—Eres Ariel con el cabello rojo.

—Oh no. No lo vuelvas a decir.

—¡Ven a mi Ariel! —Grita levantándose en forma dramática—, ¡Soy tu príncipe Eric!

Bajo la cabeza, escondiendo avergonzada, mi cara entre mis manos y mi cabello cae a mí al redor cubriéndome. No puedo creer con lo que ha salido ahora. Luego me veo obligada a sofocar un grito cuando me levanta, colocando una mano bajo mis piernas y la otra me rodea la espalda. Yo me aferró a él, con el terror de caer.

—¡Bajo del mar! —Comienza a cantar—. ¡Bajo del mar! Vives contento ¡Bajo del mar!

—Primero —chillé cerrando los ojos y recordando la película—, el príncipe Eric no canta esa canción. Segundo; ¡Bájame!

—Soy la versión mejorada, puedo cantar lo que sea —contestó y siguió tarareando animadamente—. ¡Bajo del mar!

Tratar de bajarme, no es un medio viable debido a que donde nos encontramos no es una zona segura, conseguir bajarme a la fuerza tendría la posibilidad de caer por las graderías y yo estaba tan segura que no iba a ser resistente como lo hacía sido Allen y mucho menos me iba a levantar como si nada como él lo había hecho. Así que solo me aferró a él con el temor a caer y lo escucho cantar una y otra vez el mismo verso de la canción.

Percibo como Chase y Alex le hacen coro desde abajo y después de un momento él ya tan solo la murmura. Finalmente, me suelta suavemente y siento un alivio cuando mis pies tocan el suelo, pero no me aparto de él de inmediato porque estoy entumecida y tengo que recuperar el equilibrio.

—Yo sé que me amas.

Negué con la cabeza, aun un poco mareada y descubro que sostengo con fuerza su camisa, aflojo el agarre y respiro profundo, llevándome algo de su fragancia.

—¿Qué tal soy como Eric? —pregunta.

—Fatal —le respondo. Sinceramente levantarme sin aviso alguno y hacerme temer mientras me mareaba, no había sido lo mejor si quería ser un buen príncipe Eric.

—Lo siento mi Ariel —me abraza fuerte y un momento después percibo que es hora de alejarlo, pero antes de lograrlo, susurra—. ¿Quieres ir a ver La Sirenita a mi departamento?


Abrí el refrigerador buscando algún aperitivo, cuando algo atrae mi atención. Reparo en varias latas a un lado, no son cervezas pero si son gaseosas. Me pregunto qué hacen allí, a Amie las bebidas gaseosas no le gustaban y a Max le daban igual y estaba segura que de haber sido él, yo lo habría sabido. Entonces caigo en que solo pudo haber sido Chris.

Maldigo, por la tentación que me da tomar una, pero si son de Chris, ni siquiera debería considerarlo. Que frustrante tenerlas allí y no poder tomar ninguna. Las admiro suficiente tiempo como para que su voz me sorprenda. Levanto la mirada del refrigerador y lo encuentro en el marco de la puerta, recostado de allí.

—Puedes tomar una si quieres —me dice.

Niego con la cabeza y cierro la nevera antes de tomar una cuando sé que no debo.

—Saldremos esta noche —me advierte entonces y doy unos pasos hacia adelante para contestarle, pero él se va de inmediato.

Disgustada, consideré que era más tentador ver La Sirenita con Allen, que salir con Chris, pero en la tarde, cuando lo había propuesto, le había dicho que no. Claramente sabía que eso no era buena idea en ningún sentido, menos estar a solas con él en su departamento. Además de que ya tenía suficiente teniéndolo casi en todas las clases.

Cuando estuve con Max, me quejé una y otra vez el tener que ser obligada a salir con Chris.

—Cuanto desearía ser yo el que tiene que salir con Chris —se lamentó Max.

—Cuanto desearía eso también —lamenté desanimada.

Luego él trato de alentarme diciendo que eso tal vez podría ser bueno y que podría tener una diferente forma de ver a Chris. Que esto me ayudaría darle una oportunidad y quizá vería que era diferente, pero eso no me ayudaba en nada.

Rato después, nos quedamos viendo televisión en la sala, Amie apareció al rato y al notar que iba a salir con Chris y comenzó a alabarlo de todas las maneras posibles, yo trate de disimular la frustración y la mala cara que tenía, mientras Max escuchaba atentamente y confirmaba lo que ella decía.

Al final, Chris apareció y ya estaba con las llaves en sus manos listo para marchar, yo rodé los ojos mientras que ellos le sonrieron.

—¿Lista?

No. Claramente que no. Pero asentí encogiéndome de hombros.
Hui de ellos, no tanto porque tenía ganas de estar con Chris, porque era obvio que eso era lo que menos quería, fue el hecho de que quería evadir a Amie y Max contentos de ver que salía con Chris. Yo solo subí al coche a regañadientes y me pregunté si aún tenía alguna oportunidad de evitar esa salida, pero no encontré buenas excusas.

Cuando él estuvo también en el auto, antes de arrancar, me observó y un momento después se estiraba para ponerme el cinturón. Yo sentí mucha rabia, porque su acción no era bienvenida y porque el tema del cinturón me tenía harta por  completo.

—Chris —le digo tratando de mantener mi calma a un nivel prudencial y no terminar en un rollo de ira—, yo puedo ponerme el cinturón sola. No tengo cinco años.
Eso pareció dolerle.

—Lo siento.

Su actitud siempre había sido un enigma extraño, difícil de comprender. Así que no quise complicarme dándole mil vueltas al asunto. Solo me limite a mirar por la ventana y a revisar varias veces mi celular.

—Siento no seguir ayudándote con las clases de conducir —menciona apenado.

—No importa, igual ya lo he conseguido.

Él se ve asombrado ante mi respuesta.

—Vaya ¿Cómo lo has logrado?

—Tuve ayuda de unos amigos.

Me siento limitada al hablar, porque no quiero decirle mucho y además de que él podría encontrar la manera de distorsionar lo que digo.

—Interesante, antes me dijiste que no tenías amigos.

—Porque pensé que no los tenía y mira, también pensé que no tenía familia —observó su reacción, ha arrugado la expresión—, y apareciste tú.

—Creo que eso es algo injusto en la manera en que lo dices.

—Claro, estoy siendo injusta. Yo estoy siendo la injusta —manifesté con ironía.

—¿Y si tal vez hay una buena razón?
Le lanzó una mirada feroz, mientras me ardía la sangre.

—¿Que fuera miserable tiene alguna buena razón? —suelto con una risa sin humor.

Chris tragó saliva y se vio afectado de mis palabras.

—¿Cuál es la razón por la que estás aquí, Chris? Simplemente no pudiste aparecer porque sí o ¿acaso pensaste que era buena idea pasar tiempo con la maginada de la familia?

Me había estado viendo de reojo, cuando aparcó el auto a un lado de la acera y soltó un largo suspiro antes de contemplarme abatido.

—Hay razones para todo. Tengo mis razones. ¿Quieres saber porque estoy aquí? Estoy aquí por ti —su tono era tranquilo, pero tenía mucha fuerza. Miró hacía el volante, sus ojos verdes estaban oscuros y perdidos—, no es por esa tonta razón que dijiste y sé que no entenderás ahora.

Me quedé perpleja de sorpresa y sin aliento. Sintiendo un nudo en mi estómago, mientras mi boca se secaba, tuve que abrir la puerta del auto en busca de aire. Me incliné y tomé una gran bocanada de aire que llego a mis pulmones y se tardó en salir de nuevo. Respiré entrecortadamente, intentando controlarme.

—¿Te sientes bien? —me preguntó Chris, colocando su mano en forma preocupada en mi espalda.

No contesté, no me sentí capaz de hacerlo. Muchas cosas estaban pasando por mi cabeza en ese instante y solo quería tratar de ordenarlas, quería entenderlas.

Fue entonces que su voz me llego en un murmullo melancólico y hubiese querido callarlo antes, pero sus palabras ya no iban a salir de mi cabeza. No esas.

—Te quiero —susurro.

Black AngelsWhere stories live. Discover now