Pequeña, mírame #1 CAPÍTULOS DE MUESTRA

PRÓLOGO

La sentí antes de verla bajar de aquel mini bus. La nube de huéspedes, ansiosos por disfrutar de unas merecidas vacaciones, pasaba a su lado como bultos borrosos imposibles de identificar. Pero ella brillaba, resplandecía bajo los rayos de sol que se reflejaban en sus rizos dorados.

—Déjame ver tus ojos —le rogué desde la distancia.

Y cómo imaginé que ocurriría, ella obedeció. Retiró sus gafas de sol y me regaló la visión de esos ojos aguamarina que protagonizaban mis peores pesadillas. Esos mismos que disfrutaban torturándome.

Era un espejismo. Sabía que no era real, que no era ella. 

Aunque como un desdichado perdido en el desierto, calmaría mi sed bebiendo de la fina arena del oasis creado por mi mente perturbada.

Daría igual con tal de volver a sentir algo. Importaría bien poco acabar siendo tragado por arenas movedizas si mi cuerpo despertaba después de diez años dormido. Merecería la pena si volvía a experimentar el deseo y la pasión que solo sentí entre sus brazos.

Pero, esta vez, sería distinto. Esta vez, yo tendría el control. Porque ni ella era ella ni yo era el que fui.

Mismos jugadores, distinto escenario y nuevas reglas impuestas para mi propio beneficio.

Sonreí de medio lado al advertir como su instinto la guiaba hacia mí. Como, con cada paso, reducía los pocos metros que nos separaban. Su cuerpo ya sabía cuál era su destino, su cuerpo sabía que me necesitaba. 

Reconozco que fui cruel. Bebí de esos momentos de desconcierto que cruzaban por su cara, cuando me buscaba aun sin saber qué o a quién perseguía.

Pero ella no me veía. Yo lo quise así. Necesitaba de esos minutos para idear un plan. Tendría que ser rápido. Pues no podría estar, por más tiempo, alejado de ella. No ahora que la había encontrado.

No tardaría en hacerlo. Pero sería bajo mis normas, bajo mi control.

Esta vez, la razón estaría por encima del corazón.

Esta vez, haría las cosas bien.

Entonces, quizás, podría acallar los remordimientos que me atormentaban.