Capítulo 40

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Mi móvil empezó a sonar. De nuevo.

Desde la mañana había recibido llamadas de mi madre, de Óscar y de mi abuela, pero no tomé ninguna de ellas. No tenía la fuerza ni para ponerme de pie, mucho menos tener que lidiar con ellos. Estaba en cama con la vista perdida, como lo había estado desde que Derek me llevó el día de ayer. Quiso quedarse conmigo, pero preferí que no. Solo quería estar sola por un tiempo. 

Dejó de timbrar y lo siguiente que escuché fue una notificación, un sonido que estaba programado solo para una persona. Me estiré hasta el velador para tomarlo entre los dedos, volvió a recibir la llamada y me lo llevé al oído cuando contesté.

—¿Aló? —Fue la primera palabra que dije después de muchas horas en silencio y llorando, por lo que sonó muy débil.

—¿Monga? —preguntó mi amigo al otro lado de la línea.

—Sí, dime.

—Bianca me dijo que ibas a necesitarme. ¿Estás bien?

No lo estaba, ni un poco. Me quedé en silencio y una lágrima corrió por mi rostro, la cual limpié rápidamente. Tomé una bocanada de aire para evitar que empezaran a salir más. Polo se percató de mi dificultad para responder esa pregunta.

—Monga, ¿qué ocurre? —preguntó con clara preocupación, pero con aquella calma que lo caracterizaba—. ¿Pasó algo con Derek? 

—No... no es eso.

—Está bien. ¿Quieres hablar?

—Aún no, Polo —respondí con la voz pastosa—, es muy pronto.

—Entiendo.

Se creó un silencio que solo fue interrumpido por mi respiración.

—Estoy aquí para ti. Lo sabes, ¿no? Cuenta conmigo.

—Gracias, mongo. Lo sé.

Iba a colgar, pero me detuvo.

—Espera... hay alguien que quiere decirte algo. —Escuché como movía su celular.

—Hola, Ava. 

Sonó una voz infantil que conocía a la perfección y una pequeña sonrisa se hizo lugar por mi rostro.

—Hola, precioso.

Oí cómo mi amigo le susurraba unas cosas a pesar de la distancia. 

—¡Te quiero! —Volvió a sonar la dulce voz de uno de los hermanitos de Polo. Solté una risilla en respuesta.

—Yo también, lindo. 

Nuevamente sentí el cambio y Polo volvió a tomar el celular.

—Uno de los enanos quería saludarte. 

—Son un amor —comenté con el humor en mejor estado, o al menos eso quería demostrar—. Los extraño mucho.

—Por separado, pero si se juntan... una locura completa —confesó con diversión—. Debo llevarlo a su práctica, pero voy a tener siempre el celular conmigo. Cualquier cosa me escribes y voy enseguida ¿sí?

—Sí, mongo —acepté—, gracias. 

Le puso fin a la conversación y dejé el móvil caer entre las sábanas. 

Agradecía tener a Polo como mi amigo. Estaba siempre para mí cuando lo necesitaba y lograba calmarme cuando las cosas se salían de control. Él sabía que mi padre nos dejó, pero no los detalles, no me gustaba contarlos. Lo único que quería era que formaran parte del pasado, pero al parecer la vida tenía otros planes para mí, pues ahora mi cabeza no dejaba de revivir y pensar en aquel hombre que adoraba de pequeña, el mismo que una vez me enseñó a tocar el piano y a no romper las promesas: mi padre.

ALBA © [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora