Castigo.

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Pov. Desconocido.

Me desperté sentado en una silla, había una luz que iluminaba mi cara desde diferentes puntos del lugar, sin dejar que viera bien.

Sentí un peso en mis manos, las mire y tenía una cadenas pero solo estaban puestas, no me tenían atado ni nada.

Mi corazón se aceleró al imaginar que me podían hacer.

De repente la silueta de un hombre avanzó y se detuvo enfrente mio, supe que era Michael al escuchar su voz.

- El castigo sera severo. Señor. Espero que le haga entender que esto no se toma a la ligera.- dijo caminando de un lado al otro.- Usted sabia desde el incio las reglas, creí que su familia lo había ayudado a prenderlas.

- Yo no quería estar aquí, estaba mejor en casa, pero todos prometían que estaría bien. Solo una persona me advirtió de lo que podía pasar una vez aqui adentro, pero usted se encargó de hacerme creer lo que no era.- susurre con furia.- Es una mentira disfrazada con nombre de torneo.

- Cuidado.- me advirtió.- Yo no soy el malo aquí, como usted dice, es un torneo y tiene reglas que usted acaba de romper.

- Esta bien, terminen con esta porquería antes que los demás se enteren- Lo dije por que suponía que eso haría que no me hicieran tanto, pero entonces me dijo algo que hizo mi piel helar.

- Se enteraran, esto es una advertencia, sabemos que uno más de ustedes estan rompiendo las reglas, pero no lo hemos encontrado en la escena.- Se terminó de acercar y me recoloco las cadenas de una manera que quedaran colgadas de mis hombros.

- Todos ustedes estan corrompidos.- grité.

- Háganlo.- Mandó Michael. Escuché una palanca bajarse y sentí una fuerte corriente recorrerme todo el cuerpo, mi espalda se doblo de manera bruca. Me juré que no gritaría pero el dolor era demasido intenso.

El grito salió desde muy adentro y entonces todo se detuvo, me di cuenta que tenía lágrimas en las mejillas. Todo mi cuerpo se aflojó y noté que mis palmas estaban marcadas por mis uñas.

-¿ Entendido?- me pregunto el viejo. Yo no respondí y otra corriente me recorrió.

***

En la mañana, Alec entró a la sala y se encontró con Magnus. Luego que, literalmente, se confesó, se sentía nervioso de estar a solas con él, así que se quedó de pie en la puerta y miró que alguno de los chicos viniera, pero para su suerte o desgracia, nadie venía.

- Bu...buenos días.- saludó nerviso. Magnus se giro rápido.

- Alexander, hola.- dijo feliz.- Ven a desayunar conmigo.

Alec caminó nervioso hasta la mesa, se sento y tomó un pan que le ofreció Magnus.

- No estes timido, ¿ si?- le pidió.- Yo se que  no fue buena idea decirte que me atraes. Solo quise ser claros con eso.

- Esta bien.- dijo con la cabeza baja.- No estoy acostumbrado a que alguien me ponga atención... de esa... manera.

- De verdad, ¿ nunca has salido con nadie?- preguntó asombrado.

Alec asintió.- Una vez salí con un chico por más de cuatro meses, solo nos dábamos pequeños besos. Pero entonces todo se estaba volviendo más serio y yo no.... no quería decirle nada a papá por miedo que se enojara mucho con migo.

- No bajes la cabeza.- Magnus había puesto su mano en el mentón de Alec y lo hizo subir la cabeza.- Tienes unos ojos preciosos. Yo no te juzgare, ¿ bien?. Yo ya pase por eso antes y se como se siente, tu concentrate en no caer en las habladas de las personas.

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