Cocinera

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Crepa Crowley Fell siempre había sido bella y radiante, el tipo de chica que lucía bien con cualquier cosa

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Crepa Crowley Fell siempre había sido bella y radiante, el tipo de chica que lucía bien con cualquier cosa. Ropa, maquillaje, joyería, lo que fuera que se pusiera despertaba admiración en los demás. Tenía muchos seguidores en las redes, y por lo menos la mitad de ellos pensaban que sería una buena modelo. Algo que no solo pensaban los desconocidos, por cierto; muchos parientes y amigos solían preguntarle si no le gustaría participar de un desfile, o un comercial, o algo relativo al mundo de la moda. A lo que ella siempre respondía:

-Es un mundo muy bonito, pero no es para mí. Me saco fotos lindas por diversión, no por ambición.

Aunque los que la querían respetaban ese punto de vista, las ofertas le llegaron de todos modos al cumplir la mayoría de edad: como una joven influencer con una belleza deslumbrante y un carisma natural, varias marcas se tomaron el trabajo de contactarla y ofrecerle diferentes productos, desde ropa hasta accesorios de moda, para que los publicitara. Como aquello no era invasivo (no debía pasar horas en un estudio grabando un comercial), Crepa decidió aceptar y jugar "a ser famosa", haciendo hauls de cada paquete que le enviaban. Pero siempre aclaraba que no duraría.

-No quiero que esto se haga demasiado grande y me vea arrastrada a una vida que no es para mí- insistía.- Cuando sienta que este asunto de la publicidad se me sale de las manos, lo dejaré. No quiero que controle mi vida.

-Princesita, eso está muy bien, me hace sentir orgulloso que pienses así- le comentó Aziraphale un día, abrazándola.- Tienes la cabeza muy bien puesta, tesoro, estoy seguro que de esa forma lograrás ser feliz a tu manera y no la de otros.

-Yo también te apoyo en lo que decidas, Crepa, confío mucho en tu juicio- agregó su otro padre, Crowley.- Pero, si no es como influencer, ¿qué cosa te gustaría hacer en tu futuro?

-Papi, todavía no estoy segura, pero sé que lo sabré cuando llegue el momento.

(...)

Cinco años después, lo supo. Cuando se casó con su compañero de universidad Neil.

Aunque ella había estudiado diseño gráfico y Neil periodismo, ambos habían coincidido lo suficiente como para ir desarrollando una bonita amistad. Amistad que desde un principio se supo terminaría en romance: la forma en que ambos se miraban, hablaban el uno del otro, incluso la forma en que comían juntos, todo decía a gritos que terminarían siendo pareja. En efecto, después de un tiempo se hicieron novios y al cabo de otro año decidieron casarse. Aunque algunos pensaron que era una decisión apresurada, ellos sabían que era lo correcto.

-No tiene sentido esperar cuando sabemos lo que queremos- argumentó ella ante sus padres.- No se preocupen, por favor, Neil y yo lo tenemos todo planeado. Hemos ahorrado y tenemos en vista el departamento perfecto para vivir, además él consiguió un puesto fijo en la redacción de un periódico. Estaremos bien.

-¿Y tú, tesoro? ¿Buscarás un puesto como diseñadora gráfica?

-¡Oh, claro! Solo que no ahora, papi- aclaró ella sonrojándose un poco.- La boda está muy cerca y yo preferí concentrarme en eso, ¡ya sabes! La ceremonia y nuestra luna de miel, la mudanza... al fin y al cabo ahorramos por tanto tiempo para esto, para poder darle importancia al momento de unir nuestras vidas.

-Claro, tienes razón. Además eres joven, tienes tiempo de sobra para dedicarte a una carrera o a lo que sea que tú quieras.

Aunque sus padres la apoyaron en un 100%, muchas personas pensaron que Crepa Crowley Fell sí había cometido un error. El error de desperdiciar su juventud y talento como influencer para hacer una vida ordinaria, casándose y dedicándose al hogar. Porque eso fue exactamente lo que hizo: después de casarse se dedicó a cuidar de su hogar, su esposo y su pequeño emprendimiento de viandas caseras. Lejos de su época de estudiante, Crepa se dio cuenta que la publicidad y el diseño gráfico habían sido solo momentos en su vida, parte del camino, pero no su destino. ¿Por qué tantas personas habían asumido que debía ser una famosa modelo o una empresaria audaz? ¿Por qué no podían solo aceptar que su felicidad había venido de otro sitio?

-Mi amor, ¿estás llorando?- preguntó Neil una noche, tomándola de las manos preocupado. Crepa aceptó y se refugió en su pecho, tratando de poner en palabras lo que llevaba un tiempo pensando.

-Querido, yo te amo tanto, ¡lo sabes! Te amé desde que te vi y amo la vida que tenemos. No me molesta ser ama de casa, no me molesta que tú trabajes mientras yo hago mis viandas. ¿Por qué me molestaría? ¿Qué tiene de indigno lo que yo hago?

-¡No tiene nada de indigno, mi amor!- aseguró Neil apretándola con fuerza.- Déjame adivinar... ¿Haters otra vez?

-A veces la gente es mala sin razón, Neil- se lamentó Crepa.- Muchos siguen diciéndome que desperdicié mi vida y yo no lo siento así para nada, ¿entonces para qué lo hacen? ¿Para mortificarme? Sé que no debiera darle importancia pero a veces hasta yo me canso.

-Mi amor, escúchame bien: a donde sea que vayas siempre habrá gente que te critique y gente que te acepte, sin importar lo que tú hagas. Entonces, debes respirar hondo y dejar ir a las personas que te hagan llorar como ahora. Si tú eres feliz cocinando y vendiendo viandas, y llevando una vida tranquila en casa, nadie tiene derecho a robarte esa felicidad. ¿A quién le importa lo que opinen un grupo de envidiosos y amargados por las redes? Tú pon la frente en alto y sonríe, mi vida.

-Neil... ¡muchas gracias, mi amor! Yo necesitaba tanto oír eso- lloriqueó Crepa más tranquila, rompiendo el abrazo para limpiarse las lágrimas.- Tienes razón, desde luego. Si yo soy feliz con la vida que llevo, nadie puede hacerme sentir mal por eso. Me gusta ser tu esposa y tener la casa impecable, y me gusta cocinar y poder probar recetas nuevas para vender. ¡Es más, voy a lavarme la cara ahora y voy a ir al supermercado a hacer las compras! ¿Me acompañas?

-Dalo por hecho, cariño- aceptó Neil guiñándole el ojo.- Deja voy por las llaves del auto y vamos.

(...)

Crepa había heredado el talento en la cocina de su papá Aziraphale. Desde niña había aprendido a dominar los fogones, pero nunca creyó que eso se tornaría una parte vital de su mundo. El camino de la vida, pensó, era largo y daba muchas vueltas. Recién al casarse fue cuando pudo descubrir lo mucho que la apasionaba, porque Neil había sufrido un accidente de auto que lo mantuvo alejado del trabajo por dos meses y ella tuvo que idear aquello de las viandas para obtener un ingreso extra. Cuando su esposo se recuperó, sentía ya demasiado aprecio por sus clientes y no quiso abandonarlos. Tampoco quiso dejar de lado su divertida rutina de hacer las compras, cocinar y probar comidas nuevas en restaurantes en busca de ideas.

-Si hubiera querido ser cocinera hubiera estudiado gastronomía, pero no quería- admitió.- Solo lo descubrí conforme pasaba el tiempo, debido a las circunstancias. Ahora me resulta difícil imaginar mi vida sin mis platos, mis viandas...

-¿Y sin mí?- inquirió angustiado un jovencito rubio como ella de aproximadamente siete años. Crepa rió y abrazó con fuerza a su hijo, besándole el pelo y asintiendo con la cabeza.

-Sin tu padre y sin ti nada sería igual, tesoro. Ustedes son mi más grande logro. Ser cocinera es algo hermoso, siempre y cuando ustedes sean los primeros en probar mis comidas.

-¡Yo siempre querré comer tu comida, mami! Sobre todo si son esas hamburguesas gigantes con papas fritas...

-¿Eso es una indirecta, Lemonite?- preguntó Crepa pícaramente. Su hijo rió divertido y ella lo tomó de la mano, mientras con la otra guiaba el carrito del supermercado.- Entonces vamos, compremos los ingredientes para unas ricas hamburguesas y luego volvamos a casa. Estoy segura que tu papá nos estará esperando ansioso.

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