Capítulo 38: Yo lo haré por ti. (Maratón 1/6)

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El matrimonio se acercaba. Un mes para la boda.

Christine y Elif estaban pendientes de los detalles e ideas generales de las cuales querían llevar a cabo en aquella ceremonia.

Aaron estaba inquieto y desesperante. No me había hablado desde el incidente de Julián. Hace cuatro días.

Por mi mente me cuestionaba la idea de la ceremonia. ¿Tan culpable podría sentirse Aaron para acceder a un lazo así con una mujer a la cual no quiere?

Mi alma, mi mente, todo mi ser se fundía lentamente en el fuego del infierno. Cada vez que miraba a Julián, sentía caerme en el pozo de sus ojos oscuros.

No sabía qué hacer. Era algo desesperante. Aaron se iba de mis manos, se escapaba entre mis dedos, Aaron jamás sería mío. Y no podía comprenderlo. No podía aceptarlo.

Maldecía el día en que vine a esta familia. Maldecía todo esto. Maldecía el día en que todo cambió… el día en que no tenía tantos lujos pero era feliz. Maldecía al destino, a la existencia, maldecía a la familia y a la sociedad, maldecía la posible opinión de la gente.

Elif no perdía la oportunidad de siempre mencionar su compromiso con Aaron. Siempre lo decía, y un golpe de sangre se iba a mis puños para poder golpearla.

La idea de que Aaron se pudiese ir para siempre de mí, me aterraba más que cualquier cosa.

Christine y Elif arreglaban cada mínimo detalle de la ceremonia, siempre pendientes de lo que dirá la gente, siempre preocupadas de algo que no tiene sentido, porque Aaron no quiere a Elif. Me quiere a mí.

Nos subimos al auto las tres, y el chófer comenzó a conducir. Nadie dijo palabra alguna.

Se detuvo en un edificio grande y blanco, como de cuatro pisos. Tocó el timbre Christine, y unos segundos después, salió un hombre con una sonrisa en el rostro, excesivo movimiento de manos y voz dulce y exagerada.

-        - ¡Christine Zygasil! ¡Elif Honal! ¡Nihal Zygasil!-. dijo y abrazó a mi abuela fuertemente, luego saludó a la novia con un beso en la mejilla y luego a mí-.

-         -  Hola Antonio!

-         -  Pasen chicas, pasen.

Entramos al establecimiento, uno grande, lleno de vegetación cuidada, muebles finos y jarrones grandes y de colores claros. En el primer piso había ropa para tórax, poleras, chalecos, camisas y todo para ello.  Subimos por escaleras de piso flotante al segundo. Este tenía faldas, pantalones, pijamas. Y luego subimos al tercero, mientras Antonio no dejaba de mostrarnos sus creaciones, y yo, me admiraba del lugar, que casi sin tener paredes, estaban cubiertas las paredes de vidrios donde se filtraban rayos solares.

Cuando subimos al tercero, me emocioné por completo. El sol cubría este cuarto por completo, cientos de vestidos blancos colgados en barandas de metal plateado. Miré atontada, mientras la luz del lugar y su pureza, inundaban mis sentidos.

Elif comenzó a probarse vestidos, Christine le daba su opinión, y yo me dedicaba a observar los vestidos a mí alrededor. Cada prenda me parecía más bonita que la anterior, y por primera vez en la vida, quise casarme. Me imaginé entrando a la iglesia junto a Aaron, vestida de puro blanco, Aaron con sus ojos azules, esperándome, la gente emocionada… ¡no! Jamás podría ocurrir algo así, jamás, y eso quizá era lo que más dolía.  No podría ser mío, no podríamos caminar ni ser felices, siempre las cámaras, la sociedad, Amanda, todos estarían detrás de nosotros. Las mujeres entraron a un cuarto mientras me quedé en el salón principal.

Vi una figura acercarse, pero no pude divisarla bien por los rayos de sol. A medida que se acercaba, el cabello rubio resaltaba, la altura también coincidía, los ojos azules inolvidables.

-          -¿Qué haces aquí, Aaron?

-          -¿Ni siquiera un hola?

-          -Déjame

-          -Mamá me ha llamado. ¿Dónde está?

-          -No puedes entrar… está tu “novia” probándose vestidos

Aaron guardó silencio. Comenzó a ver los vestidos blancos, prenda tras prenda.

Me quedé quieta, mientras lo contemplaba un rato. Llevaba puesto una polera blanca, jeans azules, zapatillas…

Con cada segundo que estaba junto a él, volvía a vivir a pesar de estar muriendo a causa de él.

Quitó un vestido del colgador. Lo levantó y me lo mostró. Blanco hasta las rodillas, con piedras en los tirantes y  en las puntas de este. Ajustado de la cintura, y suelto de las caderas.

-          Me encanta este vestido para ti.

Se acercó a mí, y me lo extendió. Miró hacía los probadores, indicándome que fuese hacía allá a probarme la prenda.

Caminé hasta aquella dirección, el sonido de mis pasos en el suelo. Habitación grande con espejo despampanante, luces brillantes y un asiento donde dejar las cosas.

Estaba a punto de quitar mi blusa, cuando siento dos golpes silenciosos en la puerta. Me doy la vuelta, y abro. Es Aaron.

Entra sin decir palabra, y cierra la puerta.  Pero no me besa, no me toca.

-          - ¿Vas a probártelo?

-         -  Sí.

-         - Yo lo haré por ti.

Es-taba frente a él, desabrochó los botones de mi blusa despacio, tranquilo, seduciéndome más de lo que podría estar.

Puso su  mano en mi espalda alta, hasta bajar más, y toparse con el cierre de mi falda. Bajó el cierre tan lentamente, tan inalterable, que casi le pido que lo haga más rápido.

Puso sus manos en mi cintura, y me acercó a él.

Tomó la prenda blanca de la silla, y la entró por la cabeza, hasta bajar por mi cintura, mis muslos. Rozó las piedras de los tirantes y el escote. Continúo rozando el borde mi escote, haciendo trazos rectos y curvos sobre el borde  mi sostén negro.

-         -  Te ves hermosa-.dijo-.

Le sonreí, pero abrió la puerta, para querer marcharse. Antes de que se fuera, me dijo:

-          Julián no es digno de ti

-          - ¿Acaso tú lo eres?

-          - Al menos te llevé rosas…

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora