Capítulo XI

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Narra Eärendur

Gandalf: Al Puente de Khazad-dûm. Dice para nosotros empezar a correr hacia la otra entrada a esta Ciudad infestada de hombres de mi Padre.

Mientras estábamos corriendo hacia la salida, podía ver junto a los hobbits dando una mirada atrás nuestro, como una horda inmensa de trasgos se nos venía encima. Yo viendo en la situación en la que nos encontrábamos empecé a rechinar mis dientes con fuerza.

Eärendur: (Maldita sea, ¿Pero cuántos malditos orcos, trasgos y trolls componen las huestes de Moria? Fácilmente son miles). Pensé mientras hacía que mi espada como empezaba a cubrirse en fuego. – (Si quieres guerra Balrog, no te preocupes, pues guerra tendrás) -. Pienso mientras me preparo para enfrentarme a todo lo que se interponga en nuestro camino.

Al mismo tiempo que el mago gris nos guiaba hacia la salida, los trasgos poco a poco nos iban arrinconando por todos los lados, ya que nos paraban de aparecer por los costados, por delante, por nuestras espalda, y por el techo.

En muy poco tiempo ya estábamos rodeados por cientos o miles de enemigos, apuntandonos con sus armas. Yo apreté mis dientes intentando pensar una forma de sacarnos a todos de este maldito lugar, que si antaño fue una gran urbe que demostraba el esplendor de la raza de los enanos, ahora era una tumba y un lugar infectados de soldados leales a mi padre, aunque tengo algunos trasgos marcados no harán especialmente mucho daño.

Eärendur: No me jodas. Es lo único que me sale por los labios cuando observo junto a toda la Compañía, como una luz de fuego se encendía en la lejanía. Dicha luz anaranjada hizo huir a todos los trasgos a nuestro alrededor, haciendo que mis sospechas se cunplan, el Balrog a llegado.

Boromir: ¿Qué nueva criatura es esta? Le pregunta el capitán de Gondor a Gandalf intentando saber a que se iban a enfrentar.

Yo para esos momentos estaba bastante asustado, sabía de lo que era capaz el Balrog, pero no llegaba a tener tanto poder como para enfrentarme a esa bestia de fuego en solitario, hasta no se si Gandalf puede en duelo singular contra el enemigo que se ha presentado.

Gandalf: El Balrog. Un demonio del mundo antiguo. Este rival os supera a todos. Le responde a la pregunta de Boromir. - ¡Corred! -. Nos grita para continuar nuestra marcha, mientras uno de los guerreros mas poderosos de la Tierra Media nos persigue por los antiguos salones de los enanos.

Seguimos corriendo hasta bajar por unas escaleras, hasta que veo a Boromir ser ayudado por el príncipe elfo a no caer hacia las profundidades de la mina del enano. En eso me fijo en el mago gris.

Gandalf: Guíalos Aragorn, el puente está cerca. Le oigo decir mientras que con la mirada observa el puente que da a la entrada este de Moria, nuestra única oportunidad de salir de este lugar infectado por la oscuridad. - ¡Haz lo que te digo! Las espadas aquí ya no sirven -. Le continúa diciendo, al mismo tiempo que lo mueve de un empujón para que el montaraz se mueva.

Fuimos bajando por las escaleras hasta que nos topamos que un trozo de la misma no estaba, y hacía una separación en nuestro camino.

El primero en cruzar fue Legolas seguido de Gandalf, que cuando nos fijamos que el Balrog estaba aún en persecución nuestra, los arqueros trasgos nos lanzaban sus flechas desde la lejanía, con el objetivo de herirnos de muerte.

Boromir: Merry, Pippin. Es lo que dijo Boromir para agarrar a los dos hobbits y saltar al otro lado, al mismo tiempo que la división entre los dos grupos en los que componía nuestra compañía se agrandaban, al caerse más pedazos de la escalera.

Eärendur: Pero qué persistentes son. Digo al romper una flecha por la mitad que iba dirigida hacia mi cuerpo.

El siguiente en saltar fue Sam gracias a Aragorn, después fui yo y cuando iba a hacerlo Gimli, el enano se negó a recibir ayuda del heredero de Isildur.

HIJO DE SAURONWhere stories live. Discover now