05 ;

4.7K 904 43
                                    

Primeros cinco años de Jeongin.

Aunque no lo admitiera, me sentía agotado. Cada día, la energía de mi cuerpo se iba apagando.

No quise profundizar sobre cuál era la razón, pero incluso mi amigo Hyunjin, sabía que aquel desgaste de energía había iniciado desde que Jeongin había creado aquellos copos de nieve.

Pese a que desde ese día no lo había vuelto a hacer por temor, la extraña marca dentro de mi cuerpo que había dejado no desaparecía. No la podía tocar, no la podía ver, pero sí la podía sentir.

No tenía idea de cómo describir la sensación, o del cómo era, solo sabía que estaba ahí, dentro de mí.

Debilitándome, o matándome, tal vez.

Yo sabía que en algún momento iba a morir, pero planeaba desaparecer cuando Jeongin fuera lo suficientemente independiente para hacer su propia vida, pero incluso así, sabía que nunca dejaría de preocuparme por él.

No podía morir ahora. No debía. Por Jeongin, por...

— ¡Papá!, ¡quiedo volar!.

Mi mirada bajó del cielo, observando a mi hijo, quién con un puchero triste, agitaba sus alas tricolor.

Blancas, doradas, y azules.

Una extraña combinación que no había visto nunca en ningún otro ángel, u arcángel. Solo esperaba que no fuese nada malo. Aunque si las analizaba con profundidad, lo más probable era que en unos cuantos meses, las plumas doradas y blancas cayesen, y las plumas color añil reinasen.

No sabía como sentirme respecto a eso, aquel color había sido lo único que había visto por ultima vez de aquel arcángel que le regaló lo más preciado que tenía ahora.

— Enséñame a volar muy alto, Isung. Quiero volar como las águilas. —Refunfuñó abrazando mi pierna, fingiendo sollozos tristes.— Ellas se ríen de mi porque nunca las alcanzo. —Confesó, sacando su lengua a una enorme águila que se dejo caer en una rama de uno de los frondoso árboles que nos cubrían.

Habían pasado tres años desde que descubrí que Jeongin podía hablar con animales, y aún no me acostumbraba a ello.

— Es peligroso, cariño, yo no tengo alas como tú para sostenerte. —Susurré con pesar. Me dolía ver la añoranza en los ojos de mi niño cada vez que miraba a las aves volar sobre nuestras cabezas, e inconscientemente, movía sus alas con anhelo. Lo más que le había enseñado, era elevarse unas centímetros sobre el suelo, dónde podría sostenerlo si caía.

Si por mí fuera, le habría enseñado desde hace tiempo como volar con una altura elevada, pero temía que si lo hacía, Jeongin podría caer y yo no podría sostenerlo desde los cielos.

— ¿Por qué tengo alas y tu no? —Preguntó cerrando los ojos, concentrándose en mover sus alas y elevarse hasta mi altura. Tome sus manos antes de que ascendiera más.

— Porque tu otro papá tiene alas que has heredado, cariño. —Sonreí con tristeza, rara vez solíamos hablar sobre aquel arcángel, y cuando lo hacíamos, Jeongin no preguntaba mucho, parecía notar el dolor que sentía y lo entendía.

— ¿Entonces por qué no está aquí con nosotros?. —Puchereó, sus manos tratando de sacarse de las mías. Queriendo volar, alto, muy alto. Un instinto de todo aquel ser que tuviera alas desde nacimiento. Y que por mi miedo, le estaba negando.

— Deja de querer que te suelte, Jeongin, es peligro volar muy alto, ya te lo he dicho. —Regañé con suavidad, soltando sus manos y tomándolo de su espalda para bajarlo.

— ¡Isung!, ¡Quiedo volar! —Lloriqueó, sacudiendo sus manos para que lo soltase.

Abrazándolo por la rechoncha cintura utilicé toda mi fuerza que tenía para bajarlo al piso, cuando Jeongin se ponía terco, los nervios me llenaban y el miedo de que lograse safarse e irse me carcomía.

— Vamos Jeongin, haré chocolate y pan, en otro momento practicaremos. —Traté de persuadir, mi corazón dolía, ¿como negarle el instinto de volar a un ángel?. Me sentía un monstruo.

Miedo. Cuanto odiaba el jodido miedo.

Las manitas de Jeongin cayeron a mi pecho, las sentí calientes, mas no le tomé importancia, cuando logré que bajara unos centímetros y pensando que Jeongin había entendido, entonces lo sentí.

Aquella marca dentro de mi, palpitante, ardiendo.

Mas específicamente, mi pecho ardiendo. Inevitablemente grité de dolor, mis ojos se llenaron de lágrimas al instante, el sufrimiento no me dejaba pensar con claridad y solté a mi niño.

— ¡AHH! —Volví a gritar, el pecho me quemaba, me ardía. El dolor era enorme para mi sistema, para mi cuerpo y bajé la mirada, fuego azul se cernía a mi ropa, haciéndome sufrir. Me estaba quemando.

— ¿Papi?, ¡Isung!, ¡no quise haced eso!, ¡papá!. —Los sollozos de mi hijo me lastimaban aun mas.

No podía pensar con claridad. El sentimiento era similar al hielo que me había hecho desmayar, pero había algo diferente. Aún así, el dolor era el mismo, solo que más potente.

Fue ahí, tirado sobre el pasto con mi hijo llorando, y el dolor recorriendo cada una de mis células, con aquella marca de igual forma, ardiendo sin piedad, que entendí que un humano inservible como yo no podía ser capaz de cuidar de un niño como Jeongin, un niño que tenía sangre angelical y que era descendencia de un poderoso arcángel de hermosas alas color añil.

Me juré a mí mismo, mientras una vez más, la inconsciencia llegaba, que si despertaba de este monstruoso dolor, lo buscaría costara lo que costara y lo encontraría, dejando de lado mi corazón roto y sentimientos dañados.

Me lo prometí, sintiendo las manos de mi hijo acariciando mi cabello, y entonces dormí.

el corazón del arcángel ꗃ minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora