Capítulo 9 - Hacer lo correcto

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     "Jamás dejes que las dudas paralicen tus acciones. Toma siempre todas las decisiones que necesites tomar, incluso sin tener la seguridad o certeza de que estás decidiendo correctamente." – Paulo Coelho

     –Ven un momento, Alex – me ordena Ariadna, haciendo que deje por terminar el sabroso bol de cereales con leche que estaba desayunando.

Han pasado cuatro días desde que Luna y yo llegamos a Eneas y casi parece que sea una eternidad. Poco a poco vamos acostumbrándonos a ese modo de vida tan diferente al nuestro, descubriendo la detallada organización de ese lugar que, cual maquinaria perfecta, desarrolla todo con prontitud y ligereza.

Mientras sigo a esa mujer por los pasillos, intento acordarme de qué clase tengo hoy; por las mañanas estudiamos, como si estuviésemos en el colegio, y luego tenemos toda la tarde para nosotros. La mayoría de las clases las da Claudia, que era profesora en un instituto antes de venir aquí, aunque eso parece tan pasado como si de otra vida se tratase.

Historia. Creo que dijo que hoy hablaríamos de la Segunda Guerra Mundial.

Ariadna abre la puerta de su despacho. Me habían preparado para ello, pero el espectáculo me deja sin respiración: es un enorme laboratorio con instrumentos que creía posibles sólo en las películas de ciencia ficción. Con una mano, me indica que tome asiento en unos sillones grises y se sitúa enfrente de mí.

–¿Te han contado qué hacemos aquí? – pregunta, cambiando de postura para acomodarse.

–Dicen que aquí es donde investigas qué son... estos seres –. Sigo sin saber muy bien cómo llamarlos.

–Aquí se hace más que eso– calla por unos segundos, con la mirada perdida en el infinito –. Cuando James llegó sólo era capaz de entender lo que decían los demás, pero no le entendían a él. Ahora es capaz de hacer que todos nos podamos comunicar perfectamente.

–¿A dónde intentas llegar?

–No nos encargamos sólo de investigar a esas criaturas. También intentamos sacar todo el provecho de sus poderes.

Agacho la cabeza, asimilando toda la información.

–Pero yo... no sé muy bien qué poder tengo.

–Por eso mismo me llamas tanto la atención, Alex. Eres como una piedra preciosa sin pulir – Sus ojos brillan, llenos de emoción –. ¿Qué le hiciste exactamente a Alice? ¿Hasta dónde pueden llegar tus poderes?

–No sé si quiero averiguarlo...

–No me esperaba esa respuesta –. Parece decepcionada.

–No recuerdo qué le hice a Alice, pero no fue nada bueno.

Ariadna no contesta, me mira fijamente. Finalmente suspira, se levanta y me abre la puerta, invitándome a salir.

–Lo siento...

No sé qué más decir, me siento como una hija que acaba de decepcionar a su madre.

–        Piénsatelo bien, Alex. Podrías hacer muchas cosas si controlas ese poder.

Cierra la puerta, dejándome sola en medio del pasillo, con mis sentimientos y junto a ese alienígena invisible que todavía no ha abierto la boca.

No tengo ganas de ir a las clases de Claudia, así que me escapo para dar una vuelta por los amplios jardines. James tenía razón, poco a poco me he ido acostumbrando al frío.

Oculta entre unos matorrales, hay una fuente que parece llevar mucho tiempo sin funcionar. Como intentando tocar el cielo, un ángel de piedra extiende los brazos hacia arriba. Su expresión es de profunda tristeza.

Me siento en el borde, imaginándome cómo sería ese sitio si la fuente funcionase.

"No soy un asesino, Alex."

–No he dicho que lo seas.

"Pero sé que lo piensas."

Miro fijamente a esa criatura que durante semanas me ha atormentado y que ahora se sienta junto a mí con verdadera cara de preocupación.

–¿Qué le hiciste a Alice, Yokai?

"No lo sé. Recuerdo sentirme como si tuviese un cuerpo de nuevo, era una sensación maravillosa. Cuando me di cuenta de lo que ocurría era de nuevo un alma sin cuerpo." Se mira las manos y noto la profunda rabia que siente por ser como es.

–Siento no poder ayudarte.

"Quizás sí que puedes. Si me ayudas a descubrir quién soy quizás puedo despegarme de ti por fin, pero tienes que poner de tu parte."

–No quiero volver a hacer daño a nadie.

Suelta un bufido y me observa con sus profundos ojos oscuros.

"Por eso no me caías bien, Alex. Eres débil, te preocupas demasiado sobre lo que puede ser y demasiado poco sobre lo que en verdad es. Creía que habías cambiado, que esto te había enseñado a madurar, pero no dejas de ser una niña que sólo vela por sus propios intereses."

–¡Cállate! – grito, intentando contener las lágrimas –. Te crees que me conoces muy bien, pero no sabes absolutamente nada sobre mí. Te pasas el día observando, sin relacionarte ni dar tu brazo a torcer... ¿así es como piensas ayudar? No eres más que una molestia.

No entiendo por qué hecho a correr hacia la casa, como intentando librarme de él, si soy incapaz de zafarme de ese demonio que desde que llegó a mi vida no hace más que empeorarla.

Al llegar, me encierro en mi habitación y lo ignoro. Él también hace lo mismo.

Cuando abro los ojos el cielo empieza a teñirse con el color de la noche. Me desperezo y ando hacia el baño para observarme en el espejo; debo de haber llorado en sueños, puesto que tengo las mejillas húmedas. Suspiro y lavo lo mejor posible mi cara.

Como una sombra, noto que Yokai me observa fijamente, pero no le hago caso. Salgo de la habitación y empiezo a recorrer los pasos que he dado esa mañana hasta estar de nuevo frente a la puerta de ese sitio que Ariadna considera su despacho. Con los nudillos, toco y espero. Ariadna no parece sorprendida por verme.

–Quiero aprender a controlar mi poder.

Sonríe ampliamente y me deja entrar.

Outsiders (en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora