Capítulo IX

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Cuando mi corazón ha dejado de latir con tanta fuerza y las lágrimas han dejado de salir decido alejarme del abrazo de Armunens.

—¿Estás bien?

Cuestiona con preocupación. Asiento, a la vez que trato de desaparecer los rastros mojados de tristeza en mis mejillas con ambos brazos. Suelto un suspiro.

—No te vayas.

Digo con voz débil gracias a mi llanto. Sacude mi cabello ligeramente, ocasionando que una risa se escape de mis labios y una sonrisa se forme en mi rostro.

—No lo haré —contesta con delicadeza.

Sus pasos se alejan, inspeccionan el suelo que pisa y las paredes que toca. Se pasea por toda la planta baja, se aleja tanto que ya no puedo sentir el vibrar de sus pasos en la madera, solo escucharlos.

—¿Prefieres contarme ahora?

Inquiere. Trago saliva con dificultad. No pensaba hacerlo. ¿Cómo puedo explicar algo que ni siquiera yo entiendo?

—¿Empezamos con el chico muerto?

"Chico muerto". Mi corazón se estremece con esa frase. Es la realidad, mi nueva realidad. Una nueva realidad en la que cada descubrimiento me lanza una cachetada directo al alma.

Alguien debe ayudarte a ver con claridad

La voz de la chica me hace dar un salto. Niego con la cabeza. La respiración comienza a faltarme, como si alguien le impidiera el paso al oxígeno para entrar a mis pulmones.

—No puedo. —Niego cada vez más rápido con la cabeza—. No puedo hacerlo, esto es demasiado.

—Oye, ¿estás...?

—¡No! —lo interrumpo—. ¡No estoy bien!

Cuando las lágrimas están a punto de salir, el cuerpo de Armunens impacta contra el mío, nuevamente, en un abrazo.

—Aquí me quedaré todo lo que sea necesario, y si no quieres contarme está bien, no es necesario, mientras que confíes en que puedo ayudarte a salvarte.

—¿Ayudarme a salvarme? —cuestiono por la extraña frase.

—Sé que eres la única que puede salvarte, nadie más que tú sabe qué necesitas para hacerlo, y si yo puedo ayudarte: estoy dispuesto a hacerlo.

Su voz es tan cálida como el Sol, logra transmitirme confianza en cada palabra que pronuncia, me hace sentir protegida ante cosas, o personas, que ni siquiera conozco. Suelto un suspiro de resignación y me aparto del abrazo.

—Mis padres murieron en un incendio. —Comienzo—. El día del funeral Tsohg apareció y me trajo acompañó a casa, desde entonces lo único que hace es cuidarme y no dejarme salir de la casa.

—¿Tsohg? ¿El chico muerto? —Asiento con debilidad—. Continúa.

—Desde entonces tengo sueños vívidos con el día que mis padres murieron.

—Un momento —me interrumpe—. ¿Tú cómo saliste de ese incendio?

Abro la boca para dar una explicación, pero nada sale de ella, como si de repente me hubiera quedado muda. En realidad, nunca me detuve a pensar en eso. ¿Cómo salí viva de ese incendio?

—No lo sé —respondo.

¿Te muestro?

Suelto un grito horrorizada. Tapo mis oídos con mis palmas, esperando que sea suficiente para callar esas voces. Entonces su risa aparece, dentro de mí.

SusurrosWhere stories live. Discover now