Capítulo ocho

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Bloody estaba totalmente jodido; Jiang y el hombre que lo acompañaba iban cargados con armas más potentes que la pistola que él solía llevar debajo de sus enormes vaqueros. Sentí como su mano se apartaba lentamente de mi cuerpo, dejándome huir con las personas que me llevarían de nuevo a casa. Alejó el arma de su mano, y acomodó los brazos detrás de la cabeza.

Jiang me tendió la toalla que tuve que abandonar, y oculté mi desnudez de todas esas personas que hicieron un largo viaje para salvarme la vida. Por suerte, y eso esperaba, nadie se dio cuenta de que la hija de la futura senadora se encontró desnuda en una habitación de motel.

Alzaron el cuerpo de Bloody y pasamos al otro lado del cuarto de baño. Sentí lástima por el cuerpo de Ray que se encontraba tendido en el sofá inconsciente de los golpes que recibió seguramente en la cabeza.

Ataron a Bloody a una silla, y me acerqué hasta Jiang, éste me cubrió con la chaqueta polar con la que solía vestir por las mañanas antes de llevarme al instituto.

—¿Estás bien, Alanna? —preguntó, manteniendo los brazos firmes y apuntando con el arma a Bloody.

—Mata a ese hijo de puta —susurré.

Bloody soltó una carcajada.

—Cielo, pensé que lo nuestro era amor. Me has roto el corazón.

—¡Qué te den! —Grité, recordando todo lo que hice para escapar de su lado y todo fue un fracaso.

El chófer me miró preocupado.

—¿Te...Te ha hecho algo?

Dios, la pregunta que no quería que me formularan.

—No. He tenido suerte.

Bloody captó la atención de los otros hombres.

—Y, ¿qué pasa conmigo? —se hizo la víctima, mostrando una sonrisa burlona. —La mocosa ha estado tocándomela. Puedo denunciarla por acoso sexual...

Quedé delante de él e impacté mi puño en esos labios que no dejaban de moverse. Me destrocé los nudillos, pero su rostro quedó salpicado por su propia sangre. Bloody se lamió los labios y me lanzó un beso.

—¡Mátalo! —Le pedí a Jiang.

Jiang, terminó de dar órdenes a los hombres que le siguieron por el camino. Salieron de la habitación con todas las armas que cargaban, y esperaron al otro lado del motel para reunirse con nosotros.

—Tenemos que irnos, Alanna.

—Este hijo de puta tiene que sufrir por todo lo que he pasado en las últimas 48 horas —golpeé el suelo, comportándome como una niña pequeña al no obtener lo que deseaba. —Lo quiero muerto.

Bloody me silbó.

—Me encanta cuando me dices te quiero, nena.

Estaba como una puta cabra.

Me acerqué de nuevo, y bajé mi cuerpo para quedar a la altura de su rostro. Paseé uno de los mechones humedecidos que me caían sobre la mejilla y le obligué a que me mirara fijamente. Yo no me olvidaría de él, pero Bloody de mí tampoco.

—Espero que te jodan de mil maneras en prisión.

—¿Tengo que ir preparando un vis a vis? —¿Por qué no se tomaba las cosas en serio? —Podríamos dejarlo para los viernes. Es cuando tengo la polla más dura.

Secuestrada por el peligroWhere stories live. Discover now