𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑨𝑻𝑶𝑹𝑪𝑬

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Los ruidos que hizo al llegar a la puerta le hicieron pensar a Cindy que la tiraría abajo.

—¡Aguanta allí! —exclamó del otro lado observando como el picaporte se sacudía—. Carl está en camino y Steve podría llegar en cualquier momento.

—¡Está lleno de cadáveres! —se quejó tratando de ahogar el frío miedo latente que se arremolinaba escaleras abajo— Cindy sácame de aquí, es un asco.

La morena comenzó a sentir el olor a podrido y retorció su cara como si estuviera a punto de devolver también.

El motor de un auto sonó, el vehículo café de Cindy se estaba estacionando en la entrada de la casa vieja y abandonada. Ella casi suelta un taco cuando miró por la ventana a través de las roídas cortinas, ahora tendría que pensar cómo evadirlo para salir corriendo en busca de Carl.

—¿Qué es todo ese jaleo? —preguntó fastidiado con una mochila al hombro que parecía pesada.

Steve miró hacia la puerta, Sara dejó de golpear.

—¡Sácame de aquí imbécil! —le gritó.

Cindy abrió su boca impresionada ¿cuándo Sara Miller había soltado palabrotas? Ella no lo hacía, pensó. Debía de estar realmente cabreada.

Aunque, claramente, ella ya no era quién conocían.

—Dice que hay cadáveres en el sótano —apuntó Cindy—, huele fatal.

—Mierda.

Steve caminó hacia el sótano y Cindy lo frenó de la manga de su buzo.

—¿Sabes algo de eso? —le cuestionó consternada.

—Estaban guardados, ¿qué es lo que hizo para encontrarlos? —se quejó él tirando de su brazo y sacándosela de encima—. No lo haremos aquí, caminaremos un poco hacia el bosque. El olor se hará peor.

Steve comenzó a hacerse cargo de Sara, la sacó de allí y la estampó contra la pared para atarle las manos mientras ella forcejeaba.

—Los muertos que hubieron fueron porque se resistieron hasta el final, Steve —trató de hacerlo entrar en razón, ya no estaba tan segura de que Sara se dejase llevar. Había peleado todo este tiempo, se había librado de los obstáculos y la que luchaba ahora era mucho más valiente y decidida que la antigua Sara—. No lo sé, siento que no funcionará.

—Lo hará —insistió él—. Es tan digna como nosotros, entonces yo te perdonaré por esto y volveremos a estar juntos. ¿No es así, bebé?

—Ni en tus sueños —escupió Sara.

Mientras tanto, en la oficina del equipo de Carver todos se estaban moviendo con prisa. Los detectives salieron como relámpagos en busca del vehículo que uno de los vecinos de los padres de Joys observó salir con un singular muchacho pelirrojo. Aran seguía esperando la llamada de Cindy, de hecho, tenía tanto su celular como el de Sara en sus bolsillos y los revisaba a cada rato como si ello hiciera que el tono de llamada apareciera. La única pista era esta: alguien viendo a Carl Joys. Por suerte tenían la patente y la descripción del auto y ahora, mientras que por radio le iban indicando por dónde andaba el coche, ellos se dirigían a toda velocidad en su dirección.

Rita pensó que solo ella y Hoult debían ir, pero Aran insistió con una corazonada inexplicable. Eran demasiadas coincidencias juntas, pensaba, ¿por qué Joys se arriesgaría justo hoy en robar el auto de su familia? Al menos, quería creer que tenía razón.

Por eso ahora mismo conducían por una carretera lejos de la parte urbana de la ciudad, el auto andaba ligeramente apresurado y ellos los siguieron desde atrás. Rita y Rob conducían un vehículo policial mucho más atrás de ellos que lo seguían más de cerca camuflándose como dos simples viajeros en el Mustang de Aran.

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