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—¿Qué pasó con esa sonrisa número cinco? ¿Acaso no era un anciano? —el hombre se burló llevando su diestra hasta su quijada, simulando acomodarla gracias al golpe que Mirko logró acertar, captando su atención al instante cuando ésta observó a (Nombre) en una situación difícil—. Dame todo lo que tengas —exigió en un tono más alto, expresando su sed de pelea en un gesto alocado y casi psicópata, poniéndose de pie e irguiéndose al sentir una energía que recorría su cuerpo poco a poco, volviéndose, de alguna forma, más fuerte que antes. Dejó caer sus hombros y con ellos sus brazos entre sus piernas, que se abrieron en un estilo de montura para mantenerse de pie, su risa y las sensaciones que recorrían su cuerpo le distrajeron completamente, siendo el momento perfecto para la morena de atacar con otra patada, esta vez a su costado, que lo envió varios metros lejos de ella y de (Nombre).

La azabache solo observaba a la distancia el enfrentamiento, notando los altos y bajos de la heroína contra el villano dudando en ayudarle o no, pues parecía tener todo bajo control, pero a la vez no y esos malestares que la invadieron de golpe le impedían moverse con agilidad... sin embargo, algo dentro de ella le decía que debía ayudarle ahora, que a pesar de verle acertar sus golpes le ayudara, pues dentro de aquel hombre una extraña fuerza descomunal estaba a punto de emerger. Dejó el apoyo de sus rodillas para enderezarse y mirar al frente, tambaleándose un poco al experimentar la adrenalina del momento, de enfrentarse con un villano que estaba llevando al borde del cansancio a Mirko y al pensar qué es lo que podía hacer ella siendo apenas una aspirante a héroe y sin experiencia; así como tener dentro de su cabeza el recuerdo de su padre y conocer, al fin, al hombre que acabó con su vida.

Tardó más en dar un paso que notar el ataque de un nuevo enemigo que le tomó desprevenida. Una mano gigante, cubierta con un guante negro que se estiraba de acuerdo al tamaño de la extremidad, se encargó de arrocinarla, o más bien hacerla chocar contra un muro de concreto, que formaba parte de la barda que rodeaba el jardín, destruyéndolo al instante. Al nuevo invitado no le bastó ese golpe, pues la tomó con toda su mano elevándola algunos metros para volverla a llevar al suelo con una gran velocidad aumentando la fuerza del impacto. (Nombre) apenas podía respirar al no encontrar la forma de liberarse del villano, ni siquiera pudo gritar y apenas lograba quejarse por la falta de aire.

El desconocido repitió la acción un par de veces más, hiriendo a (Nombre) por la variedad de golpes que había recibido hasta el momento, pero ella no se dejaría vencer tan fácil. Pese a recibir golpes en todo su cuerpo, la azabache miraba a diferentes lados buscando la forma de liberarse y salir de esa inmovilidad antes de convertirse, completamente, en una carga para Mirko. La albina se percató del ataque sorpresa hacia la menor, pero no pudo hacer nada por ella al ocuparse de Kohaku que no dejaba de atacarla ni darle un respiro, pues su habilidad curativa le daba la capacidad de soportar los golpes que Rumi acertaba.

(Nombre) no tuvo otra opción, con su fuerza, la que aun la mantenía consciente, logró liberar su brazo izquierdo no pensando dos veces en el dolor que pudiera experimentar al no estar curada completamente. Su mano y parte de su antebrazo fueron cubriéndose por un pelaje negro, sus uñas crecieron y cambiaron de aspecto conformando unas garras similares a las de Kohaku, que logró apreciar por un instante, sonriendo de lado y teniendo una nueva presa. A lo lejos, (Nombre) divisó a un hombre robusto con el rostro cubierto, vistiendo de manera casual y dejando al descubierto su cabellera oscura similar a la de ella, sus orbes no eran tan distinguibles al estar resguardados en unas gafas negras, que además brillaban por las luces artificiales del jardín; y justo antes de que su cuerpo volviera a impactar contra el suelo, cortó la tela y la piel del contrario, obligándolo a soltarla y dejarla caer desde una altura de tres metros aproximadamente, de espaldas.

Los quejidos lastimeros de (Nombre) no se hicieron esperar, pues cayó en las piedras sueltas que había, permaneciendo unos segundos recostada—. ¡(Nombre)! —gritó Mirko al verla en el suelo, divisando al otro lado el oponente que se quejaba por el corte en su mano y maldecía por ello, pero eso no fue impedimento para usar la otra y dirigirse nuevamente a la azabache que apenas lograba ponerse de pie. A Mirko le preocupaban dos cosas en ese momento: buscar la forma en derribar al villano de manos grandes y lo que pudiera ocurrir si (Nombre) seguía usando esa habilidad de su don, aunque Sayio no le dejó en claro si ella sabía las consecuencias de usarlo y no estaba segura del resultado... quizá debía confiar en que solo eran sospechas y no algo que realmente pasaría.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora