Capítulo uno

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Sky

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Sky.

El dolor apabullante que esta embargando mi cuerpo en este preciso momento es tan atronador que logró dejarme sin aire por largos plazos de tiempo.

No lograba diferenciar si el dolor físico pesaba más que el emocional.

Una vorágine de sentimientos oscuros y tortuosos llegó a mi como un látigo demoledor, azotandome con fuerza y causando que el nudo que está instalado en mi garganta se incremente.

Se que estoy llorando. Siento como el líquido tibio y salado se escapa de mis ojos para seguidamente, deslizarse por mis mejillas y morir en mis comisuras.

Abro y cierro la boca constantemente. En un desesperado intento por inhalar aire y aminorar la quemazón que me escuece la garganta.

Soy plenamente consciente de las múltiples voces que pronuncian mi nombre, oigo como me hablan pero, los murmullos llegan a mis oídos de manera baja e ininteligible.

Cierro los ojos, a medida que apreto con fuerza los párpados tratando de controlar el dolor visceral que me somete.

En ese instante justo, cuando siento que no puedo más, lo veo. Veo sus brillantes ojos verdosos con destellos azulados mirándome con el amor y la dulzura que lo caracterizaba. Veo su sonrisa jovial en conjunto con su pose desgarbada y despreocupada.

Sin buscarlo, me encuentro retrocediendo en el tiempo, unos diez años atrás; apreciando ante mis ojos la imagen de una niña de cabello oscuro junto a un hombre.

Inmediatamente reconocí aquel escenario.

Estaba teniendo un recuerdo de mi niñez.

-No llores cariño, recuerda que eres como los astronautas.

-¿Por qué ellos no lloran, papi?

-La gravedad no permite que sus lágrimas caigan, Sky. Además, ellos son fuertes, son valientes.

-¿Tu eres valiente papá?

-Aveces no tanto. ¿Y tú, Sky? ¿Eres fuerte y valiente como los astronautas?

-¡¡Si papá!!

-¡La presión arterial esta bajando!- los murmullos volvieron a hacerce presentes, el techo blanco inmaculado sobre mi cabeza era lo único que mis ojos podían ver; me sentía lánguida y aletargada.

-¡Vamos, princesa!¡Estoy aquí!- La voz pastosa de Bruno logró discipar un poco la bruma oscura que amenazaba con consumirme, apreté su mano de vuelta. Tratando con todas mis fuerzas, de no sucumbir ante la somnolencia.

-¡Comienza a pujar!

-¡Tu puedes, princesa!

Soy fuerte.

Soy valiente.

Yo puedo.

Haciendo acopio de todas mis fuerzas seguí las indicaciones del médico que trataba de isntruirme. Mi cuerpo añoraba la calma, necesitaba un descanso con suma urgencia de todo este caos.

-¡Ahora!

Una gran bocanada de aire fue inhalada por mis pulmones antes de comenzar a pujar. Con cada esfuerzo que hacia sentía como algo dentro de mi iba desgarrandose más y más... el vacío que mi corazón sentía era tan pero tan asolador, que el desasosiego que siento no me da tregua.

Quiero gritar con todas mi fuerzas y levantarme de esta incómoda cama.

Quiero salir corriendo y huir de este lugar.

Quiero dejar de sentir... dejar de sufrir...

-¡Una vez más!

-¡AHH!- Grité, con las fuerzas mínimas que aún mi cuerpo conservaba y, seguidamente, un llanto potente comenzó a reverberar por toda la estancia.

Algo viscoso y oscuro se instaló en mi pecho. Una sensación enfermiza, demencial e incidiosa estaba abriéndose paso por todo mi sistema y, estaba apunto de estallar y perder los estribos.

Mi corazón se paralizó en el momento justo en el que lo sentí...

No sabía como reaccionar. Tenía la boca abierta, a medida que contenía el aire sin razón. Mi cabeza palpitaba, mis ojos quemaban y mis oídos se retorcian por el tedioso llanto.

-Es un niño... trajiste al mundo a un varón, princesa- los ojos de Bruno estaban puestos en el bulto rosaceo que se movía sobre mi pecho, sus ojos brillaban a medida que una sonrisa amenazaba con dividir su rostro.

-Llevatelo.

-¿Qué?- Murmuró, desconcertado.

-Quitalo de encima de mi-Las palabras me abandonaron con una calma aterradora, de un momento a otro todo lo que sentía fue eclipsado y, sólo podía percatarme de el. Se movía desesperado, a medida que intentaba acurrucarse más contra mi pecho.

No podía apartar mis ojos de los suyos, aunque, quería con todas mis jodidas fuerzas hacerlo. No podía dejar de mirar ese par de ojos verdosos, tan iguales a los de el.

-¡LLEVATELO! ¡QUITAMELO DE ENCIMA, MALDITA SEA!-Empecé a gritar, desesperada porque apartaran a eso que se movía de mi, el llanto volvió, nublandome aún más los sentidos.

-El primer contacto es fundamental para el bebé- Una enfermera comenzó a hablar pero, no aguante más, el calor que emanaba del bulto que yacia sobre mi pecho me quemaba, me torturaba infinitamente.

-¡ALEJALO!¡LLEVATELO BRUNO, SACA LO DE AQUÍ!-No podía parar de gimotear y sollozar, a medida que me movía con desespero.

Todos me miraban como si me hubiese salido otra cabeza pero, yo no podía concentrarme en otra cosa que no fuera en la criatura que estaba sobre mi.

Con rapidez, la misma enfermera que me había hablado minutos antes se acercó, tomando el pequeño bulto entre sus manos, y alejandolo de mi como si yo fuera una amenaza potencial para el.

Sentía como si de un momento a otro me hubiesen devuelto en el tiempo. Llevandome a aquella tarde en la que vi el filme donde torturaban a mis padres hasta arrancarles la vida.

El dolor punzante y latente salió a flote. Apoderándose de cada poro de mi cuerpo. Haciendo que cada vello se me erizara debido al millar de sensaciones que estaba embargandome.

-¡PAPÁ, MAMÁ!¡SAQUENME DE AQUÍ, AYUDENME!-No sabía porque estaba llamándolos si en el fondo, sabía que ya no estaban. Pero, mi cuerpo clamaba por paz, suplicaba por un poco de calma.

El llanto desmedido salía de mi garganta como si de una plegaria se tratase. El entorno a mi alrededor se había tornado difuso, todo había comenzado a perder enfonque y, el cansancio comenzó a pasarme factura, viniendo para cobrarle a mi cuerpo cada fibra mínima de energía que aún se hallará en el.

Un pinchazo en mi cuello causó que comenzará a divagar y, de un momento a otro, todo se desdibujo.

Luego de eso, frente a mis ojos sólo había negrura.

Consumido en sus llamasWhere stories live. Discover now