— ¡Se supone que debes estar muerto!, ¡he vivido estos malditos cinco años en pesadillas!, ¡creyendo que estabas muerto! —Vocifero confundido, contemplando los ojos tristes que le observaban, preguntándose.

— ¡Pues como ves estoy vivo!, ¡esa no es excusa para dejarme!, ¡me prometiste que me cuidarías, y a la primera, te fuiste! —Sollozó, pegando su mejilla al pecho, contradiciendo a sus ordenes.—, ¡te odio! —Mintió susurrante.—, te odio por no buscarme, te odio por irte, te odio, te odio...

— Lo siento, lo siento. —Suplicó, apretando aún más su agarre sobre el menudo cuerpo, queriendo tatuarlo en su piel, si esto fuese otro de sus sueños, rogaba por no despertar.—, no me odies, Jisung, perdóname, por favor...

— No fue justo, no lo fue, te necesitaba, y me abandonaste. —El humano mascullo en un gimoteo lastimero.

— Perdóname...

— Estaba asustado, Minho, y no estabas conmigo para calmarme. —Siguió, su voz tan frágil que arañaba el alma.

— Perdóname...

— Estuve solo en el parto, nadie tomo mi mano, y tenía miedo.

— Perdóname...

— ¿Por qué?, ¿por qué me dejaste? —Su voz fue tan baja, que pensó no haber sido escuchando, mas el sonido triste que salió de la boca del arcángel que lucía destruido, supo que sí.

— ¡Estaba asustado!, yo solo... —Murmuró, reteniendo las lágrimas que querían salir, cohibido, coloco su frente pegada a la otra, rozando sus narices dulcemente.—, en lo único que podía pensar era en que te perdía, y no... Y no pude soportarlo. —Una gota de agua cayó hasta su barbilla, dándose cuenta de que, finalmente, el llanto había ganado la batalla, levantando sus manos, tomó las mejillas de Jisung con ternura temblorosa.—, soy un cobarde, un maldito cobarde que no pudo quedarse a tu lado por miedo, un idiota que pensó que sería mejor alejarse a verte morir, y solo...yo solo... Santo cielo, Jisung, por favor, te lo suplico, p-perdóname, mi amor.

Jisung negó con la cabeza con los ojos cerrados con fuerza, aún con sus pieles acariciándose, y con las palabras retenidas, tan solo sentía necesidad, abrumadora necesidad que le carcomía desde adentro.

— ¿Sabes lo difícil que fue criar a un niño con alas?, ¿sabes lo difícil que fue hacerlo solo?, ¡¿sabes lo difícil que fue todo esto para mí? —Acusó el castaño, jadeando con tortura.

Minho tan solo dejó salir un sonido agonizante, su pecho ardía en llamas, la culpabilidad palpitaba en cada latido de su corazón. Agonía, culpa, abatido. Cada sentimiento reflejándose en su rostro.

Un arcángel como él, no debía mostrar tal aspecto vulnerable a nadie, nunca, por la debilidad que significaba, pero ahí estaba, llorando como un niño, abrazando al amor de su vida, tan indefenso que sus enemigos se reirían de él. Y no le importaba, en ese momento, nada le importaba más que buscar el perdón de aquel humano.

— Lo siento. —Sollozó.—, lo siento...

— Me dañaste...

— ¡No quise hacerlo!, ¡lo juro!, me dio terror perderte, y no, no pude pensar en otra cosa más que evitar verte... morir, y no me puse a pensar que tú, que tu... Vivirías. —Confesó el arcángel, aún con sus manos sobre la piel caliente.—, perdóname, te lo pido. —Rogó en un lamento.

Tal vez fue esa necesitad que palpitaba en su corazón, tal vez tan solo que sus emociones se habían acumulado al punto de no saber controlarlas, realmente no supo responder con precisión al porqué, no lo entendió correctamente, ni siquiera lo terminó de procesar por completo, fue un impulso hacerlo.

el corazón del arcángel ꗃ minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora