Mujer lobo

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Las manadas de gente lobo se caracterizaban por la gran unidad de sus miembros

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Las manadas de gente lobo se caracterizaban por la gran unidad de sus miembros. Tanto las mujeres como los hombres eran sumamente protectores con los suyos, y vigilaban con ferocidad el perímetro de su bosque para que ningún invasor se les acercara. Aquella época era especialmente importante para la manada, porque estaban en temporada de apareamiento: muchas nuevas parejas se formarían y muchos nuevos cachorros nacerían, por lo que el cuidado de esos pequeños era primordial.

-Estoy preocupado por Crepa, ángel- dijo Crowley mientras meneaba la cola furioso.- Es una chica muy joven todavía para aparearse con un hombre. ¡No quiero que uno de esos mocosos impertinentes se acerque a mi nena!

-Ya, ya, Crowley, ya hablamos de esto... es esa época de la vida en que los jóvenes escogen a su compañero o compañera para toda la vida. No lo podemos evitar, es tan natural como el cambio de estación..

-¿Cómo natural? Hasta ayer le estaba enseñando a seguir el rastro de los animales del bosque, y a aullar de forma adecuada cuando hay luna llena. ¿En qué momento se convirtió en una adulta?

Aziraphale consoló a su esposo lo mejor que pudo, aunque por dentro él también sentía nervios por su hija. Crepa era una lobita muy adorable, muy buena, lo cual no era bueno en sí ya que ellos eran una raza peleadora. La ternura de Crepa no parecía encajar con los demás; en vez de salir a cazar prefería quedarse en la aldea a cuidar de los niños, aceptaba con mansedumbre cualquier orden que le dieran sus mayores y nunca había tenido simpatías con ningún chico, como las demás lobas de su edad. ¿Una niña tan pura estaría lista para convertirse en adulta?

(...)

-Este año lo lograré, Crepa. ¡Voy a mostrar que soy un lobo digno y las chicas caerán rendidas a mis pies!

-Si tú lo dices, David... ¡te deseo mucha suerte! Sé que encontrarás una compañera este año- alentó Crepa a su mejor amigo, mientras recogían hortalizas en el huerto tenebroso, como llamaban a la gran parcela húmeda donde crecían hierbas, calabazas y papas salvajes. David asintió y estiró las orejas, al parecer escuchando algo importante.

-Las chicas de la expedición de cacería están volviendo. ¡Tengo que estar bien presentable para ellas! Crepita, ¿te molesta si me voy antes?

-Anda, ve, no hay problema. Yo me las puedo arreglar lo más bien sola para llevar estas hortalizas a la aldea.

David se marchó entusiasmado y ella sonrió, complacida. Sabía que David era uno de los hombres lobo más atractivos de su manada, y que ahora que había madurado como adulto no le costaría mucho encontrar una pareja. Ella, en cambio, no tenía apuro. No había sentido ese impulso animal que decían sus amigas que les daba a las chicas a esa edad, cuando conocían a su pareja destinada y, en muchos casos, se apareaban por primera vez.

"No necesito apurarme, cuando sea el momento de armar una familia lo sabré. Mientras tanto, ¡mi familia son mis padres! Y estoy bien con ellos... ¡Oh, será mejor que me apure en llevarles estas hortalizas, papá Zira dijo que quería hacer una sopa para todos los niños solos!"

Crepa no usaba nunca la palabra "huérfanos", porque ella misma lo había sido y sabía lo dura que podía ser esa palabra. Los niños solos eran aquellos lobitos que habían perdido a sus padres a manos de depredadores, o en guerras contra otros habitantes del bosque, que era enorme y daba albergue a muchas criaturas. Su padre Aziraphale se encargaba de cuidar un refugio de niños solos, con la ayuda de su esposo Crowley, de ella misma y de algunos lobos mayores que eran ya demasiado viejos para salir fuera de la aldea. Habiendo llenado su canasta Crepa se paró y emprendió el camino de regreso, teniendo cuidado en donde pisaba.

-No debes dejar rastros incluso dentro de nuestro territorio, hija- le había enseñado Crowley.- Es una buena práctica para el futuro, porque un día te tocará salir y deberás estar en guardia.

"Solo me queda un tramo corto por esta pendiente, aunque... ¡Uf! La canasta pesa más de lo que yo creía..."

-¿Quieres que te ayude, encanto?- susurró una voz encima suyo. Crepa agachó las orejas y dilató las pupilas hasta ver a quien le había hablado: era un joven lobo de ojos azules y pelo negro, muy alto, con una sonrisa entre coqueta y peligrosa que le aceleró el corazón. Ante su cara temerosa el chico bajó del árbol y alzó ambas manos en señal de paz.- Tranquila, no voy a atacarte...

-¿Quién eres tú y qué haces aquí? No eres de mi manada.

-Cierto. Soy de una manada que queda más al norte, pero viajé aquí por pedido de mi tío...

-¿Tu tío...? Un momento. ¿Tu tío es Crowley?

-¡Eso mismo! ¿Lo conoces?- preguntó el muchacho alegremente.- Tío Crowley dijo que precisaban ayuda con algo, pero no especificó con qué. Daba igual, sea lo que sea yo no iba a dejarlo esperando así que me vine. ¿Por cierto, cómo adivinaste que éramos parientes?

-¡Yo soy la hija de Crowley, Crepa!- contestó ella con una sonrisa de oreja a oreja.- Le oí decir muchas veces que quería que su sobrino viniera a nuestra aldea, para ayudar a papá Zira a administrar el refugio de niños solos. ¡No puedo creer que seas tú!

-Ahh... ¿entonces somos primos? Bueno, pues mucho gusto, prima Crepa- saludó de nuevo el joven besándole la punta de los dedos.- Mi nombre es Neil Crowley, para servirte.

-¡Primo Neil, bienvenido a casa! Vamos, te guiaré con gusto a nuestra aldea. Justo estaba llevando estas verduras para la cena de los niños, ¿te molesta si las cargas un rato?

-No, para nada. ¿Pesan demasiado, querida?

-Oh, no. Pero ya que ahora somos dos, aprovecharé para llevar unas cuantas de estas frutas silvestres con mis manos. Así tendremos alimento asegurado para un par de días más.

Neil la observó con admiración durante todo el camino de regreso, ignorando las miradas de admiración que le dirigieron otras hembras de la manada cuando llegaron al poblado. Ninguna tenía la ternura de su prima, que ni bien llegó se puso a ayudar a su padre con los preparativos de la cena, mientras se daba tiempo para jugar con los niños y conversar con él y con Crowley, que había llegado hacía un rato. El corazón y el cuerpo parecían arderle.

-Dime, tío Crowley... ¿Crepa no tiene familia todavía...?

-¡Claro que la tiene! Nos tiene a Zira y a mí. ¿Qué pregunta es esa? Oh... un momento...

-¡Vaaya, tío, mira la hora que es, estoy molido! Tengo que ir a echarme un rato para recuperarse del viaje- exclamó riendo ante la mirada llena de sospecha del lobo mayor.

-Sí, sí, ve a dormir a nuestra casa, anda... pero mucho cuidado con confundirte de cuarto con el de mi hija, ¿¿eh??

-Crowley, por dios, ¡no hagas papelones!- le susurró Zira un rato más tarde, mientras Crepa le servía la sopa a los niños y les cantaba una canción. Crowley hizo un mohín y contestó, alicaído:

-Es que tengo la sensación que cavé mi propia tumba al pedirle a Neil que venga. Parece haber quedado fascinado con Crepa.

-Ya lo noté... ¿y que hablamos hoy más temprano?

-Que es esa época de la vida en que los jóvenes conocen a su pareja destinada y que no podemos evitar que Crepa crezca- repitió Crowley con las orejas caídas. Zira ocultó una risita y le susurró para que nadie más lo oyera:

-¿Acaso no te gustaría que nuestra hija y Neil se hicieran pareja? Ya sabes, quedaría todo en familia y no tendrías que tener de yerno a uno de esos mocosos, como llamas a los chicos de por aquí.

-Oye... ¡No suena tan mal! Sí, Neil es de confianza y con suerte me dará nietos bonitos en un futuro.

-Si Crepa quiere. Y algo me dice que querrá... cuando los vi llegar juntos pude sentir algo flotando entre ellos. Podrían ser una de esas parejas destinadas.

CrepaversoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz