𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑸𝑼𝑰𝑵𝑪𝑬

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No podía respirar.

Sara observó a Aran que, por alguna suerte de destino, había llegado hasta ella, era la única escapatoria que tenía ahora que Cindy y Carl se habían fugado. Extendió su brazo hacia él, cayendo al suelo y mientras el otro lo mantenía en su garganta. Abrió su boca, trató de forzar las palabras, el leve intento que hizo fue suficiente para que con el rabillo del ojo Aran percibiera la desesperación. Sin siquiera pensarlo, sin cuestionarse quién o qué era lo que frente a sus ojos se alzaba, alzó sus brazos y apuntó con su arma. No se preguntó qué pasaría después, no se preguntó si era maligno o así se materializaba alguna especie de ser de bien. En lo único que Aran pensó en aquel momento es que Sara no estaba a salvo y él tenía el trabajo de protegerla. Apuntó con su arma primero a la cabeza del muchacho, luego se arrepintió por un leve segundo que lo hizo cambiar y terminar jalando del gatillo. La bala viajó todo el tramo desde su posición al lado derecho de la pierna del muchacho.

El dolor fue suficiente para que Steve despertara de aquel lugar oscuro donde se había sumergido, su cuerpo cayó al suelo y una voz que no fue la suya chilló aturdiendo los oídos de todos ellos. Sara se cubrió las orejas y cerró con fuerza los ojos, cuando volvió a abrirlos volvía a ser el rostro de Steve. Únicamente que había perdido todo rastro de cordura, sus ojos sí que eran esos bien iluminados celestes, su cabello negro alborotado y detrás de esa tez rojiza que seguía teniendo seguramente se encontraba ese chico obsesionado de hace unos minutos atrás.

Cindy se lo advirtió, pensó Sara y suspiró.

—¡Sara! ¡Sara, aléjate! —Aran corrió a ella, la tomó de los brazos e hizo que retrocediera varios pasos antes de revisarla por completo—. ¿Estás bien?

Ella miró la herida de bala, Steve aún seguía despierto en estado catatónico. Parecían estar seguros por el momento. Observó a Aran y notó sus ojeras, observó lo cansado y desgastado que se encontraba, pero aun así sus ojos resplandecían con un brillo de alegría y alivio. Sara lo miró, y entre la confusión y la sorpresa, sonrió con honestidad después de tanto tiempo y únicamente pudo abrazarlo. Había estado en verdadero peligro y Aran volvía a rescatarla.

Lo sabía, podía confiar en él.

Aran envolvió sus brazos en su cuerpo, sus manos tantearon la fría piel de la espalda de la rubia. Observó hacia abajo y encontró que en esa fina, blanca y estrellada piel había marcas, eran las que había visto horas atrás, carne quemada. Marcas hechas por el círculo. La abrazó con más fuerza.

Después de un tiempo Aran se dio cuenta que Carver seguía sin reaccionar, sus ojos estaban fijos en la imagen del muchacho herido tendido en el suelo. El joven detective alejó solo un poco a Sara para poder tomar su celular y comenzó a llamar a Rita, a grandes rasgos le explicó que necesitaban una ambulancia y otra patrulla de refuerzos.

—¿Qué estás haciendo? —susurró Sara cuando Aran se acercó al cuerpo de Steve.

—Tengo que ver la herida —le explicó sin muchas ganas de seguir adelante realmente. Ella sostuvo su mano sin dejarlo avanzar, él la miró—. Estaré bien, ya pasó.

Pero ¿qué había pasado? No lo sabía. Lo único que lo movía en este instante era enfocarse en todo menos en eso. Trató de ignorar todas esas heridas, el hedor que desprendían y cuánto necesitaba largarse de ese lugar. En cambio, se acuclilló lo suficientemente cerca para observar la herida que él mismo había hecho y se agradeció internamente por no haber apuntado a otro lugar. El miedo por un instante lo había cegado y lo estaba reconociendo justo ahora.

La bala estaba frenando el sangrado, no había necesidad de torniquete o algo por el estilo. El calor ya cauterizaba y hacía de tapón para no desangrarse, aunque en cuanto a las demás heridas Aran no tenía la más pálida idea de qué hacer.

EL CÍRCULO ©  |  #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora