Capitulo Once

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Jennie

Esta vez soy yo quien inicia el beso, deseando sentir sus labios otra vez. El mundo entero se desvaneció cuando me besó, y quiero hacerlo una y otra vez. Al igual que ayer en la cafetería, ella nos envuelve con esta pequeña burbuja, y nunca quisiera salir de allí. No tenía ni una sola preocupación en ese momento, y no tengo ninguna ahora. Sólo soy una adolescente normal teniendo su primer beso con una chica. Aunque no estoy segura de sí se podría llamar a Lisa una chica.

Esta mañana tenía tantas ganas de que apareciera, pero me daba miedo de lo que sucedería si no lo hacía. Sin querer afrontarlo, decidí caminar. Fue tonto, estúpido, y no tenía sentido, pero estaba asustada. Sin razón. Ella vino, y tengo la sensación de que siempre vendrá por mí.

Esta vez empujo hacia delante, profundizando el beso. Sus labios se separan, y trato de reproducir el mismo toque suave que me dio su lengua. Un sonido sale de su garganta, o tal vez soy yo la que hace el sonido. Trato de acercarme más, queriendo que no quede ningún espacio entre nosotras. Envuelve sus brazos alrededor de mí, sus manos van a mi espalda.

Me sacudo con un dolor que se dispara a través de mi cuerpo, pero soy incapaz de moverme con los brazos de Lisa envueltos alrededor de mí. Mis ojos se encuentran con los suyos y su cara se llena de preocupación.

—Lo siento —murmuro, esperando que no pregunte. Pero no dura mucho la esperanza.

—Date la vuelta —ordena.

—No es nada. Caí y me golpeé con una mesa. —No miré la contusión esta mañana, así que no tengo idea de qué tan malo es. Podía sentirla, pero no podía soportar ver cómo estaba. No necesitaba un recordatorio de lo que pasó anoche. Prefiero olvidar y tratar de pretender que nunca ocurrió.

—Date la vuelta, bebé —dice, su voz es más suave esta vez, y cedo. Me giro lentamente en mi asiento, inclinándome un poco hacia adelante mientras levanta mi chaqueta y camiseta para descubrir la espalda baja—. Mierda. —La escucho murmurar. Su gran mano se detiene suavemente sobre el hematoma, luego siento sus labios. El tacto tan suave y dulce me da ganas de llorar. ¿Quién diría que una mujer podría ser tan dulce?

—. ¿Te duele, bebé? —pregunta, haciendo que mi corazón salte en mi pecho. Cada vez que me llama bebé, me abriga desde dentro hacia fuera.

—No, está bien. —Ella endereza mi camiseta y abrigo, y me giro para mirarla a la cara. Puedo ver la preocupación escrita en su rostro—. Estoy bien, de verdad. —Trato de tranquilizarla. Es bueno tener a alguien que se preocupe por ti. Incluso por algo tan pequeño como un moretón.
Se inclina hacia adelante, presionando un beso suave en mis labios.

—Déjame saber si comienza a molestarte.

Asiento y le sonrío. Me doy cuenta que la contusión la puso nerviosa, y me alegro de que no pida más detalles al respecto.

Aleja su Jeep de la acera, en dirección a la escuela. La nieve está cayendo con bastante fuerza, y me alegro de no tener que caminar. No puedo dejar de mirarla con disimulo mientras maneja. Doy pequeños mordiscos a las magdalenas que me trajo, disfrutando del dulce a primera hora de la mañana.

Cuando me atrapa, me sonrojo, y me da una gran sonrisa que va directo a sus ojos. Dios, es tan guapa. Me quita el aliento. Me pregunto si nuestro beso fue el primero de ella también, pero la timidez toma lo mejor de mí y no me atrevo a preguntar. Probablemente no lo fue. No con la manera en que algunas de las chicas y chicos de la escuela la miran. Y es la estrella del equipo de fútbol. Prefiero no saber nada de
ninguno de sus otros besos.

—No te muevas —me dice cuando se detiene en el estacionamiento de la escuela. Ella agarra la mochila y salta fuera del auto, luego viene a mi lado del Jeep.
Abre la puerta para mí y me ayuda a bajar, alcanzo mi mochila. Niega y me da una de sus hermosas sonrisas de nuevo—. Yo la llevo, bebé. Además, te duele la espalda.

La mochila no me hacía doler la espalda, pero sé que no me la va a dar. Toma mi mano con la suya después de cerrar la puerta del Jeep y recorremos nuestro camino hacia la escuela. Me he dado cuenta que la gente se voltea a mirarnos.

Algunos le dicen hola a Lisa. Ella les devuelve un movimiento con su barbilla, sin hablar con ellos. Está claro que es popular, pero no estoy segura de que le guste mucho.

Cuando llegamos a su casillero miro alrededor y veo que más gente está mirándonos. No estoy segura de sí la están mirando a ella o a mí. No estoy prestando atención cuando Lisa comienza a desabrochar mi abrigo, sacándolo, a continuación, me quita el sombrero y los guantes. Los mete en su casillero antes de quitarse los suyos y ponerlos dentro.

—¿Mitología? —pregunta mientras cierra el casillero, y me toma un minuto entender de qué está hablando.

—Sí, ¿tú también lo tomas? —La miro, esperando que lo haga.

—Tal vez. —Agarra mi mano de nuevo, guiándome por el pasillo.

¿Tal vez tomamos la misma clase? ¿Cómo es que no sé qué clases tiene? Pasamos junto a Krystal y Luna, que se estaban riendo, pero se callan mientras pasamos. Los ojos de Krystal se estrechan antes de negar, decepcionada en mi dirección. No sé qué quiere decir con eso. Lisa no hace más que mirar el camino, mientras pasamos. En realidad, no mira a nadie más que a mí. La gente se mueve fuera de su camino mientras avanza por el centro del pasillo, pero no parece darse cuenta.

Me hace entrar al aula, y elijo un asiento cerca la parte trasera del aula. Deja caer mi mochila al lado de mi silla mientras me siento. Coloca ambas manos sobre la mesa, inclinándose sobre mí, bloqueándome a la vista de cualquier persona, y llenando todo el espacio en frente mío.

—No te vayas sin mí. Si no estoy de regreso en el aula antes de que suene la campana, espérame.

Asiento. Algo de su sobreprotección revuelve algo muy dentro de mí.

—Dilo, bebé —dice, levantando una ceja.

—Voy a esperarte.

Se inclina, dándome otro beso rápido, y la miro alejándose a zancadas del aula, hay determinación en sus pasos. Me siento allí sintiendo todavía la dulzura de sus labios, mucho después de que el profesor comience la lección.

Shelding Jennie (Adaptación)Where stories live. Discover now