Capítulo dieciocho

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18



A Bloody no le quedó de otra que alzar el cuerpo herido de Ray y cargarlo mientras que refunfuñaba en cada paso que daba. Antes de salir de la habitación, comprobó los movimientos de la policía; éstos, seguían buscando en el piso de abajo mientras que contactaban con una persona vía telefónica.

—Maldito traidor —dijo, llevándose la mano un instante en su hombro herido. —Se ha llevado el dinero y ha llamado a la policía.

Sabía que T.J se llevaría el dinero, pero no pensé en ningún momento que sería capaz de delatar a su hermano. Simplemente, que arrastraría junto a él el maletín y nos dejaría en paz. Pero nos la jugó a todos. Yo me puse en peligro porque la policía sería capaz de llevarme junto a mi madre de nuevo. Y no, no podía volver a mi hogar después de conocer su plan retorcido contra mí para ganar popularidad en las elecciones.

—Coge el arma que tengo debajo de la espalda —lo miré, y éste asintió con la cabeza. —Vamos a colarnos en la última habitación de la planta. Si hay alguien dentro, dispara.

¿Matar a alguien?

Negué con la cabeza.

—Ni hablar.

Bloody me mostró a Ray.

—Sigo aquí porque me has pedido que lo ayude. No lo olvides.

Si quería que lo siguiera, también tendría que acatar mis exigencias.

—No mataré a nadie. Pero, —hice una pausa —los amenazaré de muerte si cometen cualquier estupidez. ¿Aceptas?

—Haz lo que quieras —avanzó con cuidado. Movió la cabeza y me indicó la puerta donde nos colaríamos. Nos detuvimos, y antes de hacer cualquier ruido que llamara la atención de los policías, Bloody me pidió que ayudara a mantener a Ray de pie mientras que forzaba la cerradura.

Al estar dentro, el silencio relajó nuestros inquietos cuerpos. No había nadie. Dejaron sus maletas para dar un paseo, y salieron sin imaginar que otros huéspedes ocuparían la pequeña habitación que rentaron.

—Sobre la cama —ordenó.

Pasé mi brazo por la cintura de Ray y tiré de su cuerpo como pude. Sus zapatos se arrastraban por el suelo, y mi mano intentó alzar sus piernas, pero no llegué a conseguirlo. Quedó tendido boca arriba, con el rostro pálido ante la cantidad de sangre que estaba perdiendo, y las muecas de dolor no tardaron en aparecer.

—¿Qué hacemos?

Bloody se burló de mí.

—Tienes que detener la hemorragia.

—¿Y-Yo?

—Eres tú quien quiere salvarle la vida. A mí me da igual.

—¡No tengo ni idea!

—¿Sabes coser?

Sacudí la cabeza.

Él se encogió de hombros, y al darse cuenta que estaba bloqueada, tomó el control de la situación.

—Busca gasas, alcohol y material para coser.

¿De dónde diablos iba a sacar todas esas cosas?

No discutí con él, busqué por toda la habitación hasta detenerme en el botiquín de primeros auxilios que había en el baño. Me rompí una uña cuando descolgué de la pared bruscamente la caja contenedora, y en vez de detenerme a observar la herida, me llevé el dedo índice a la boca esperando a que el dolor cesara.

Secuestrada por el peligroWhere stories live. Discover now