CAPÍTULO 6 : SOLO QUIERO HUIR DE TI

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El cielo se ilumina con decenas de relámpagos de la tormenta que descarga toda su furia sobre Ocho Ríos.

Los cristales del enorme ventanal del gimnasio retumban con el ulular del viento. Poso mi mano para notar las vibraciones y el frío tacto del vidrio hace que el vello de mi piel se erice. Cierro los ojos mientras apoyo mi frente buscando que ese mismo frescor pare el bullir de mis pensamientos.

Solo quiero dejar de pensar, solo quiero un poco de tranquilidad, solo quiero recobrar la entereza y recuperar el control.

—Comienzo a sentirme acosado.

He percibido el olor de Thomas antes incluso de escuchar su voz.

Se acabó el segundo de paz mental.

—¡Este día no acabará nunca!

Mi protesta no va dirigida a nadie en particular. Quizás al universo que se empeña en empedrarme el camino, ya de por sí, bastante escarpado.

—Técnicamente el día termino hace veinte minutos —Thomas señala el reloj de la pared del gimnasio que marca más de media noche —.¡Qué casualidad que volvamos a coincidir!

Sigo mirándolo a través del reflejo del cristal. No tengo fuerzas para un tercer asalto con don capullo intenso, pero tampoco pienso quedarme callada.

—¿Acaso crees que estoy tan desesperada por ti, que voy siguiendo todos tus pasos?

Este hombre tiene complejo cometa y se cree que yo soy su estela. Habría que acuñar un nuevo termino para su amor propio; egocéntrico se le queda corto.

—No sería la primera vez que me pasa.

Me giro ofuscada.

—¡Venga ya! ¿Tú te escuchas cuando hablas? ¡Eres un creído!

Como puede derretirme en un momento y al otro enfurecerme con tanta facilidad. Me agota mentalmente.

—Soy realista. Esta es la tercera vez que nos vemos hoy y las dos últimas a solas. Son muchas casualidades.

Se encoge de hombros como si estuviese señalando la obviedad más clara del mundo y fuese normal ser perseguido por admiradoras desquiciadas.

—A veces el destino puede ser muy puñetero, pero te aseguro que formar parte de tu club de fans no es una de mis prioridades.

—Esa excusa es buena, "destino" —dice con retintín en su voz—. Que fácil culpar a fuerzas imaginarias de lo que ocurre en nuestra vida. Cuando en realidad, son nuestras propias decisiones las que marcan nuestro camino.

El aire se estanca en mis pulmones. Tengo la guardia baja y miles de situaciones pasadas se proyectan, al igual que diapositivas, ante mis ojos: la muerte de mi hermano, el ictus de mi padre, mi relación con Carlos, el sufrimiento de mi madre, los montones de cartas de impagos, los embargos... ¿Todas ellas son causa del destino, de la mala suerte o son las decisiones erróneas que hemos tomado en momentos transcendentales?

Si hubiese impedido a mi hermano salir aquella noche, si hubiese dejado a un lado nuestro enfado, hoy estaría aquí. Mi padre no se hubiese aferrado a la bebida y ahora no estaría luchando por aprender de nuevo a comer solo. Mi madre no tendría que enlazar un turno detrás de otro para evitar acabar viviendo bajo un puente. Y Carlos, Carlos nunca habría sido una relación sería, nunca habría tenido la oportunidad de hacerme daño.

No soy la única que se ha abandonado al discurrir del tormento de los errores del pasado. Thomas también lucha contra sus propios demonios. Si sigue apretando tan fuerte la mandíbula, en cualquier momento, reducirá a polvo el esmalte de sus dientes.

Pequeña, mírame  #1 CAPÍTULOS DE MUESTRAWhere stories live. Discover now