Capítulo 7 - Un lugar donde quedarse

354 41 23
                                    

"El lugar que amamos, ése es nuestro hogar; un hogar que nuestros pies pueden abandonar, pero no nuestros corazones" - Oliver Wendell Holmes

Leonard ya se había enterado de la traición de Alice. Tras colgar, Luna me explica que ese falso taxista intentaba rescatarnos, esperaba acercarnos lo máximo posible a un punto en concreto donde habían quedado para tendernos una emboscada; cuando Alice descubriese que aquello era una trampa ya sería demasiado tarde. Su plan había fallado fundamentalmente por un error: el subestimar a su enemiga.

–        Dice que esperemos aquí dentro, que alguien vendrá a buscarnos – añade Luna al final, más tranquila tras la llamada.

Asiento y me dejo caer sobre el mostrador, mirando de reojo al dependiente, perdido en una especie de limbo en el que Luna le ha sumido. Ojalá estuviese en su lugar. Suspiro y empiezo a leer una revista, esperando que el tiempo pase más rápido, pero está en francés y lo único que puedo hacer es suponer lo que dicen y admirar las fotos.

Media hora más tarde, un todoterreno oscuro aparca y el sonido del potente motor rompe la monotonía y el aburrimiento al que nos habíamos acostumbrado. De dentro, una mujer alta y esbelta hace su aparición, seguida de dos hombres con pinta de guardaespaldas. Nos ponemos en guardia al verla entrar, sin saber si es amiga o enemiga.

Sus zapatos de tacón de aguja resuenan sobre el mármol blanco, produciendo un sonido que se me antoja parecido al de las agujas de un reloj; tic, tac, los segundos pasan, peligrosamente lentos. Se sitúa a unos pocos centímetros de distancia y nos observa durante varios minutos, en completo silencio.

Es una mujer impactante, me recuerda a una ninfa del agua. Su cabello rubio, que cae en cascada sobre su espalda, parece brillar con luz propia, y sus ojos son dos esmeraldas perfectas. Finalmente sonríe, mostrando unos dientes perlados y perfectamente alineados. Unas pequeñas arrugas aparecen entonces, delatando el paso de los años por su rostro.

–        Siento haberos hecho esperar. Mi nombre es Ariadna y soy quién dirige la Institución Eneas. Veo que habéis tenido serios problemas en vuestro viaje, lo lamento.

Estamos tan sorprendidas que ninguna de las dos sabemos qué decir.

–        No os preocupéis. Ya estáis a salvo –. Nuestra desconfianza no pasa desapercibida.

–        También se suponía que estábamos a salvo con Alice –. Las palabras salen de mi boca antes de que pueda pararme a pensarlas.

Ariadna sonríe de nuevo y, como si fuese una más, se sienta entre nosotras en el mostrador, dejando los pies en el aire, sin rozar el suelo.

–        No me extraña que dudéis, sinceramente. Si yo estuviera en vuestro lugar haría lo mismo – Su tono de voz adquiere una repentina seriedad –. Pero hemos gastado mucho dinero para traeros hasta aquí, hemos perdido al pobre Rodrigo, que murió intentando salvaros... Sería muy grosero por vuestra parte si no nos acompañaseis ahora.

Rodrigo debe de ser el falso taxista. Qué extraña es la vida, que pone en nuestro camino a personas que creemos conocer y terminan traicionándonos y gente que no nos conoce pero es capaz de dar la vida por nosotros. Me pregunto si Rodrigo tendrá familia, si hoy unos hijos esperarán toda la noche a que aparezca un padre que ya no volverá, si hoy por primera vez en muchas noches una mujer dormirá en una cama vacía y fría sabiendo que tardará años en acostumbrarse a ese espacio, a ese hueco que ha quedado sin llenar por un malvado giro del destino. No quiero pensar que la muerte de ese hombre ha sido en vano, pero no puedo evitar pensar que así es.

–        ¿Por qué deberíamos creer lo que dices? –. La voz de Luna termina con el hilo de mis pensamientos, devolviéndome a la realidad.

Outsiders (en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora