Capítulo 5

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«Me estás enseñando a amar. Yo no sabía. Amar no es pedir, es dar. Mi  alma, vacía»
Gerardo Diego.

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Amy no había parado de molestar a Martina desde que vio por primera al hombre que comenzaba a ser la razón de los desvelos de su amiga. De primera impresión Marcel Bernal le pareció un buen hombre, educado, compresivo y Martina se veía tan a gusto a su lado.

—Los dos se gustan y no me lo vayas a negar muérgana. Lo note desde el primer instante, ambos congeniaron a la perfección   —Martina sonrió ampliamente.

—¿En serio lo crees Amy?

—¡Que sí, mujer! Tendría que ser ciega para no haberlo notado. —dijo la rubia mientras cortaba algunas verduras para preparar su cena más tarde. Martina miró a su amiga con interés.

—Nunca te lo he preguntado… ¿pero tú te has enamorado alguna vez Amy? —la rubia detuvo lo que estaba haciendo.

—Podría decirse que el amor no fue hecho para mí, he conocido hombres pero ninguno que supiera como llegar comprenderme o amarme de la manera correcta. De las decepciones siempre se aprende una lección.

—¿Y para ti cual fue esa lección?

—Nunca confiar en un hombre que le importe más la opinión de los otros que la tuya.

—Debió ser un gran patán.

—Así es pero ahora no estoy para más patanes en mi vida. —Amy había aceptado hace mucho tiempo que nunca podría vivir con una vida amarrada y contenida como la mayoría de las mujeres casadas. No quiere decir que no soñara alguna vez con enamorarse de verdad o tener una familia propia, un hijo o una hija, a la cual darle todo de lo que fue negada cuando era más joven; aún era joven tenía solo veinticinco años y podría tener un hijo sin necesidad de casarse con un imbécil, solo que Woodstock no abundaban los hombres de su gusto, ni los que aceptaran su oficio sin considerarla una maestra de la magia negra.

“¡Uhs! al paso que iba terminaría vieja, sola y seca”-pensó la rubia decepcionada.

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Los días que Marcel la visitaba, Martina por fin podía arreglarse debidamente. Usaba los vestidos nuevos que le compraba su madre, los cuales juró nunca ponerse y ahora mírenla. Su madre se reía de ella cada vez que la veía frente a un espejo buscando que el vestido no tuviera ninguna arruga.

—¿Nerviosa? —preguntó burlona lady Phaby.

—No, para nada madre. —“¡Mentira! Cada vez que venía Marcel sus nervios se alteraran”.

—El lord Bernal acaba de llegar y te espera en la sala.

—¡Ya voy! —ella salió de su habitación apresurada sin voltear a ver a su madre que tenía una amplia sonrisa en sus labios.

Esos dos terminaran casados antes de que termine el año, ¡de su cuenta corre!” –pensaba con mucha convicción la marquesa. Lady Phaby bajó las escaleras y los vio en la sala; su hija parecía nerviosa y tenía las mejillas sonrojadas. El lord Bernal notó su presencia.

—Miladi. —dijo con educación y la marquesa sonrió.

—Buen día lord Bernal.

—¿Querrá ver los planos para la remodelación?

—No querido, ese proyecto es de Martina. Yo estaré en mi estudio leyendo así tendrán mas privacidad —la marquesa se dio vuelta y dejó a la pareja a solas en la sala.

Marcel le entregó los planos en los que había estado trabajando todos esos días y noches, Martina los estudio con detenimientos sin ningún tipo de expresión y luego le sonrió.

©𝑆𝐸𝑅𝐸𝑁𝐷𝐼𝑃𝐼𝐴. Saga: Palabras Hermosas.Место, где живут истории. Откройте их для себя