Capítulo 20 - Paseo entre almendros de flor blanca.

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          Los estrechos caminos que rodeaban el acantilado que daba a la cara sur de la montaña donde se situaba el templo, estaban cubiertos de un fino manto de rocío, seguramente debido a alguna lluvia que surgió durante la cobija de la oscuridad nocturna. Cerca del sendero de tierra por el que iban con los caballos y sus pertenencias en unos fardos, entre unos esbeltos pinos, abetos y algunos arces ya con sus hojas tornándose naranjas, un riachuelo, de aguas claras y cristalinas, se dirigía hacia tierras bajas, atravesando valles, sierras y bosques, donde finalmente podría desembocar en algún punto de la geografía. A su vez, a un lado, un pequeño grupo de flores de pétalos coloridos, muy vivos y alegres, empezaban a abrirse con las primeras luces del amanecer.

          En la distancia ya se podían apreciar los escasos restos que quedaban del viejo muro que defendía el templo de cualquier ataque, formando un gran círculo desfigurado a su alrededor. Lo que parecían ser antiguamente escalones de piedra caliza, en la actualidad eran solo pedazos de rocas deformadas ya por el tiempo y el uso. Se detuvieron poco a poco hasta llegar a la ribera del río, llena de juncos, flores de loto y nenúfares blancos. Ambos prosiguieron unos metros más, hasta tener bajo los cascos de los caballos las losas de piedra calcárea desgastadas de aquel puente arcaico. Este, al igual que la gran escalera que iba dibujando eses hacia la base del templo, se hallaba consumido por el paso de los años.

          —Es aquí, ¿verdad? —retuvo las riendas de Cenebria contra su pecho, haciendo que comenzase a detenerse lentamente. De una pequeña bolsa de arpillera que tenía colgada en el cinturón, sacó dos manzanas, una para cada caballo, porque el tiempo que llevaban de travesía de seguro que hacía mella en su resistencia.

          —Sí —le respondió Kyvette. Su mirada taciturna vagaba sin rumbo, aunque alguna vez lograba distraerse con alguna mariposa con pecas naranjas o con alguna piedra suelta que antes formaba parte del camino. El bayo corcel sobre el que iba montado, que portaba con varios bultos en su grupa, empezó a sacudir la cabeza enérgicamente, dibujando en el aire una línea deforme.

          —Sthelan, naenna, naenna... —le susurró en élfico, cerca de la oreja derecha, a la vez que le acariciaba el lomo, para lograr tranquilizarlo. De un ágil salto, descendió del caballo, procurando dirigir a su querido amigo hasta un lugar seguro, donde podría, junto a Cenebria, pastar la hierba que todavía era verde y fresca—. Deberíamos ir por allí —con el dedo, pudo señalar una senda de baldosas marrones desdibujadas, oculta entre dos largas filas de almendros y cerezos en flor. Las delicadas flores de dicho árbol caían suavemente de las ramas con el vaivén de las ráfagas del viento, transportando sus pétalos allá donde la dirección de la brisa de la cascada la guiase hasta zonas más alejadas.

          En el preciso instante en que cruzaron el umbral de la puerta hecha añicos, notaron como algo o alguien les observaba y mantenía su mirada de ultratumba en las nucas de los dos muchachos. Como ya sabían de antemano, aquel emplazamiento sagrado fue invadido por un grupo de Señores y sus cincuenta hombres armados, los cuales su avaricia y ambición por todo aquello que aumentara su fortuna no tenía límites. El simple hecho de la codicia de los hombres, únicamente por querer portar un arma de poderes místicos y únicos, les llenaba la cabeza de sueños, anhelos, y sobretodo, alucinaciones. ¿Qué llevaría a aquellas personas a destruir uno de los bienes más preciados de los hijos de Eathiäen?, pensó Elwën, que no dejaba de imaginarse aquel lugar en sus prestigiosos tiempos de paz. Pilares, columnas, pórticos, todo por completo estaba lleno de musgo y enredaderas, y entre las grietas de los pilares que antaño fueron de tonos albinos, habían florecido unas pequeñas margaritas, que brillaban tenuemente a través de finos rayos de sol que se colaban por las aberturas del techo.

Bajo las montañas de un sauce gris #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora