Capítulo 13: Atrapada por mis sentimientos

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Su hermano se ha ido, y él también. Es el primer pensamiento que cruza por mi mente al despertar. Total, ¿por qué debo despertar? Lo único que desearía es dormir para siempre porque mi vida va cambiando, pero a mí me cuesta mucho adaptarme a los cambios que llegan y tan rápido como llegan crean lagunas de sentimientos y emociones que se arremolinan en mí. «Todo lo malo pasará», me repito día tras día como si fuese un mantra. Pero mientras, me siento enjaulada. Atrapada por mis propios pensamientos, atrapada por la situación. Soy como un pájaro con las alas rotas, que está atrapado en su propia jaula y no puede escapar.

Voy al lavabo y sé que hoy no debería mirarme en el espejo si no quiero desanimarme aún más de lo que ya estoy, pero no lo puedo evitar. Mis ojos están rojos e hinchados de llorar y perdieron todo su brillo y su color vivo, mi piel está más pálida, como si estuviera enferma, y unas profundas ojeras recubren mis ojos. Me siento apagada, pero todo esto debe acabar, y sé que algún día acabará.

Cuando se abre la puerta espero ver a mi madre, como la mayoría de mañanas, pero veo a mi padre, y me alegro tanto que voy todo lo deprisa que puedo con la silla de ruedas hasta donde está para abrazarle. Mi padre se alegra al verme, pero cuando me ve tan apagada su sonrisa decae y se transforma en un gesto de preocupación.

—¿Cómo estás, cariño? —pregunta a pesar de que sobran las palabras.

—No voy pasando mis mejores días, pero no tengo dolor —«Al menos no es físico», quiero añadir, pero a último momento decido que no es el momento de expresar que me encuentro mal puesto que él ya tiene suficientes motivos por los que preocuparse.

—Y tú, papá, ¿cómo te encuentras? He estado muy preocupada —«Tenía miedo de perderte», piensa una parte de mí, pero me niego a decirlo en voz alta.

—Fue una recaída, solo eso. Ya estoy bien —sonríe, pero sé que no está bien. Sus ojos no lo reflejan. Se pueden saber muchas cosas por la expresión de los ojos de las personas, lo sé desde pequeña.

La cara es el reflejo del alma, pero los ojos te dicen su estado.

—Mamá me contó lo que te había pasado, no sabes cuánto sentí el no poder estar ahí —digo apenada.

—No se puede hacer nada, Elise, pero ya pasó. Ha quedado en otro susto —dice en un tono que, aunque pretende ser tranquilizador, no me parece despreocupado del todo.

—Eso espero. —Pero sé que no le creo, en los últimos meses ha tenido más de tres ataques, y hay algo que no va bien aunque los médicos digan que sí. Sé que no está bien, lo puedo sentir.

Me abraza, le he extrañado mucho, he temido por su vida, espero que no me vuelva a asustar más. Pero ambos sabemos que no será la última vez que pase. No quiero decir todo lo que pienso, pero una lágrima se escapa, y antes de que la pueda borrar mi padre la ve.

—¿Qué sucede? ¿No te encuentras bien? —pregunta alarmado.

Una vez más... ¿Por qué de repente me he vuelto tan sentimental? Nunca he sido de lágrima fácil, y con lo que he llorado durante estos días podría formar charcos en el suelo de la habitación.

—No es eso, es que... temí porque me abandonaras, vi que no podría estar a tu lado y lo pasé muy mal. Sentí que se estaban haciendo muchas pesadillas realidad, todas de repente, y no podía escapar de ellas, lo cual supongo que es peor —digo entre pausas, en las que tengo que ahogar los sollozos para poder hablar.

—Hija, no te voy a dejar, haré todo lo que pueda —sonríe—. Pero si por desgracia algún día te dejo... Quiero que sepas que pienso que eres la chica más luchadora de la familia, y aunque me vaya debes seguir adelante. Pero por siempre sabrás que te quiero. —Me abraza, y yo, como puedo, contengo las lágrimas.

365 días para cambiar (Vuelta a Wattpad por tiempo indefinido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora