rato una voz sistemática y ciertamente repelente me habló, y me hizo unas preguntas. Ah, bien, me dije. Era precisamente una llamada sobre un trabajo que querían ofrecerme. Ahora bien: el trabajo no era nada del otro mundo: una logística en una empresa pequeña. Las preguntas iban a lo poco atrayente: como esas de cómo es que te ves en 3 años más, y nada más del otro mundo. De pronto, después de contestar la de como trabajo en un entorno burocrático, de amigos, de presión sincera, de gente que te tiene como en el lente, en el "objetivo", entonces la voz al otro lado empezó a hablar algo entre dientes, entre ilegible y legible (y no me preocupaba) y se preparaba para hacer la siguiente pregunta y bum cortó.

En serio, no había nada más en la otra línea: fui abandonado sin motivo de la conversación, y yo, semidesnudo aquí. Fui, cogí la toalla que siempre ocupo y continué mi rito de bañarme, difícil fue coger la letra que estaba cantando. De pronto pensé: esto es como un mal agüero, me llaman y me cortan, difícil es todo, pero mejor seguir optimista.

No me fue tan difícil sacarme la frustración de encima, todo lo manejo con relajo y "muy rítmico" mientras hago mi cama, mientras ordeno mis cosas, mi lista de personas a llamar en el celular de quien dejo destacado y con mayúsculas a Bea y con ello puedo sobrevivir esta... falta de equilibrio mañanero. Pero un mal presentimiento me toma por la chaqueta y me invade por entero, no sé: parece que va a suceder algo: quizás es porque no fui a la universidad...

Así entre todas y otras de estas cosas, otra vez escucho el llamado. Ya más tranquilo voy y pongo el teléfono en la oreja. En el llamado esta vez "aló" e inmediatamente me saluda una voz. Ahora se trataba totalmente de una voz femenina, amable; de pronto siguió explicando una oferta laboral (dijo cosas como producto... de alto calibre, eeehm algo así como fortalezas en dirección, gerencia de producto...) y nada muy sustancial ni algo que no fuera atrayente por el concepto en sí, de hecho, hizo hartos recovecos y yo, escuchando y quizás resoplando el auricular, al fono, no sé, todo muy raro porque se trataba todo esto de mucho escuchar, y, de pronto en medio de una explicación que sólo 2 palabras no pude escuchar (de muchísimas), ella corta.

Enmudecido de asombro trato de llamar al teléfono, que identificaba mi celular, todo bien pero, pero se trataba de un centro de llamadas y me bloqueaba con absolutez el paso. Decido, "todo bien hermano", olvidarme del mal agüero que, y, viendo todas las cosas que tengo alrededor me decido por ir al computador, no es un placer, tampoco un disgusto, pero hay bastante que escarbar ahí y que no molesta.

Entonces viene lo peor. Llaman de nuevo. Mientras estaba tecleado en el computador, me detuve, ví unos correos que me asustaban, de pronto seguí mirando como sonaba el teléfono, cada sonido, cada vibración era más horrorificante que la anterior. No sabía qué hacer, capaz que fuera alguien que, a la final, me quisiera estafar: no sé.

Al final, corriendo tomé el fono y dejé los correos a la mitad, esas cosas que no tenemos control sobre como relacionarlas, como tener un criterio para dejarlas o tomarlas. Y pulsé el botón de pantalla de encendido, verde y fugaz y atrayente como él mismo, con todas las consecuencias psicológicas que contendría, y bum apareció un gráfico de intercambio de pantalla como son estas bonitas pantallas de teléfonos modernos. Para al final ni decir "aló" (algunos segundos "estuve") y cortaron. Sí, cortaron la llamada. Yo muy acá, sin "cachar" nada. Mi cara debiera estar en el diccionario de Asombro, Guau y Descolocado. No me dejé estar y bloqueé llamadas del aparatejo. Me senté, sí, quise traerme computador a rodillas... no lo hice... flexioné las piernas mejor, la mano derecha en el mentón... nada me dijo nada. Sólo la sensación de "whatthefuck".

Más rato y sí mucho más rato, en medio de una botella de medio de cervecita de medio litro, ahora sí muy avocado a los correos, amplios en número y silentes y esperantes de todo, que estaban ahí, en mi computador, como quien acumula chatarra, que como estudiante tampoco representaban legión... dejé todo y el último (gran) sorbo de "chela" -amarilla de sabor, color y fuerza interna (sí, en el estómago)- fue algo que me llevó adelante y dije: "es que sí, muchas personas que reclutan escuchan lo que quieren escuchar: por tanto lo último que debiese hacer yo es perder esperanza", creo que fue inteligente decirlo, sí... debe ser eso. Nada de "whatthefuck".

El Asesor --Historia de desmadre y fiestas hasta no tolerar--Where stories live. Discover now