Capítulo 1 - El visitante nocturno

2.3K 93 58
                                    

"Cada uno somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro infierno" - Oscar Wilde


Todo comienza con ese maldito meteorito.

Cae del cielo sin previo aviso, coronándolo con luces de colores. Un estallido y esa sombra monumental empieza a descender, más y más de prisa, tiñendo el firmamento de azul, de verde y, por último, rosa. Luego para en seco y, fragmentándose en miles de pequeñas luciérnagas, los trozos descienden lentamente hacia el suelo; parecen fuegos artificiales, salidos de algún tipo de espectáculo.

Observo embobada la escena, con los ojos abiertos como platos. Esas pequeñas motas brillantes danzarinas son lo más bonito que he visto nunca, cada una de ellas con un color diferente, destacando como farolillos centelleantes en la oscura noche.

- ¡Auch!

- ¿Estás bien, Alex?

Michael me mira preocupado, todavía con un sorbete de limón medio vacío en la mano. Estamos en su porche, sin comprender muy bien qué acaba de pasar.

-No te preocupes, sólo se me ha metido algo en el ojo -. Me rasco, pero eso no hace más que aumentar el picor.

- ¿Te imaginas que tienes una de esas luces dentro del ojo?

Miro a mi mejor amigo, preguntándome si lo estará diciendo en serio. En la semioscuridad, veo cómo le va naciendo una sonrisa en la cara hasta convertirse en carcajada. Empiezo a reírme yo también.

A nuestro alrededor, las luces van desvaneciéndose. Como si nunca hubieran existido.


A la mañana siguiente, desayuno con las voces de las noticias de un canal de televisión de fondo, pensando qué hacer esos últimos días de verano que parecen escaparse poco a poco entre mis dedos.

La presentadora suena clara y entusiasmada y la voz acaba sacándome de mi ensimismación.

- ¿Qué opina de lo ocurrido ayer, doctor Foster?

- Todavía no podemos sacar nada en claro, pero estamos ante el espectáculo más hermoso que la naturaleza nos ha otorgado.

Presto atención a la corta entrevista, masticando el último trozo de tostada. Sin duda alguna fue un espectáculo hermoso, aunque para mí, como estaba a punto en descubrir, era el inicio de una pesadilla.


Ese día tengo repaso de matemáticas en una academia del centro, cercana al despacho de abogados donde trabaja mi madre. Odio tener que ir a esas horas a estudiar, pero no puedo hacer otra cosa; tengo los exámenes de recuperación en unas pocas semanas, y más me vale aprobarlos. Cojo el metro, abstraída, con la música saliendo a todo volumen por los finos auriculares blancos que compré a principios de verano. Es en ese instante es cuando lo siento. Una mirada que me atraviesa por dentro.

No es la típica mirada esquiva de alguien curioso o de algún pervertido. Es tan fría que congela cada pequeña parte de mi ser y entumece mi cuerpo. Me froto los hombros con fuerza, intentando entrar en calor, buscando frenéticamente alguna mirada culpable. Pero las personas a mi alrededor están absortas en sus propios pensamientos, sin prestarme atención.

Esa extraña sensación me acompaña el resto del día, como si alguien vigilase todos mis pasos con lupa. Me sigue de vuelta a casa, estudiándome cada vez que me llevo algo a la boca, cada vez que bostezo. Estoy incómoda como nunca lo he estado; no tengo ganas de ver a nadie ni de hacer nada.

No pruebo bocado en la cena, la dejo intacta en el plato y subo las escaleras de dos en dos, atravesando el largo pasillo para encerrarme en mi habitación. Tumbada en la cama, resguardándome entre las sábanas como he hecho tantas veces cuando era pequeña, cierro los ojos e intento tranquilizarme. Aspiro e inspiro, diciéndome a mí misma que no es más que mi imaginación jugándome una mala pasada. El corazón, que me late con fuerza dentro del pecho, va poco a poco bajando las pulsaciones hasta que me siento con fuerzas para salir de debajo de las sábanas.

Un grito se ahoga entonces en mi garganta.

Allí, encima de mí, con un peso tan liviano que ni lo siento, un ser de ojos oscuros me mira con la frialdad del témpano. Nos observamos durante largo rato, sin decir nada, mientras intento convencerme de que no es más que un sueño.

Es un joven transparente, como si estuviese hecho de puro aire. Su pelo cae en una cascada oscura y roza mis pómulos, pero yo soy incapaz de sentir el leve roce del largo cabello. Entre unas facciones finas y unos ojos rasgados nace una boca irónica que sonríe con verdadera malicia; es una boca hermosa, como la de un animal salvaje, creada para morder.

Estoy tan anonadada admirando su cara que tardo varios minutos en darme cuenta de los dos pequeños cuernos que le crecen a ambos lados de la cabeza. No son muy grandes, pero al mirarlos siento verdadero pánico.

Y entonces chillo.

Mi madre sube corriendo las escaleras, preocupada, pero no parece notar nada raro en mi habitación; es incapaz de ver al ser tumbado encima de mí, y eso parece divertir a la criatura. Intento aparentar normalidad y ella vuelve a cerrar la puerta, con el ceño fruncido. El joven ríe con fuerza y se incorpora poco a poco. Sentándose a los pies de mi cama con aparente normalidad, me estudia atentamente.


Esa noche no puedo dormir y el ser tampoco lo hace, aunque por la mañana no muestra signos de cansancio. Pruebo a comunicarme con él, pero sólo sonríe como un maniaco. Intento que se marche, pero está dispuesto a quedarse conmigo. Mi frustración parece divertirle aún más.

No sé qué es exactamente, o si existe de verdad, pero empiezo a creer que es una especie de demonio personal que el infierno me ha enviado por algún mal que hice en mi vida pasada. Decido referirme a él como "demonio", sin saber su verdadero nombre.

No se separa de mí en todo el día, siguiéndome con una mirada fría y constante que empiezo a conocer bastante bien. Me acompaña a hacer la compra, me analiza mientras como y hasta en el baño puedo verlo observándome, con una sonrisa traviesa pintando su felino rostro.

Quiero pegarle, pegar ese cuerpo fantasmal que sólo yo veo y hacerlo desaparecer. Pero el demonio se burla en silencio de mí, disfrutando del placer que le causa verme en ese estado. Me siento agotada, sin energía, con el cuerpo en tensión, pero incapaz de dormir al acecho de esa criatura invisible.

No parece que vaya a atacarme, sólo observa. Pero aun así, cuando lo vigilo por el rabillo del ojo, intentando comprobar si sigue a mi lado, tiemblo de miedo, pues sé que aquel ser no ha venido para ser amigo mío.

Creo que está aquí para atormentarme. No se me ocurre pensar que quizás, para él, yo también soy un tormento.


Aunque en la historia el "demonio" tiene pelo y ojos oscuros, no he encontrado otra imagen que se parezca más a él xD

Outsiders (en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora