Prólogo

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Narrador

―Tengo una pregunta que hacerte―Kian revolvió el té helado con la pequeña pajilla, esquivando la mirada fija de Dylan. Se sentía realmente incómodo, tratando de formular la pregunta, encontrando las palabras correctas para expresar lo que realmente quiere decir.

―Te escucho―susurró ella, dando un sorbo a su chocolate caliente.

―Bueno, más bien son varias preguntas―soltó una risa y se alborotó el cabello―, primero que nada, ¿quién es Trevor Moran? ¿Por qué siempre andas con él para todos lados?

“Y aquí vamos otra vez”, susurró la vocecilla en la mente de Dylan. Innumerables veces Dylan le había explicado a Kian que entre Trevor y ella no había absolutamente nada más que una gran amistad, pero el castaño era tan insistente que no le entraba en la cabeza. La desconfianza que sentía por Trevor no le dejaba pensar con claridad las cosas.

―Ya te lo he dicho. Trevor y yo somos amigos. Es simple.

―Pero, ¿es para tanto? ―recriminó él―Quiero decir, ¿tiene que ir a todos lados contigo?

―¿Lo ves aquí en estos momentos? ―cuestionó ella, con una leve sonrisa. Perfectamente Kian pudo haber perdido la memoria, pero los celos no lo habían abandonado.

―No, pero no ha venido porque no quiso. El chico no vino porque yo no se lo permití―respondió―, bueno, no importa. Vamos con la siguiente pregunta. ¿Quién es Sam?

Dylan subió la mirada inmediatamente al escuchar el nombre de la persona que creía su amigo, el que había causado tanto daño, y el responsable de que Kian se encontraba en estas condiciones. La incomodidad se hizo presente en la mesa. Kian miró con detenimiento a la castaña. Su piel se había puesto pálida, como si hubiera visto a un fantasma.

 ―¿Qué sucede? ―susurró él.

―¿Quién te ha dicho ese nombre? ―cuestionó Dylan―. ¿Cómo lo has recordado?

―¿Debería recordarlo?

―Claro que sí―asintió. Luego de unos segundos, agitó la cabeza tratando de bloquear su mente de aquellos pensamientos―, Sam era…, uhm…, n chico de nuestra escuela, ¿recuerdas?

―No―Kian rió―, no lo recuerdo. ¿Podrías hablar más claro? No lo logro comprender tu juego de palabras, Dylan.

La muchacha tomó unas respiraciones profundas. Se removió incómoda en el asiento bajo la mirada de Kian. Ella sabía perfectamente que después de decirle quién era realmente era Sam Pottorff, el chic explotaría. Algo que estaba haciendo muy a menudo los últimos días.

Dylan cerró sus ojos con fuerza y le lanzó la información de una sola vez.

―Gracias a Sam tú perdiste la memoria.

Silencio, nada más que silencio se escuchaba a su alrededor.

Con un poco de temor. La castaña comenzó a abrir sus ojos para ver si Kian seguía ahí. Y efectivamente, estaba ahí. Pálido como el papel, sin siquiera pestañear. Las manos que descansaban sobre la mesa iban poco a poco convirtiéndose en puños. La vena del cuello de Kian se notaba y la muchacha podía ver como estaba palpitaba bombeando la sangre rápidamente.

La memoria había abandonado a Kian, pero su temperamento explosivo seguía siendo el mismo. Con cautela, Dylan comenzó a arrastra su mano derecha por la mesa, con la intención de posarla sobre el puño de Kian, pero su acto se vio interrumpido por el castaño, que se paró violentamente de la silla, haciendo que cayera hacia atrás.

―¿Qué dijiste? ―le preguntó con los dientes apretados y la cabeza ardiendo de rabia. La muchacha no se sentía con el valor de responder, lo que logró que el chico enfureciera aún más―¡Respóndeme!

―S-Sam…, él es el causante de tu pérdida de memoria―titubeó―pero por favor, no te alteres qu…

―¿Cómo mierda puedes decirme que no me altere, Dylan? ―rugió―¡Yo confié en ti! Creí que eras sincera conmigo.

―Y lo he sido.

―¡Mentira! ―la acusó, alzando la voz, emitiendo un eco en la casa― ¡Eso tendrías que habérmelo dicho en el momento en el que salí del hospital!

Dylan se paró de su asiento con cuidado. Quería acercarse a él, pero el ataque de rabia le nublaba los sentidos. Kian se acercó y la zarandeó por lo hombros.

―¡¿Por qué no me lo dijiste antes?! ―rugió con enojo.

―El doctor me dijo que no tenía que contarte cosas así. Él me advirtió que algo como esto podía pasar.

―¡Me importa poco lo que dijo ese imbécil! Tú―la apuntó con su dedo índice―, se supone que tú era mi prometida, ¿no? ¡Tú deber era decirme cada una de las cosas de mi pasado! ¿Cuántas malditas veces te pregunté? ¡Maldición! Pero no, tuviste que mantener la maldita boca cerrada.

―Kian, yo---

―Cállate, Dylan―el muchacho inhaló fuertemente―, solo mantén tu bonita boca cerrada. Como siempre lo has hecho. Tengo una última pregunta que hacerte. ¿Te gustó verme la cara de imbécil?

Dylan se quedó perpleja ante el ataque que estaba sufriendo su ex novio. Las manos le temblaban, el miedo recorría su cuerpo. Bastante tiempo había durad Kian sin esos arranques de ira y bipolaridad. Pero todo lo que se va tiene que volver e algún momento.

―Tu silencio me lo dice todo―murmura Kian. Soltó una risa sin humor―, gracias por tu ayuda, Dylan.

Kian giró sobre sus talones y abandonó la sala de estar. La muchacha se estremeció aún parada donde estaba cuando escuchó el fuerte portazo que el castaño había dado. Se maldecía una y otra vez por no haberle contado todo desde el principio. Así se habría ahorrado todo esto.

Dylan secó las lágrimas que corrían por sus mejillas, sintiendo como su corazón se encogía con los segundos que pasaban. El antiguo Kian estaba de regreso, cometiendo los mismos errores de antes.

mistakes; kian lawley (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora