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5 de mayo de 1793:

Querido diario:

Cuando me he despertado esta mañana, Martín ya no estaba en la cama. En la almohada no quedaba rastro de su olor, y su forma había desaparecido del colchón. Se había marchado de madrugada, sin despedirse siquiera.

Como siempre.

Al llegar a la cocina, tambaleando entre la resaca de la noche y los pinchazos del abandono, me di cuenta de que no se había llevado ni una sola de las galletitas espolvoreadas con canela que horneaba todas las noches, arrastrándome entre los adoquines de las calles a oscuras hasta llegar a la tienda del panadero, y abrir con la llave prestada en mano y el ojo puesto en las espaldas. Antoine, el panadero, me presta su horno por las noches a cambio de encargarme de limpiar la tienda y dejar una propina en el mostrador. Vivo solo y él tiene tres criaturas. No me importa.

Como de costumbre, estaban todas, frías y sin migajas, en el plato bajo el alféizar de la ventana.

Sé que Martín volverá esta noche, arrepentido y pidiendo perdón por haberse ido mientras dormía y sin avisar, y yo, iluso de mí, le abriré las puertas de mi piso, y de mi corazón, y haremos el amor bajo la luz de la luna y con la sombra de los barrotes de la ventana reflejándose en el colchón y en su espalda, presos de un amor condenado.

Como siempre ocurre.

La luz del día, y sobre todo la del alba, alumbra la realidad de nuestro afán por amarnos de forma imposible en un mundo lleno de imposibilidades, y le hace huir preso de la culpa, a reunirse con una mujer a la que no ama y a la que no toca.

Hoy es el cuarto aniversario del inicio de la revolución, y me toca hacer mi trabajo de verdugo. Para la programación de hoy hay cinco matanzas. Cinco decapitaciones de personas sin rostro hasta que les quitan la capucha para que yo les corte el cuello delante de una muchedumbre que aclama la muerte de esa pobre gente.

Curiosamente, con la capucha puesta y el pecho descubierto, el silbido de la cuchilla de la guillotina atravesando el aire y el chasquido de los huesos y los tendones siendo atravesados hasta romperse resulta casi liberador. Me hace sentir libre, como si lo pudiera todo en un mundo que me lo prohíbe todo. Luego me quito la capucha, me froto las salpicaduras de sangre del cuerpo, y lloro por las vidas que he segado y que se adhieren a mi conciencia como las garras de un gato a una espalda.

Cuando me siento así, solo los besos de Martín y sus rizos dorados me hacen sentir bien y a salvo. Luego despierto y todo vuelve a desmoronarse.

***

¡Holaaa! Bienvenidos a esta, ¿mini historia? de seis capítulos sobre un pobre verdugo durante la revolución francesa :). Está llena de humor, acción, desgracias, drama y romance (como podéis comprobar, tiene casi más cosas que capítulos JAJAJA). Espero que os guste. Está subida entera y no hay que esperar para terminarla ;).

La historia nació como un proyecto para la clase de historia, así que no os enfadéis si veis anacronismos porque no le puse mucho esfuerzo a la investigación, jejeje.

Subo esto en agradecimiento por los mil seguidores, y quiero dedicarle esta historia a ThanWrite por hacer la hermosa portada y (medio) obligarme a editarla para subirla :). 

Dicho esto, ¡espero que os guste! 

Muac a todos vosotros, mis verduguitos homosexuales ;)

El diario de un verdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora