Dulces Sueños (Parte 2)

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Hijo dormía en su cama, pero al contrario de Triple, él tenía una pesadilla. Soñaba que estaba en un lugar que él no conocía. En eso, vio a Coletas parar por allí; no obstante, Coletas tenía una mano rota, usaba un collarín y estaba todo moreteado. Hijo se acercó a él, mas éste, al verlo, se alejó de él, diciendo:

—Aléjate. Eres una amenaza, tramposo. Nuestra amistad se terminó desde ese momento. Traidor, doble cara...

Hijo retrocedió un par de pasos observando incrédulo como Coletas se alejaba de allí, de él. Entonces, apareció Rojita y le encaró propinándole una fuerte bofetada.

—Eres un... un... ¡Malvado! ¿Cómo pudiste?

En eso, Hijo divisó a Flor e intentó acercársele para preguntar qué sucedía; pero ella se alejó de él con el rostro transfigurado por el pavor, como el terror de alguien que tiene frente a sí a un asesino. Hijo logró alcanzarla y la tomó por el brazo. Ella empezó a gritar con histeria y él trató de calmarla diciéndole que le haría daño. Entonces, Coletas hizo acto de presencia nuevamente y con su único brazo funcional sujetó a Flor salvándola del agarre de Hijo. La puso detrás de él y le gritó al que se llamó su amigo alguna vez.

—¡Déjala en paz! No la molestes traidor.

Y Coletas lo empujó con violencia reiteradas veces hasta que Hijo se acercó al borde de un precipicio. Sin evitarlo, cayó...

Hijo se levantó de la cama muy asustado. Respiró hondo para tranquilizarse.

—Fue sólo una pesadilla. Ah, no pasa nada —se dijo con alivio mientras se limpiaba el sudor de su frente y volvía a tumbarse en el colchón, pero esta vez no durmió.

Los dos secuaces de Triple corrían con todo lo que deban a la plaza, mientras discutían.

—Es increíble que hayas dejado al jefe solo —reprochó uno de ellos.

—Ah, no; a mí no me eches la culpa. Tú empezaste con lo de las damas chinas y dijiste que fuéramos a ver el partido.

—Bien pudiste haberme dicho que no y así nos hubiéramos ahorrado el lío en el que estamos.

—Anda, sígueme echando la culpa que al cabo qué.

Los secuaces llegaron a la plaza y se dirigieron a donde sabían habían dejado a Triple. Al verlo, no pudieron evitar reírse de él. La impresión de verlo maquillado fue demasiada para este par de tontos. Ninguno de ellos dejó de reírse hasta que notaron que Triple tenía un chapulín en el estómago.

—Mira lo que tiene el jefe.

—No te apures, yo lo mato.

El secuaz se quitó el zapato y el otro le advirtió:

—No le vayas a pegar al jefe.

—¿Qué me crees?

El secuaz se acercó a Triple cuidadosamente para que el chapulín no se asustara y se fuera. Entonces... golpeó y golpeó a Triple por todos lados sin notar que el chapulín había saltado lejos de allí, por lo que el torpe del secuaz siguió golpeando a Triple, quien obviamente despertó ante la agresión y gritó:

—¡Oye... ¿qué?!... ¿¡Rayos!?... ¡Au, au, au!... Espera... ¡Torpe!

Y se movió y se movió. Tanto se movió que se cayó de la banca donde reposaba, boca abajo. El secuaz se asustó y le dio el zapato a su compañero, quien atinó a esconder la evidencia tras de sí. Recordó algo.

—Espera un momento. El zapato es tuyo.

Le entregó el zapato a su dueño que presuroso se lo puso. Los dos secuaces dieron un par de pasos hacia atrás porque Triple seguía en el suelo, gimiendo de dolor. Un momento más duró así antes de levantarse muy enojado y mirándolos con reproche les gritó:

Sosonia: Un pueblo singular |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora