Capítulo 3

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«Hay quien ha venido al mundo para amar a una sola mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella»
—José Ortega y Gasset.  

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Marcel salió montando en su caballo hacia la casa de los Felton como había prometido para ver la habitación que lady Martina quería remodelar. En el camino vio un chiquillo rubio de pequeña estatura a los lejos, lo reconoció y le hizo preguntarse: ¿qué hacia aquel niño tan lejos de su casa? Desmontó su caballo y camino hacia él, los ojos verdes de inmediato lo miraron.

—Albern —él se alejó a cada paso que daba. El temor de Marcel era que saliera corriendo y después se perdiera —No voy a lastimarte, recuerda, estuve en tu casa hace apenas ayer. Soy amigo de tu familia.

El niño no confiaba en mí por lo que debo ser cauteloso con él” –pensó Marcel.  Albern aparto la mirada volviendo a ignorarlo.

—Albern es de mala educación no mirar cuando te hablan —el rubio niño frunció su ceño y volvió a fijar sus ojos en él, casi podía ligeros rasgos de lady Martina en el —¿Por qué tu hermana o tus padres no están contigo? ¿Saben que estas fuera de tu casa?

—No, yo quise salir a jugar solo sin que ellos lo supieran.

—Humm. No es bueno que te escaparas así, tu familia debe estar preocupada por ti pequeño —Marcel notó el peluche que traía consigo, era un muñeco de oso que ya estaba viejo y su bracito necesitaba ser cosido. —¿Te gustan mucho los muñecos con forma de animales?

El niño asintió.

—Te regalaré muchos muñecos si vamos de regreso a tu casa, ¿quieres que tu hermana Martina se preocupe pensando que algo malo te pasó? —el negó. —Entonces ven conmigo pequeño.

Marcel llevó al niño sobre su caballo y evitó tocarlo lo menos posible porque eso molestaba a Albern. Apenas cruzaron los terrenos de marqués Sellers vio a los sirvientes de un lado a otro buscando a alguien. Martina no sabía dónde más buscar le había dado vuelta a toda la casa pero su hermano no aparecía por ningún lado, sus padres se hallaban igual de angustiados.

—¡Miladi! —la castaña volteó y sintió como el alma le regresaba al cuerpo al ver a Albern siendo traído en el caballo del lord Bernal.

—¡Albern! —Martina corrió hacia ellos y abrazó a su hermano apenas desmontó del corcel —¡¿Qué estabas pensando?! No te desaparezca sin decir a dónde vas sabes que nos preocupas a todos Albern.

—Lo siento —murmuró el niño por lo bajo. Los ojos verdes de lady Martina miraron agradecidos a Marcel.

—Gracias por traerlo lord Bernal. Nunca suele irse tan lejos.

—¡Albern —la marquesa Phaby salió de la casa y fue de inmediato hacia su hijo, abrazándolo —¡No vuelvas a darnos estos sustos!

La mujer se llevó al niño de la mano mientras este miraba por última vez a Marcel y agitaba su mano en modo de despedida. Marcel miró a lady Martina.

—Él no tiene mucho amigos ¿cierto? —ella suspiró.

—Le cuesta hablar con los demás niños de su edad, lo miran raro y lo apartan. No es fácil para Albern hacerse amigos, lo tratan diferente y lo creen enfermo. —las manos de Martina se apretaban en puños. —Son todos unos Imbéciles, mi hermano no es un enfermo mental.

—Tiene usted razón, miladi. Yo veo que Albern es un niño sano como cualquier otro. —dijo consolador. —¿Él siempre fue así para relacionarse? —preguntó curioso el lord Bernal sin intención de ofender a nadie.

©𝑆𝐸𝑅𝐸𝑁𝐷𝐼𝑃𝐼𝐴. Saga: Palabras Hermosas.Where stories live. Discover now