Clase

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Si alguna vez Rey quiso que Ben le diera clases de alquimia en el pasado, ahora se arrepentía

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Si alguna vez Rey quiso que Ben le diera clases de alquimia en el pasado, ahora se arrepentía.

Ben era estricto, disciplinado, y también impaciente e irritante, lo que provocaba constantes discusiones.

- ¡Esas son las medidas! ¡Como una receta!

- ¡Las recetas de cocina se guían por la intuición! - respondía ella.

- ¡No! ¡Tienes que seguir unas instrucciones! ¡Como aquí!

- ¡Se nota que has cocinado poco!

- ¡Lo suficiente!

Era posible que todo aquello le recordara que su libro estaba en manos enemigas, que era solo cuestión de tiempo que lo descifraran. A ella también le preocupaba, pero no sabía si eso justificaba tantas peleas.

A pesar de todo, era un buen profesor. Ben le enseñaba a reconocer los materiales en la naturaleza, a recolectarlos, y luego a utilizarlos.

Era fascinante ver el mundo a través de sus ojos, la forma en que lo catalogaba y estudiaba, para luego poder usar sus elementos. No solo en su beneficio, sino a veces por pura curiosidad. Como un niño pequeño.

Y a él le apasionaba. Era evidente en su rostro.

Un día, mientras ella estudiaba unas reacciones básicas, Ben trabajaba a su lado. Removía una sustancia pegajosa y oscura en la que metía unos palillos para embadurnarlos y que luego dejaba secar a su lado.

- ¿Qué haces?

- Ya lo verás – respondió él concentrado.

Esa noche, se alejaron del campamento. Ben llevaba los palillos ya secos, la sustancia los cubría como una segunda piel. Cuando llegaron a un claro, Ben clavó la antorcha que llevaba en el suelo y le dio uno de los palillos a Rey.

- Acerca la punta al fuego. Con cuidado.

Rey le miró extrañada, pero obedeció. En cuando el fuego rozó el palillo, este estalló en llamas.

No, no eran llamas. Eran chispas. Como las chispas cuando el herrero golpeaba el metal. Brillantes y chisporroteantes, saltando en todas direcciones.

Rey lo observó fascinada, hasta que la llamita consumió toda la sustancia y la luz se apagó.

- ¿Te gusta? - preguntó Ben.

- Es precioso – respondió Rey con una sonrisa - Es como tener una estrella en las manos.

Ben se rio con la exageración.

- Has trabajado duro. Quería hacer algo bonito para ti.

Cuando Rey volvió a mirarle sorprendida, Ben tenía los ojos fijos en los árboles, como si fueran lo más interesante del mundo. Pero la oscuridad de la noche no pudo ocultar el rubor que le subía por el cuello.

- Gracias - susurró Rey, también ruborizándose.

Se quedaron un rato en silencio, sin saber muy bien qué decir.

- ¿Quieres otro? - preguntó Ben al final.

- ¡Si! - exclamó Rey.

Septiembre2020 microficWhere stories live. Discover now