El Rancho Fabray

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Como saben Glee no me pertenece (si asi lo fuera la temporada quinta y sexta hubieran sido muy diferentes)... Dejen sus comentarios

21. El Rancho Fabray

Tanto Mercedes como Rachel miraban a su alrededor asombrados. Era la primera vez que iban al rancho de la familia Fabray y no pudieron evitar admirar la belleza del lugar.

Era finales de agosto y, aunque el verano comenzaba a llegar a su fin, el calor seguía siendo igual de asfixiante que los dos últimos meses. Aprovechando que era el último fin de semana antes de empezar el nuevo curso, los señores Fabray se habían ofrecido a llevarlas a ese bonito lugar que no pisaban desde hacía mucho tiempo.

-¡Por fin!-exclamó Russell Fabray, saliendo del coche para estirar las piernas- ¡Aire fresco! ¿Lo sienten?

-¿El qué?-preguntó su hija, saliendo también del coche como ya habían hecho el resto-

-La armonía y tranquilidad que transmite esta casa- respondió el señor Fabray con una amplia sonrisa-

-Armonía es posible, pero ¿Tranquilidad? permíteme que lo dude –comentó su esposa, sarcástica- Tan solo espera que aparezca tu hermano.

Y justamente nada más acabar esa frase, un hombre muy similar a Russell salió de la casa seguido muy de cerca de una mujer y dos jóvenes que les miraban sonrientes.

-¡Aquí estás familia!-saludó el hombre, abrazando al señor Fabray- ¡Por fin llegan! Ya pensaba que mi "querida "cuñada los había retenido- añadió, esto último en un susurro apenas audible y mirando a Judy de reojo-

- Hablando del rey de Roma... -murmuró la mujer un poco molesta-

Para Judy, pasar un fin de semana en el rancho podía ser el plan perfecto. Sin embargo, que tuviese que convivir durante dos días con el hermano mayor de su marido, era el peor castigo del mundo.

-Judy, tan encantadora como siempre- se burló Howard Fabray, antes de recibir una mirada fulminante por parte de su cuñada- Uff, lo voy captando. Menudo fin de semana que me espera –comentó con resignación-

La señora Fabray, al ver que no le quedaba otra opción, abrazó a Howard para después seguir con los saludos. Al contrario que el hermano de Russell, para Judy su mujer era un encanto. Christine Fabray no era muy alta, de cabello largo, rubio y ondulado y preciosos ojos grisáceos que habían heredado sus dos hijos.

Billie era un joven de diecinueve años rondando los veinte, bastante alto, bien formado, de cabello oscuro e indomable como el resto de los Fabray, y una mirada que solía derretir a la mayoría de las chicas. Pero también, como la mayoría de los Fabray, era un egocéntrico-mujeriego insufrible, cosa que solía sacar de quicio a su hermana menor.

Terry era una chica de dieciocho años, alta, esbelta, de cabello rubio y muy corto y la misma mirada seductora de su hermano. La diferencia es que ella no la empleaba como arma de ligue, al menos, claro, que se tratase del chico que le gustaba.

-¿Vamos dentro?-preguntó Christine señalando la casa-

-Si, hay que dejar el equipaje –apoyó Russell entrando a la vivienda, seguido por los tres adultos restantes-

Los siete jóvenes se miraron y sonrieron imaginándose lo divertido que iba a ser ese fin de semana en el campo. Billie, recordando que aún no había saludado a las dos chicas, se acercó a Brittany y la abrazó antes de darle un beso en la mejilla, muy cerca de sus labios.

-Que guapa estás-comentó el chico, deslizando su mano desde la espalda hasta el trasero de la joven- Veo que todo está en su sitio.

-Billie, por el bien de tu soldadito, ve quitando tu mano de ahí –avisó Brittany, sin inmutarse-

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