Capítulo Diez

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Lisa

—¿Qué? —digo mirando a mis padres. Los dos me han estado mirando fijamente desde que bajé esta mañana y siguen intercambiando miradas. Sé de qué se trata, pero ninguno dice nada.

Cuando llegué a casa después de la escuela, mi padre y yo hablamos y dijo que le podría dar un puesto de trabajo a Jennie. Me sorprendió que no hiciera preguntas, simplemente estuvo de acuerdo. Fue un alivio, pero sabía que eso solo los mantendría a raya por un tiempo. Ayer mi madre tuvo un largo turno en el hospital, y está a punto de marcharse de nuevo en unos minutos. El tiempo no se detiene, y sabe que su oportunidad para hablar conmigo está pasando.

—Entonces, Lisa, tu padre dice que tienes novia.

Ahí está.

—Sí —digo, terminando mi desayuno y llevando mi plato a la cocina.

De repente, mi madre me agarra del brazo y me empuja contra el mostrador. Está jugando, pero me sorprende la fuerza que tiene para ser una mujer tan pequeña. Es más grande que Jennie, pero no por mucho.

—Escúchame, Lalisa Manoban. Nunca antes te he visto ni siquiera parpadear en la dirección de una chica, por lo que no puedes asomarte y decir que tienes una novia sin darme detalles. —Me hinca un dedo en el estómago, y eso me hace reír—Escúpelo, Dulce Patata, o voy a sacar la artillería pesada.

No puedo evitar reír ante el apodo que me dio cuando era una bebé. Dijo que al nacer salí toda de color naranja y era blanda como una patata dulce. Levanta sus manos y las pone en forma de garras como cuando me va a hacer cosquillas, y me pongo sería. Si hay una cosa que sabe que odio, es que me hagan cosquillas. Para algunas personas es divertido y disfrutan de la sensación. Se ríen y piensan que es un juego. Yo no. Cuando me hacen cosquillas, me enojo, y ella lo sabe.

—Mamá —le advierto y trato de apartarme.

—Escúpelo —dice, levantando una ceja y retándome a ponerla a prueba.

Dejando escapar un suspiro, me rindo. Sé que es inútil luchar cuando se pone así. Miro por encima de su cabeza a mi padre, que está apoyado en el mostrador, bebiendo su café y esperando. Los dos están juntos en esto.

—Su nombre es Jennie. Nosotras, eh, nos conocimos ayer. —Veo reflejarse sorpresa en su rostro, pero no me detiene—. Es nueva en la escuela, pero ayer teníamos las mismas clases y le di un aventón a su casa.

—Oh. —Mamá deja caer sus manos, y se ve como si estuviera pensando en lo que estoy diciendo—. ¿Así que es tu novia? —Su tono demuestra confusión, pero no presiona.

—Mamá. —Pongo mis manos en sus brazos, y levanta la vista, nos miramos a los ojos
—. Es más que mi novia. Sé que suena loco, pero ustedes me contaron que en el instante en que se miraron a los ojos en cuarto grado, supieron que estaban hechos el uno para el otro. Es así con Jennie. Solo hace falta que ella lo vea también.

—Pero, Lisa…

—Confía en mí —digo interrumpiéndola—. Voy a traerla tan pronto como pueda convencerla. Pero créeme, mamá, es la elegida.

Me mira a los ojos como si estuviera buscando algo. Después de un segundo parece encontrar lo que está buscando y me sonríe.

—Siempre has marchado al compás de tu propio tambor, y sé que haces las cosas en tu propio ritmo y manera. Confío en ti.

Me da un beso en la mejilla mientras agarra su bolso y le dice adiós a mi padre. Papá me sonríe, toma su termo de café y se va a trabajar también. Me quedo ahí por un segundo, pensando en lo que les acabo de decir y en su reacción. Siento formarse una sonrisa en mis labios mientras considero lo que podría haber pasado frente a lo que realmente sucedió. Lo acepto. A pesar de conocerla por menos de un día, Jennie significa más para mí de lo que podría haber creído posible. Pero prefiero sentirme obsesivamente consumida antes que no sentir nada en absoluto.

Anoche me quedé despierta hasta tarde, acostada en la cama y rebobinando todo el día en mi mente, pensando en todos sus movimientos, cada vez que la tocaba, y me dolía por querer verla de nuevo.

Agarro mi bolsa, salgo a la calle, y me monto en mi Jeep. Me dirijo hacia la casa de Jennie. Salí temprano pensando que tal vez podría entrar y conocer a sus padres o algo así. Para que sepan que no anda con una loca y que yo me encargo de ella.

También me gustaría que me conozcan porque va a pasar mucho tiempo conmigo. Justo antes de llegar a su casa, veo que ya está caminando por la acera. Al verla en el frío, la ira destella a través de mí. Me acerco, detengo el auto, y salgo.

—Hola —digo, dando un paso hacia ella. Me mira sobresaltada, como si estuviera sorprendida de verme—. ¿Intentabas deshacerte de mí?

—No, solo pensé que tal vez lo habrías olvidado. —Mira hacia el suelo, y me paro delante de ella, poniendo mi mano bajo su barbilla.

—Nunca te olvidaría, Jennie. Jamás. —Veo cómo se forma una piscina de lágrimas en sus ojos, y la atraigo a mis brazos—. ¿Estás bien, nena? —Asiente contra mí, pero no puedo evitar pensar que algo está mal—. Oye, déjame llevarte al Jeep para que entres en calor. Apuesto a que no desayunaste, ¿verdad?

Tomo su mano y abro la puerta, levantándola para ayudarle a que entre. Alcanzo el suelo del auto y coloco una bolsa en su regazo. Todavía está caliente.

—Mi mamá hace las mejores magdalenas de chocolate, pensé que querrías probar una. O tres.

Le guiño un ojo y su rostro se ilumina mirando hacia la bolsa. Cierro la puerta y camino hacia mi lado, y al momento en que entro el olor de chocolate caliente llena la cabina.

—Esto ha arreglado mi día —dice Jennie, y da un mordisco.

La miro, y ver cómo la luz regresa a sus ojos mientras me sonríe hace que todo mi año mejore. Tiene una mancha de chocolate a un lado de su boca, y no puedo soportarlo más.

Inclinándome hacia delante, coloco mi mano en el lado de su cara y cubro su mejilla. Se ve un poco sorprendida, pero no asustada.

—Te voy a besar, Jennie Kim. Porque eres la chica más dulce y más hermosa que he conocido, y si no lo hago podría morir. Pero una vez que lo haga, vas a pertenecerme.

Se lame los labios y mira hacia los míos. Cuando sus ojos de color marrón brillante parpadean, solo hay deseo ardiente en ellos.

Coloco mi boca suavemente sobre la suya, siento la seda de sus labios contra los míos. Son llenos y dulces, cuando abre su boca deslizo mi lengua dentro. Sabe a menta y chocolate, y quiero comerla. Pero esto es solo nuestro primer beso, el primero de muchos, y mi objetivo es ir lento con ella.

No es suficiente ni de cerca, pero me retiro un poco, apoyando mi frente contra la suya y respirando su aroma. Huele a Navidad y hogar, todo en uno. La emoción, la comodidad, y una abrumadora sensación de estar en lo correcto se asientan en mi pecho.

La he estado esperando toda mi vida.

Shelding Jennie (Adaptación)Where stories live. Discover now