No era de contar la historia a la perfección de cómo había llegado a París, por el simple y pequeño hecho que su memoria estaba —casi— vacía por sus recuerdos de su infancia. Aunque recordó en ese momento un hecho importante, un día que estaban con su familia, en Marsella, hojeando el album familiar. Podía identificar la rasposa y gastada voz de su tía, Lisa, diciendo algunas palabras en cuanto a éste:  "Deberías recordar esto, fue hace unos años, en Florencia" Los ojos se le había llenado de unas grandes y fuertes lágrimas, junto a un molestoso nudo que se en su garganta, desgarrandole al tragar.

Solo quería recordar su infancia, era una de las pocas cosas que anhelaba con todo su corazón y ser, puesto que podría conectar acontecimientos importantes en su vida.

—Astrid, no debí haber preguntado. Lo lamento.

—Tranquilo. Si quieres conocerme es mejor que sepas aquello de mí.

—Lo que no puedo comprender es, ¿cómo a pesar de todo el dolor que pasaste sigues sonriendo? Me refiero a esa radiante sonrisa que tienes, Astrid.

—A veces hay que aprender a superar algunas cosas—confesó, Astrid, mirando su mano la cual tomaba con fuerza la de Connor—. Oh, Dios. Lo lamento, he extrangulado tu mano...

—Descuida. Hemos llegado, querida Astrid.

Frunció el ceño extrañada por el lugar en el cual se encontraban; estaban frente a un gran parque dónde se podía apreciar a las tantas personas disfrutando de la comida en unas sensillas mesas redondas y en frente de la gran masa de personas existía un escenario de unos cuantos metros de distacia, con unas tablas de color marrón bastante claro y unas sillas en éste. Le agradaba el lugar, ya que estaban al aire libre, rodeados por una maravillosa decoración ambiental que poseía; las luces entre los árboles y las velas y flores que habían en toda y cada una de las mesas ubicadas ahí, era un lugar bastante romántico.

Connor saludó al personal de seguridad y éste inmediatamente dejó entrar a ambos al recinto, no pasaron muchos minutos cuando una camarera de dirigió hasta ellos guíandolos a una mesa vacía ubicada en el centro del armonioso y tranquilo lugar.

Jouissez (1) —dijo la chica, en un lento y seductor francés. Extendió su mano, presentando la mesa e invitándolos a tomar asiento.

Également pour vous(2) —Astrid respondió, haciendo que la chica le sonriera y se alejara de ambos.

Connor apartó la silla —como todo un caballero— para que Astrid pudiese sentarse cómodamente en la silla. Agradeció, mientras él rodeaba la mesa sentándose frente a ella con una enorme sonrisa en su rostro

—Me complican algunas palabras en francés—confesó nervioso, Connor.

—Me sucede exactamente lo mismo, pero con el inglés.

Un señor con un gran bigote y grandes lentes redondos se acercó hasta ellos con dos menú en ambas manos.

—Buenas noches, soy César y hoy los atenderé en ésta hermosa noche. Espero que disfruten del show, usted y su invitada, señor Connor—sonrió—. Díganme, ¿les traigo algo para beber?

—Champagne, por favor, para ambos, César.

—Enseguida. —El hombre salió a un apresurado paso de la mesa para ir directo en busca de la champagne.

—¿Qué pedirás, Astrid?

Los astutos ojos se Astrid se posaron en el precio de los platos; eran costosos y no había algo al precio que ella acostumbraba comer cuando iba a comer junto con Colin u Olive, no entendía el aumento de los platos, no era posible que bañaran en oro los vegetales para tener tal precio. Era también que su estómago no imploraba por cómida, sentía que vomitaría en cualquier momento de los nervios. Fue hasta las ensaladas, y señaló la ensalada Griega.

Across ParisWhere stories live. Discover now