Capítulo 51: Puestas de sol

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 No pasan ni diez minutos desde que estoy en la cama que siento que me será imposible dormir, y teniendo en cuenta que es domingo, ya tendré tiempo de dormir a lo largo del día. Me levanto de la cama y voy a preparar el desayuno, muchas veces es Drew quien cocina, porque es una de sus principales aficiones, pero hoy es su día.

Pasadas las nueve se despierta.

—¡Felicidades! —le digo y me tumbo en la cama y le doy un beso de aquellos que no se olvidan. Al principio está un poco sorprendido y desconcertado, pero enseguida sonríe.

—Muchas gracias —me dice dándome un beso en la mejilla.

—Tengo una sorpresa, pero voy a esperar para dártela...

—¿Por qué te haces de rogar? —me dice bromeando.

—Tú siempre eres así cuando me das alguna sorpresa, siempre permaneces callado hasta el último momento, sabes perfectamente que la espera es lo que menos soporto y te aprovechas de ello —le digo con una sonrisa, para añadir—: Pero sabes que te quiero mucho —ambos estallamos en carcajadas y es en estos momentos de complicidad en los que soy muy feliz.

—Así que, ¿ahora me lo harás pagar?

—Depende de cómo te comportes —le digo—. Pero espero que te guste la sorpresa.

—¿Me das una pista de qué puede tratarse? —me pregunta.

—Te he hecho las maletas, ¿sabes por qué?

—¿Mi sorpresa es que me echas de casa? —dice y en su voz hay un ápice de seriedad. Empezamos a desayunar y aún espera la respuesta.

—Puedo decir que no nos quedaremos en casa, nos iremos.

—¿Adónde? —me pregunta con interés.

—No te lo puedo decir, si no, no sería una sorpresa.

—¿Cuándo?

—Hoy —digo sin desvelar el lugar.

—¿A qué hora? —sigue preguntando.

—No lo sé. Puede que en unos minutos, puede que en unas horas...

—Ya lo entiendo, pero solo una pregunta más... —no le dejo continuar.

—Drew, no insistas...

—Está bien, de acuerdo, ya me callo —dice intentando contener la risa—. Pero si conduzco debo saber a dónde nos vamos. —Tiene razón, pero aun así me niego a decirle a dónde iremos.

—Puedo llevar de nuevo mi coche, ya hace algunos días que lo he intentado y poco a poco me he ido acostumbrando a la que es mi nueva normalidad.

—Como prefieras —dice mientras continuamos desayunando. Al acabar, me arreglo un poco y compruebo que llevo todo lo que necesito.

Unas horas más tarde llegamos a la playa de la Virgen del Mar, en Santander. A estas horas es cuando los rayos de sol queman con más intensidad, es un día caluroso y sonrío al ver el mar delante de nosotros, chispeante de vida y con un infinito de colores azulados y verdosos que se entremezclan.

—Ya veo a dónde me llevas... —me dice sonriendo a medida que va reconociendo el lugar en el que nos encontramos.

—¿Alguna vez habías estado aquí? —le pregunto.

—No —me dice—. De pequeño vivía en Asturias y aquella fue una de las pocas playas que vi. Me gustaba mucho pasar horas en el mar. —Mira hacia adelante, sonriendo aún—. Pero, ¿no te ensuciarás la silla de ruedas?

365 días para cambiar (Vuelta a Wattpad por tiempo indefinido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora