3. Señor monstruo

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"Tu corazón es como un tambor. La persecución acaba de comenzar."

―Monsters (Ruelle)


***

Nord solía perderse a menudo. En una ocasión, recordaba haberse perdido en las profundidades del bosque Kejo mientras intentaba volver al castillo; aunque vagó por varios días sin rumbo alguno, al menos su infortunio fue compensado con un bello paisaje que se abrió entre la frondosidad de los árboles.

Por alguna razón, ese recuerdo en particular llegó a su mente. Mirar a esa muchacha a los ojos le pareció lo más hermoso y colorido que en su existencia vio. Se sintió transportado a ese paisaje inexplorado y tuvo la inexplicable impresión de haber encontrado un enorme tesoro; una maravilla que era completamente suyo.

La sensación que calaba en su interior en este instante no lo podía expresar bien con palabras. Era inesperado, como un golpe que no previó. Solo su amo Sauto podía provocar tantas emociones en él al mismo tiempo, pero esta mujer desconocida conseguía evocar sentimientos tan profundos en su ser en tan solo una mirada.

¿Por qué?

La expresión de miedo de esa muchacha consiguió convertir esa mancha de sangre que escurría por su barbijo en algo repulsivo. Nada debería generarle inquietud ni esa molesta sensación de sentirse sucio; sin embargo, la imagen que reflejaba los ojos puros e inocentes de ella mostraba algo real y monstruoso.

―Monstruo ―articuló uno de los hombres.

No le importó escucharlo. Era evidente que Nord era un monstruo, una bestia incontrolable. A él le enaltecía serlo, no sentía vergüenza de su verdadera naturaleza. Los humanos deberían buscar mejores formas para insultarlo. No soportaba que los humanos usaran esa palabra con un tono despectivo. Era una deshonra, algo terrible. No aceptaba que el hombre lo usara como un insulto hacia las criaturas como él, cuando esa misma palabra lo utilizaba su amo para referirse a él con cariño, con travesura y de manera juguetona.

"Monstruito."

Los humanos no eran dignos.

Siguiendo esos pensamientos, Nord ahora tenía un buen motivo para actuar. Aun cuando ya encontraba justificable sus acciones, no se movió, siguió viendo los ojos verdes de la joven.

Aunque esos hombres lo habían llamado monstruo, nada tuvo mayor peso que encontrar miedo en la mirada de ella.

Monstruo.

Monstruo.

Monstruo.

Casi la podía escuchar gritando esa palabra como algo terrible y maligno; una verdadera blasfemia. Nord sintió que su existencia era un pecado en este mundo retorcido.

Se sintió culpable por alguna extraña razón. Ella no decía nada, permanecía callada y viéndolo fijamente, con esos ojos verdes bonitos e intrépidos, con las lágrimas suspendidas en sus párpados. Permanecía en silencio, pero Nord podía deducir sus pensamientos.

Solos los humanos llamaban monstruos a los monstruos como si fueran un pecado.

De pronto, tuvo la urgencia de volver al castillo, pedirle a su amo que le diera un trabajo nuevo para olvidar este mal momento. Antes de percatarse, los humanos habían salido corriendo despavorido. Algo más sorprendente aún, Nord los dejó ir.

Inhaló aire un par de veces antes de desligarse de su estola blanca y tirarla con brusquedad sobre el cuerpo semidesnudo de ella, con la clara intención de cubrirla y abrigarla.

Ahí iban a esas acciones desenfrenadas otra vez. Se movía sin pensar, sin esperar nada. Ocultó sus colmillos a medida que su cuerpo en tensión volvía a relajarse, mientras eso sucedía, alzó la vista al cielo. Pronto anochecería y su amo claramente le había dado una orden. Soltó un suspiro angustiado.

Pronto se giró, dispuesto a marcharse. Demasiados desenfrenos y actuaciones tan impropias de él empezaban a cansarle. Era demasiado por hoy.

Sus intenciones eran claras. Pretendía fingir que nada había sucedido: la dejaría sola a la merced de la noche y a otras bestias que difícilmente encontraban comida en estos días; después de todo, no era asunto suyo lo que le sucediera. La salvó de los humanos por simple curiosidad, su acto no era importante ni significativo.

Esa muchacha no era de su incumbencia. Mientras más rápido se fuera y olvidara este pequeño desliz, más rápido volvería al castillo. Las emociones innecesarias deberían ser desechados de inmediato.

Pero algo... o más bien, alguien tiró de él con suavidad y rapidez, tomándolo por sorpresa.

Nord se giró para encontrar la causa y la encontró, aferrándose a la estola blanca que dejó caer sobre ella y tirando del borde de su prenda.

Nord la notó nerviosa, inquieta... preciosa. Muy apetitosa.

―Gracias... ―comentó ella, mirando al suelo, avergonzada―, señor... monstruo.

¿Señor monstruo?

¿Señor?

Nord se sorprendió. ¿Tan mayor se veía? No. No. No. Era joven todavía para ser llamado un señor. Prefirió pensar que lo decía por respeto.

Él permaneció en silencio, mirando sin expresión alguna.

―Muchas gracias ―volvió a repetir ella, esta vez, devolviéndole la mirada y regalándole una sonrisa gentil, inocente y sincera.

Nord se sintió conmovido, mas no respondió. Decidió guardar silencio. Ese agradecimiento que provino desde el fondo de su corazón, Nord no se lo esperaba... ni siquiera un poco. Él se volteó y esta vez para marcharse, dejándola a la intemperie y sola en ese bosque.

Nord también sonrió, aunque no había forma de que ella lo viera.


CONTINUARÁ...

Tercer capítulo

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Tercer capítulo. \0/

En el siguiente capítulo tendremos una aparición especial. Hagan sus apuestas 7u7

¿Será Nord capaz de dejar a la chica sola?

¿Qué sucederá a partir de ahora?

¿Veremos al amo enojado?

¿Ustedes qué dicen?

Gracias por leerme <3


Amante de una bestia +18Where stories live. Discover now