Capítulo XVI: Cómo vencerlo

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Y eso fue lo que pasó. Diez minutos después, mi tía apareció en nuestro rango de visión y se llevó a Norman al interior de la casa. No hizo falta que dijéramos nada, ambos nos levantamos del escritorio para ir hasta la casa del árbol. Una vez que estuvimos allí dentro, Alex sacó la bolsa del techo y suspiró con alivio al notar que los diarios estaban allí.

—Falta uno, Alex —señalé cuando él dejó los cuadernos en el suelo de la casa.

—¿No eran tres?

—No, eran cuatro, tu padre se los enseñó a mi tía.

—Yo solo agarré tres, Ela... —confesó con tono culposo.

Quería golpearlo. En verdad lo deseaba.

—Más vale que no tuviera información muy importante... —mascullé mientras los abría uno por uno para ver el orden de lectura—. Falta el último.

—Lo siento, en serio, la caja estaba oscura, no lo vi...

—Eso ya no importa, Alex, vamos a tener que trabajar solo con esto —suspiré.

Por supuesto que no podía salirnos bien.

—Cada uno lee por su cuenta —anuncié de malhumor.

Sujeté el primer diario y comencé con la eterna y tortuosa lectura.

Pasamos el resto de la tarde en esa diminuta casa del árbol leyendo. Cada treinta o cuarenta minutos, alguno bajaba en busca de comida, agua o simplemente para ir al baño. Al ser los textos del padre de Alex, la lectura era lenta y tediosa. Norman abundaba en detalles que no eran relevantes o daba su opinión al respecto de situaciones que no nos interesaban. En algunas páginas habíamos encontrado teorías absurdas, claramente de cuando era mucho más joven. No parecía haber nada realmente útil en los cuadernos, no habíamos encontrado nada que el demonio no nos hubiera mostrado ya, o algo que nosotros no hubiéramos descubierto por nuestra cuenta.

—Ela, escucha —me pidió Alex antes de comenzar a leer en voz alta—. «Ludovica hoy se acercó a mí, luego de días sin hablarme, para decirme que el demonio se había acercado a ella, que el chico que había conocido las semanas anteriores era Él. Ella no quiso decirme qué había ocurrido con Él, pero se veía aterrada, preocupada por lo cercanos que habían sido...»

—¿Mi tía lo conoció en persona?

—El relato sigue —anunció mostrándome cuatro páginas de desarrollo—. «Ludo estaba preocupada, al igual que Caleb. El chico iba de un lado a otro con sus hijas, temeroso de que Él decidiera matarlas también...»

—Espera, el periódico decía que mi padre había desaparecido al día siguiente a que mi madre muriera. Además, mi tía siempre nos dijo a Ada y a mí que él nunca se interesó en conocernos. —Comenzaba a creer que mi tía nos había mentido en más de una cosa.

—No era verdad, ahora no me interrumpas y escucha —exigió el castaño—. «Ludo también me había confesado que llevaba semanas tomando pastillas para dormir, era la única forma de librarse de sus tormentos constantes. Me confesó que había ayudado a Caleb a esconderse junto con las bebés, porque su padre creía que él había asesinado a Alexia y quería matarlo. Con sinceridad, no me sorprende la ignorancia de ese ebrio, todos en el pueblo sabían que la muerte de su hija había sido en manos del demonio. Pero él no, y no solo quería matar al chico, el hombre estaba ansioso de deshacerse de una vez de las niñas...»

—No hace falta que te cortes, Alex, ya sabía que mi abuelo no nos quería, desde que supo que mi mamá estaba embarazada que intentó darnos en adopción a cualquier costo, mi tía dijo que un día, antes de que mamá muriera, el hombre nos había llevado al parque y nos había abandonado allí —le narré.

Noche de tormenta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora