T/N es una joven que desde muy pequeña soñó con ser un guardia real, protegiendo al Rey y a la Reina de todo mal. Su sueño se cumplió, llegó a ser un caballero, protegiendo y sirviendo a la nobleza de cerca, pero cuando la reina murió y el Rey Blanc...
Ella nos ignoró olímpicamente, sabía que tenía que ponerme a su lado, así que casi a tropezones camine hacía ella y me puse a su costado, como lo había hecho antes con los ositos.
— Árbol mágico, árbol mágico... —habló con decisión y deseo Regina— que el día de hoy tengas la bondad de cumplir con tu misión por mi voluntad.
En eso, aquellas manzanas del árbol se transformaron en unos bellos zapatos rojos.
— Dame los zapatos —dijo Regina mientras extendía sus manos a los mencionados antes—, de la juventud eterna y la infinita belleza —añadió, arrancando las zapatillas de las ramas.
Tras acabar con su discurso, se colocó los zapatos, los cuales la envolvieron en un humo rojo y empezaron a transformarla en lo que era antes, su cabello se tornó rojizo y sus arrugas desaparecieron y que decir de su cuerpo. Los ositos exclamaron sorprendidos por lo que sus ojitos de madera veían, aunque lo único que me incomodó fueron los sonidos que hacía la reina cuando empezó a cambiar, pero todo duró muy poco ya que volvió a su estado de antes, cuando los zapatos que eran de un rojo vivo, se volvían de un rojo casi llegando al negro, parecían podridos.
— Agh. ¡No otra vez!, ¿cuánto más debo esperar?! —gruñó molesta por otra vez fracasar con los zapatos fallidos de la juventud eterna—. Limpien todo esto. Y tú T/N, necesito que te quedes a vigilar, si es posible te quedas a dormir aquí.
Era gracioso ver como Regina fallaba en su plan de volver a ser la más hermosa del reino. Soltando un suspiro de fastidio tras escuchar sus últimas palabras antes de abandonar el lugar, me agaché a tomar la cabeza que accidentalmente ella había hecho caer con su capa de uno de los ositos, se la coloqué delicadamente.
— Aquí tienes —sonreí, aunque no pudiera ver mi sonrisa por el casco.
— Gracias T/N.
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La noche había llegado y con ella las estrellas y la luna, era hermoso. Me la pasé la mayor parte de la noche a las afueras del lugar para poder apreciarlas mejor.
Las horas pasaron y tiritando por el frío que me brindaba la ahora madrugada, entre al estudio del Rey y pude ver que, por una ventana una soga era lanzada desde el otro lado de la pared y a continuación alguien se asomaba por la misma. Era Blanca nieves, me quedé por un momento en la puerta ya cerrada tras de mí, dudosa si acercarme a ella, ¿me reconocerá? Tal vez si me quito el casco. Ni siquiera me saqué el casco cuando vi como la princesa caía, aunque se incorporó en un dos por tres, solté un suspiro aliviado.
— Pensé que tendría que ayudarla princesa —solté sin más al ver como ella miraba ahora nerviosa y preocupada a su alrededor, buscando al dueño de la voz.
— ¿Q-quién eres? —preguntó nerviosa— m-muéstrate o no dudaré en-
—Tranquila Blanca nieves —respondí divertida por su actitud (aunque no era de dudar) a la vez que me posicionaba a un costado del árbol mágico y me quitaba el casco—. Saludos princesa.
