Capítulo I

53 12 79
                                    

Escucho el sonido del fuego avivándose al lado de mí. Trago saliva con nerviosismo, ninguno de los dos hemos abierto la boca en los últimos minutos, ¿qué deberíamos decir exactamente? Siento su presencia frente a mí, la suela de su zapato golpea frenéticamente el suelo; está nervioso. Su respiración suena agitada, trata de ocultar su miedo pero le es imposible.

—¿A qué viniste? —pregunto al fin.

—La abuela... —tartamudea casi en un susurro.

—¡No! Dile que su caridad se la lleve lejos. Cuando mi madre y mi padre la necesitaban nos dio la espalda, todo ¿por qué? ¡Porque su hija había nacido ciega! —lo interrumpo en un grito. Una lágrima se escapa por mi ojo izquierdo.

Sujeto los lentes que se recargan en la curvatura de mi nariz y mis orejas, con un movimiento rápido los arrebato haciendo que estos caigan al suelo. Escucho a mi invitado moverse entre el sofá, cada vez alejándose un poco más. Doy dos pasos largos rectos.

—¡Mira mis ojos! Anda, hazlo —hablo intimidante.

—¡Es mejor que me vaya!

Sus zapatos suenan por toda la habitación creando un eco en la misma. La puerta se abre y se cierra de una logrando que la casa se inunde con un ruido ensordecedor. A lo lejos logro escuchar un automóvil encenderse, las llantas chocan y se hunden con el lodo creado por la lluvia de hace unos minutos.

—¡Maldita sea! —Se escucha su voz a lo lejos.

Segundos después el sonido de las llantas se alejan velozmente, como si el automóvil también sintiera el mismo miedo de aquel chico; mi primo. Toda la familia al enterarse que era ciega tacharon a mi madre y padre de estar malditos, jamás se atrevieron a entrar a la casa, decían que una nube negra la cubría por completo, incluso cuando murieron jamás se atrevieron a poner un pie en esta casa. Con cuentos e historias fantásticas mi abuela convenció a mis primos de que mi ceguera era una maldición y que todo el que mirara directamente a mis ojos tendrían el mismo destino. Suspiro agotada.

—Mi cabeza —me quejo.

Lentamente bajo mi cuerpo hasta llegar al suelo, comienzo a gatear en busca de mis lentes, no son necesarios claro está, pero es mejor a dejar que mis ojos sean vistos.

—¡Oh, Blind, Blind! —una voz masculina se presenta entre el silencio. Hago una mueca, mi nombre me da siempre un recordatorio de lo que soy.

El sonido de sus pies contra la madera me alertan; está bajando las escaleras descalzo, probablemente se levantó por el ruido que causó mi invitado.

—¡Ah, Tsohg! De verdad lamento levantarte, no fue nada —hablo nerviosa.

—No te preocupes, ¿estás bien?

Su voz suena en mi oído izquierdo. Su voz me recuerda a la de mi padre, solo que más opaca. Alzo mis labios para formar una sonrisa y asentir ante su pregunta.

—Ayúdame a buscar mis lentes y volveremos a dormir. —Poso mis manos en el suelo frío. A tientas sigo buscando con la esperanza de no romperlos.

—Le prometí a tu madre que te cuidaría, eso implica que no utilices esas cosas —su voz se apaga conforme habla—. Blind, tus ojos son de un hermoso color gris.

—¿Gris?

—Sí, son como un espejo traslúcido que logra reflejar todo, sin dejar a las personas ver qué hay dentro de ti, solo nos haces apreciar la belleza de lo que hay a nuestro alrededor.

Su voz me cautiva por un instante, me hace sentir segura. Siento mis mejillas arder, como si las llamas del fuego se impregnaran en mis pómulos.

—A veces quisiera conocer todos esos colores de los que me hablas —menciono con tristeza.

—Algún día, Blind. Mientras vamos a dormir —sugiere.

Sujeta mis hombros para ayudarme a levantarme. Mientras me guía a la habitación me advierte por cualquier cosa que me haga caer. Recargo mi cabeza en él, siempre ha sido tan protector desde el día en que lo conocí; estaba devastada por la muerte de mis padres, entonces su voz cálida llegó a iluminar mis días, se quedó para ayudarme a teñir mi vida de colores, aun cuando todo en ésta carece de color.

—¡Llegamos a su habitación, madame! —su voz adopta un acento extraño. Suelto una pequeña risa.

Ahora sujeta mi mano liderándome hasta mi cama, a pesar de ello cuento los pasos de la puerta hasta ella: uno, dos, tres cuatro, cinco, seis. Mi rodilla choca contra la base de la cama, me lanzo encima de esta, es tan mullida que mi cuerpo se hunde de inmediato en el colchón. La manta se desliza por mi cuerpo tapándolo por completo. Tsohg acaricia mi frente, algo húmedo impacta contra ella, frunzo el ceño en la dirección donde creo se encuentra; suelta una risa.

—Solo besé tu frente y dejé un poco de baba, perdón —habla entre risas, no hace eco en la habitación así que supongo ha dejado la puerta abierta—. Cualquier cosa estoy en el cuarto de enfrente. Hasta mañana Blind.

—Hasta mañana, Tsohg.

El sonido de la madera rechinando me indica que está caminando, el sonido se hace cada vez menos perceptible hasta que no lo escucho más. Trago saliva, siempre me he encontrado en completa oscuridad, pero cuando se alía con el silencio me quedo completamente paralizada, no sé qué puede esconderse en los rincones de las habitaciones.

«Blind...»

Un viento frío choca contra mi oído izquierdo; mi cuerpo reacciona temblando. Un gruñido me alerta, tapo mi cabeza con la manta que tapa mi cuerpo. Mi respiración se vuelve agitada, el gruñido vuelve a aparecer.

—¡Blind!

Me quejo por lo bajo, había olvidado que Tsohg ronca cuando duerme y habla dormido de vez en cuando. Suspiro aliviada. No debo de preocuparme. Incluso, por un momento había tenido el sentimiento de alguien observándome desde la esquina de mi habitación, pero eso es imposible. Debo calmarme o me volveré loca.

----------------------------------------------------------------------------------------------

¡Buenas noches, mi gente bonita! Una historia que se me acaba de ocurrir. Y dejo admitir que me ha gustado (igual que la portada, Dios, la amé).

Espero no equivocarme ya que al ser ciega mi protagonista me tengo que guiar de puros sonidos y cosas que ella toca, jaja. Ojalá les guste.

A ti, que estás dándote el tiempo para leer esto, te amo.

SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora