Capítulo VIII: Precauciones absurdas

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—No quería decir eso, me refería a que es muy tarde para regresar como si nada a casa. Mi padre a esta hora se levanta y se queda despierto por lo menos una hora, siempre —me explicó, a lo que yo no le encontré sentido.

—¿Por qué?

—¿Quién sabe? Cada vez que le pregunto, me dice que no es mi asunto y no me vuelve a hablar por horas —suspiró—. No le digas esto a Dora, pero tiene razón, mi papá y yo somos un poco raros.

—Todo el mundo es raro en su medida —repetí la frase que Ada me había dicho cientos de veces cuando en la escuela se burlaban de mí por mi forma de vestir.

—¡Esa es la frase de Ada! —reveló Dora, detrás de mí— ¿Y ahora qué?, ¿ya nos podemos ir a dormir? —inquirió ansiosa y me abrazó por arriba de los hombros.

—No, primero vamos a buscar alguna manera de mantener al demonio alejado de Ela.

—En eso sí vamos a estar toda la vida, internet tiene demasiadas páginas que hablan sobre demonios y cómo ahuyentarlos —se quejó.

Y yo coincidía totalmente. No había forma de que termináramos rápido con eso.

—Algo tenemos que buscar, no podemos permitir que Ela quede sin protección, por muy absurdo que suene. —Alex volvía a estar irritable.

Frené a Dora con un gesto de la mano antes de que pudiera siquiera pensar en una respuesta. No necesitábamos más discusiones.

—Bien, hagámoslo —se resignó la chica.

Los tres nos volvimos a sentar frente a las mismas computadoras de antes e iniciamos nuestra búsqueda. Al momento en que googleé «Cómo espantar demonios», saltaron cientos de opciones, algunas incluso eran tutoriales de cómo armar un pentagrama para retenerlos allí dentro. No sabía si reírme o espantarme por toda la información que tenía para leer. Solté un suspiro y comencé.

Había varias páginas que mencionaban los peligros de un demonio, los daños que causaban y cómo reconocer a una persona poseída, sin embargo, nada de eso me convencía.

Alex lo había dicho, yo lo había soñado: el demonio siempre tenía los mismos ojos verdes y eso provocaba que fuera improbable que estuviera utilizando el cuerpo de una sola persona por tanto tiempo. De ser así, sería fácil reconocerlo.

—Ok, esto ya es suficiente, ni mi cerebro ni mis ojos pueden continuar —declaré luego de una hora sin parar de leer.

Dora se giró en su asiento enseguida, sin que tuviera que pedírselo, en cambio, Alex permaneció leyendo.

—Yo en serio disfruto leer, Ela, pero en verdad no entiendo cómo él puede continuar —mencionó Dora con sus ojos café clavados en mi amigo.

—Así es Alex, una vez que se le mete algo en la cabeza, se dedica de lleno a eso. Y, en este caso, es encontrar una manera de protegerme —le revelé, también con la vista depositada sobre el susodicho.

—Intenso.

—Dedicado —la corregí enseguida.

No entendía qué era lo que Pandora tenía en contra de Alex, pero comenzaba a irritarme. Él había sido mi amigo de toda la vida, no iba a dejar que lo molestaran así como si nada. Después de Ada, Alex y mi tía era las personas más cercanas a mí. Y ahora que mi tía parecía ignorarme bajo cualquier término, Alex era lo único que me quedaba como familia, porque las gemelas no contaban. Mis primas eran aterradoras y siempre intentaban espantarme. Creo que, si fuera por ellas, yo ya estaría viviendo en la calle.

—Bien, ya creo que terminé —indicó Alex y le dio una última ojeada a la página que tenía abierta—. ¿Qué fue lo que encontraron?

A simple vista, parecía que no había escuchado nuestra conversación, no obstante, sus mejillas coloradas y que no fuera capaz de sostenernos la mirada indicaba todo lo contrario.

Noche de tormenta (completa)Where stories live. Discover now