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Primeros meses de Jeongin.

Con la espalda sobre la alfombra y mordiendo su puño, se encontraba rodando como una pelota. Me preguntaba qué es lo que pasaba en esa cabecita redonda y con algunos mechones de pelo.

Jeongin solía hacer eso durante las tardes, cuando dejaba de llorar por cualquier cosa, era mi momento favorito, parecía disfrutar de rodar por la alfombra y reír a carcajadas.

Presionando los botones del teclado de la laptop en la que estaba trabajando, le di una mirada más.

— ¿Eso es divertido para ti, Jeongin? —Pregunté observando cómo alejaba su puño y empezaba a hacer pequeñas burbujitas con su saliva, mientras se enderezaba solito. Sonreí con ternura, desde hace algunos días ya podía sentarse solo.

Sus oscuros ojitos redondos me observaron durante unos segundos, hasta que una sonrisita sin dientes me regaló. Gateando o arrastrándose, se empezó a acercar hacia mí. Antes de que llegara, mandé el archivo con el que estaba trabajando y cerré el aparato, tomando una pequeña flor de girasol.

— Gatea más rápido o no te daré esta hermosa flor. —Murmuré con jugueteo, reí en voz baja cuando Jeongin pareció entender lo que decía y avanzó más rápido, sin dejar de mostrarme su preciosa sonrisa infantil.

Cuando llegó a mí, dejé la flor a un lado, y tomé su rechoncho cuerpo entre mis brazos, besando una y otra vez sus mejillas redondas. Era una cosita preciosa. Era mi cosita preciosa. Era mi bebé.

— ¿Quieres ir fuera?, no hay mucho sol, es un buen día. —Antes de levantarme, escuché el bufido que soltó, y recordé.— Uy, disculpe señor bebé, olvidé su flor. —Reí mientras tomaba el girasol y dejaba que sus manitas regordetas la tomaran.

Levantándome dejando un beso en los mechones pelinegros de mi bebé, caminé hacia la puerta de madera de aquella vieja casa que logré conseguir muy apenas. Estaba buscando una casa sin vecinos que estuvieran como moscas, en un lugar tranquilo, sin el ruido de la ciudad, ni de nadie, para mi suerte, un señor mayor había aparecido como por arte de magia vendiendo un pequeño terreno con una casa hermosa a bajo costo, y como era obvio, no dudé en comprarla.

Acariciando la espalda de Jeongin, observé las pequeñas alas translúcidas aún pegadas a su espalda, delgadas líneas similares a las venas las atravesaban, aunque eran sus huesos que apenas crecían, tomé asiento sobre una mecedora de madera que había amado con toda mi alma cuando estaba en cinta.

Dejando salir un suspiro, lo volteé para quedar cara a cara, y mi mirada cayó sobre la flor con la que parecía jugar.

Casi pude sentir cómo mi corazón se detuvo.

Mi respiración se atascó, quedándome paralizado.

No podía ser.

"Las estrellas soltaban un resplandor hermoso y cegador. No necesitaban luz para poder verse el uno al otro.

Recostado sobre el pecho del Arcángel, observe sus manos, la manera en la que acariciaba mi vientre, tan delicado. Su barbilla se dejo caer en mi hombro.

— ¿Te cuento un secreto, Jisung?

Sonreí asintiendo, ladeando la cabeza con lentitud, mis labios rozaron su mejilla, deposité un pequeño beso en esta.

— Nosotros tenemos muchos dones o poderes, cómo quieras llamarle, y uno de ellos, es revivir a las plantas marchitas, pero también podemos matarlas. —Susurró en mi oído, mostrándome una rosa marchita. La observé, curioso.— No es un don muy grande, pero aun así siempre me ha gustado verlas morir y revivir. Era mi pasatiempo favorito de niño.

Su mano cubrió por completo la rosa, lo único que pude ver de aquella transición, fue como su pedúnculo que se encontraba de color café, empezaba a volverse de color verde, un verde fuerte, fue extraño, era como si un pincel estuviera pintándolo.

Cuando el puño del arcángel se abrió, una hermosa rosa roja resplandecía con furor.

Con lentitud, su mano se alzó, y posicionó la rosa sobre mi oreja, sus labios angelicales hicieron un recorrido hacia mi cuello. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

— Este tipo de don, por más pequeño que sea, es tomada como una señal.

— ¿Sobre qué?

— Cuando se presenta en un bebé de uno de los nuestros, puede llegar a ser peligroso, porque significa que nació puro, y los niños puros no saben medir su fuerza y si no hay nadie que le enseñe... Podría matarse a sí mismo y a los de sus alrededor."

Debí de haberle tomado una gran importancia cuando vi el girasol marchito en las manos de mi bebé.

el corazón del arcángel ꗃ minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora