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Domingo, Dulce domingo.

No podía recordar mucho de lo que había sucedido ayer, solo sabía que debió ser una noche interesante porque mi cama estaba dando vueltas, tengo ganas de vomitar pero no puedo levantarme.

Unos golpes en mi puerta estaban acabando con mi paciencia, ¿qué persona tan cruel está torturando de esa manera a mi pobre puerta?.

Hice todo el esfuerzo del mundo para ponerme de pie y no caerme en el intento, estaba débil. Pensaría que estaba muerta si no fuera porque la persona que estaba tocando mi puerta hacía que mi dolor de cabeza aumentara, y ese dolor me confirmaba que estaba viva.

Hice tanto esfuerzo en vano, porque una vez que abrí la puerta me arrepentí de no haber revisado quién era. No tenía fuerzas para cerrarla, ni para seguir escuchando como Christian llamaba a mi entrada.

—Buenos días, Anastasia.–Tenía una cara seria, y en este momento yo no estaba en condiciones para criticarlo, apostaba que yo me veía horrible.

Me le quedé viendo porque ni siquiera podía pronunciar alguna palabra, y no porque estuviera sorprendida, la razón es porque tenía la garganta seca, tan seca que ardía. Lo dejé ahí parado en lo que yo iba a la cocina por un vaso de agua, pero él lo interpretó como una invitación para pasar.

—¿Cómo te sientes?.–dijo cerrando la puerta y siguiéndome.

"Claro, estás en tu casa, pásale". Pensé mientras vertía un poco de agua en un vaso, el líquido frío revivió mi pobre garganta y sentí que ya podía conectar Cerebro-Boca.

—Mejor de lo que merezco.–Levanté mi mano pidiéndole que se detuviera cuando lo vi con intenciones de seguir bombardeándome con preguntas.—Dame un segundo, necesito poner esto en orden.–señalé mi cabeza, cerré los ojos para que el dolor se fuera, no era muy fan de las pastillas.

Christian estaba quieto, casi sin moverse, y ahí pude darme a la tarea de analizarlo. Quise sonreír de solo pensar que aún era raro verlo sin sus trajes, pero recordé que estaba muy enojada.

—¿Qué haces aquí, Christian?.

—Deja de portarte tan infantil, por favor. Anastasia, me estás evadiendo y necesitamos hablar.

—Vaya, así que ahora también vienes hasta mi casa para ofenderme.

—Vamos a tranquilizarnos.–Christian cerró sus ojos mientras respiraba, todavía no iniciábamos la conversación y una vena ya se estaba marcando en su frente.—Ana, ¿podemos hablar, por favor?.–dijo en forma de suplica, debo de reconocer que si me estaba comportando como una niña.

—Está bien, solo deja refrescarme. Está haciendo calor.—trate de echarme aire con las manos.—No me tardo.

Fui hasta mi recámara solo para poder darme un baño, cuando vi mi reflejo me asusté un poco. Mi cabello, al igual que mi fleco, estaba pegado a mi rostro por culpa del calor que estaba sintiendo, y eso era raro porque ya estábamos en temporada de invierno. Aún había rastro de maquillaje deshecho en mi rostro, pero estaba agradecida de que al menos, por esta vez, Luke no me vomitó.

Me bañé rápidamente, sequé un poco mi cabello porque no quería enfermarme. Me puse un pantalón holgado y una camiseta de Luke, era la vestimenta para holgazanear en casa. Tenía varios cambios de ropa varonil porque a veces Luke se quedaba a dormir y algunas veces no toleraba verlo en calzoncillos tanto rato.

Somos chocolateWhere stories live. Discover now