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-He faltado últimamente al trabajo –dijo JiHyo tomando una cucharada más de helado.
- ¿No te da miedo que te despidan?
-Soy mi propia jefa...
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Ese no era mi caso, llegué a la oficina, encendí el ordenador y me instalé en mi cubículo.
Mis compañeros me saludaron y proseguí a marcar horas extra en mi horario de la semana siguiente. Llené mis reportes, escribí mi carta de justificación, edité fotos y a la hora del almuerzo fui llamado a la oficina de mi supervisor.
-El jefe de la sección de hogares quiere verte.
Okey... esto ya era demasiado raro.
Subí en el ascensor los dos pisos siguientes y toqué a la puerta.
-Dame una razón para que no te despidan.
-Eh... ¿seré padre?
-¿Sabes?, es un poco extraño pedir que todos los posibles despedidos sean enviados a mi oficina para entrevistarlos... pero terminantemente es algo que vale la pena.
- ¿Me explica?
-Desde que dejamos de imprimir la columna de la señorita Urai, recursos humanos me ha presionado para presentarles una columna más fraternal. Si te soy sincero no tengo idea de quién lee esta sección, pero si me traes algo jugoso y fresco, te triplicaré el sueldo.
-Pero yo soy reportero, no escritor.
-Si algo me enseñó mi madre es que cualquiera con un toque de locura puede escribir... ¡no te estreses! Haz lo que sea, no sé, tu vida, tu paternidad, tu estima, ¡lo que sea! Sólo escribe, y si me gusta, tendrás asegurado un aumento de sueldo, mejor estabilidad económica, mejor resumen curricular y un puesto fijo.
