| Página veinticinco |

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El aire le falta. No puede mover su cuerpo y la herida de hace días le duele. Todo por los abrazos de Mina y el resto de las chicas que al verla entrar se pusieron de pie y corrieron a ella. No puede molestarse con ellas ¿Por qué lo haría? Sus amigas solo están preocupadas y el no saber de su paradero les carcomía por dentro.

—¿Qué te sucedió (Apellido)-san? —cuestiona Momo al ver una gaza en el rostro de su amiga. A (Nombre) le incomoda tener que responder, esperaba no llamar tanto la atención al pedir que retiraran la venda que cubría la mitad de tu rostro por esa pequeña gaza que solo ocultaba el corte que Kohaku provocó cuando se enfrentó a él, aunque sería más que obvio que ellas preguntarían sin importar las medidas de discreción posibles.

El resto de las chicas solo esperaban su respuesta, atentas a lo que fuera a decir la azabache que solo miró a cada una buscando cómo contestar, pero se sentía agobiada.

—Creo que no es el momento —la voz tranquila y cálida de Izuku fue la salvación de la chica. Deku la observó por uno instantes, notando los nervios y la incomodidad al tener a sus amigas ahí, preguntando algo que no quería recordar por al menos unos días—. (Nombre)-san debe estar cansada —comentó el peliverde tras observar a cada chica, recibiendo un ligero asentimiento antes de alejarse poco a poco de ella no sin antes dedicarle unas palabras de saludo.

—Gracias —(Nombre) gesticuló aquel agradecimiento para no ser escuchada y dirigirse a su asiento. Dejó su mochila sobre la mesa y se sentó con desgane. Colocó ambos brazos encima de la superficie de madera —a cada lado de la mochila— y las miró detenidamente, aun con vendajes que fueron cambiados por su madre cuando la dejó en la entrada de Yuei deseándole un buen día, pero ella no respondió.

Bajo la atenta mirada de Katsuki, (Nombre) volvía a revivir lo que sucedió el día anterior, en el hospital, momentos antes de ser dada de alta... recordando la ligera discusión con su madre. La ojizafiro solo deseaba saber la razón por la cual usar su habilidad de corte estaba prohibida. Mirko se lo impidió después de hablar con la castaña, por ello supuso que ella debería saber algo. Esperaba que gracias a la mayor cercanía que habían tenido pese a las adversidades, sería un buen momento para preguntar aquella cuestión que llevaba años acosando su mente y que nunca fue aclarada por su padre. Sin embargo, la reacción de su madre fue diferente. Evitaba el tema con comentarios que no tenían nada que ver, acabando con la poca paciencia que en ese momento tenía y llevándola a oír sus propias palabras, esas que provocaron un distanciamiento en ellas en tan solo segundos.

—¿No tuviste suficiente con ocultarme lo que pasaba con papá?

Su orgullo no la dejó retractarse y su madre se mantuvo reacia en ocultar la información que debería saber su hija, aunque ella no esté de acuerdo. Ambas herían a la otra con sus acciones: (Nombre) por reprocharle el no poder estar con su padre en los últimos momentos, y Sayio oponiéndose de explicarle cómo funcionaba su particularidad, sabiendo que, si la azabache seguía usándola sin conocer su habilidad, a futuro ella ya no podría ser una heroína o sería lo contrario... dejando de lado que aún no era un hecho comprobable.

Bakugo logró apreciar de reojo cómo su compañera apretaba los puños con gran fuerza, recordándole el momento en que se fue del hospital. Desvió la mirada de ella, llevándola a la venta para entretenerse con otra cosa que no fuera prestarle más atención, esperaría a que llegara el profesor o trataría de encontrarle forma a las nubes, aunque estas estuvieran unidas y tornaran de gris el cielo, anunciando una tormenta. Pero ella no salía de su cabeza, sabía que tenía problemas, quizá, más fuertes que el resto de sus compañeros por el momento, pero él debía enfocarse en sus objetivos, en tratar de ser el mejor, el número uno.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora