Mercurio

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En una cacería, es fácil ser el cazador. Buscar pistas, seguir un rastro. Ser la presa era diferente, y el último recurso. Pero a eso la había empujado Ben Solo.


Sabía que estaba en la ciudad, ahora solo tenía que atraerlo.


En los últimos días, había visitado a todo un librero y físico para anunciar que vendía unas extrañas páginas arrancadas de un libro, el símbolo alquímico del mercurio bien visible y al que reaccionaban con una mezcla de alarma y codicia.


Bien. Harían correr el rumor.


Desde luego el vendedor ante ella había escuchado algo, pálido y sudoroso, pero no por el calor de la calle abarrotada.


- ¿Hay trato? - insistió Rey.


- Bueno... La-la alquimia está pro-prohibida – tartamudeó.


- Por eso vale más.


- Yo...


Los ojos del hombre no paraban de moverse, de las páginas a ella, de ella a la entrada del mercado. Por eso cuando se quedaron fijo en la calle, Rey supo que el tiempo se había agotado. Al girarse, vio las túnicas negras de los Caballeros de Ren yendo directos hacia ella.


Con un suspiro, se guardó las páginas y sin esperar más salió corriendo, dejando atrás la voz estridente del mercader:


- ¡Es ella! ¡Está aquí!


A empujones, avanzó por el mercado lo más rápido que pudo. A su espalda se escucharon gritos y destrozos. La habían visto.


De repente, alguien la agarró del brazo y tiró de ella hasta un callejón. Un hombre con una basta túnica y el rostro oculto bajo una capucha, que cayó hacia atrás al zarandearla.


Ahí estaba, el hombre de su visión, ojos oscuros, nariz alargada.


- ¿¡Qué crees que haces!?


- Me envía tu madre – respondió Rey en u lugar, y como esperaba la reacción fue instantánea.


La ira se evaporó de su cara, el hombre pareció transformarse en el niño.


Rey no le dio tiempo a más. Ya habría tiempo para explicaciones.


- ¡Corre!

Septiembre2020 microficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora