Estuvo a punto de alejar a Elisa cuando ella se encaramó más a él, enroscó de nuevo sus brazos al cuello del ángel y siguió ahondando en el beso. Caliel sintió como si miles de estrellas se posaran en sus labios y desde allí un calor completamente desconocido fue bajando a todo su cuerpo. La sensación era tan hermosa e intensa que decidió que no quería alejarse de allí y por el contrario, empezó a imitar los movimientos que Elisa hacía. Solo unos minutos después, Caliel pudo experimentar por primera vez distintas sensaciones a lo largo de todo su cuerpo. Ya no se trataba de su piel fría y tersa como un cristal, sino que se había vuelto suave y cálida como la de un ser humano, la mano de Elisa lo hacía sentir algo en cada lugar donde se posaba.

La chica se fue alejando poco a poco y entonces una sonrisa llena de luz volvió a decorar sus labios.

—¿Qué sucede? —le preguntó—. ¿Te has olvidado de esto también? —inquirió.

—¿Ya habíamos hecho esto antes? —cuestionó Caliel que aún no lograba superar el mar de sensaciones que ondeaba a lo largo de todo su cuerpo.

—Sí, varias veces. Dijiste que era lo mejor que te había sucedido alguna vez y que no querías dejar de hacerlo nunca. Es feo que no lo recuerdes, Caliel. La primera vez que lo hicimos dijiste que podías sentir como un humano —bufó Elisa como si estuviera enfadada.

—Es que... puedo sentir como uno —dijo Caliel ahora observándose las manos—. Cuando te toco, ¿me sientes como si fuera una persona cualquiera? —preguntó colocando sus dos manos en los brazos de la chica.

—No... nunca podría sentirte como si fueras una persona cualquiera. Cuando me tocas... haces que sienta cosas completamente nuevas, intensas... demasiado fuertes —dijo ella estremeciéndose—. Ya habíamos hablado de eso también —añadió.

—¿Te molestaría recordármelo? —preguntó Caliel

—La primera vez que nos tomamos de la mano, una especie de calor recorrió todo mi ser. Es como si me llenara de una luz. Cada vez que me tocas lo siento así —explicó la muchacha—. No sé si es porque eres un ángel o porque... eres especial para mí, el caso es que nunca lo había sentido con alguien.

—¿Y yo? ¿Te hablé antes de lo que siento? —preguntó y Elisa frunció el entrecejo consternada.

¿Por qué se estaba mostrando tan extraño?

—Sí, dijiste que todo era nuevo pero que por fin podías sentir el calor de mi piel, el sabor de mis besos, la textura de mis cabellos —dijo Elisa dándose vuelta y quedando de espaldas.

—¿Estamos en un sueño, Elisa? —preguntó Caliel perdiendo ya la noción de la realidad.

—Sí... y hemos estado en esta clase de sueños ya varias veces, Caliel —añadió la chica—, pero tú siempre lo recordabas todo.

—Lo siento —se disculpó el ángel—. Me gusta... cómo se siente todo —afirmó.

—A mí me gusta besarte —dijo Elisa volteandose y acercándose de nuevo—. ¿Podemos dejar de hablar? En un rato tendré que despertar —añadió.

Aquello le pareció más extraño a Caliel. La chica sabía que estaba soñando, tenía plena consciencia de ello y eso era muy raro. No pudo pensar más porque Elisa volvió a acercarse y a besarlo y esta vez él quiso seguir con eso.

El calor que emanaba los labios de Elisa, más la sensación de humedad del interior de su boca lo hicieron desear que aquello nunca acabara. Era algo que lo hacía sentir tan pleno como cuando estaba en el cielo. Sus manos se recorrieron mutuamente expandiendo ese calor a lo largo de todo su ser y Caliel fue consciente de un pequeño y rítmico repiqueteo que parecía un pequeño tambor sonando a toda velocidad en su pecho, pero, ¿cómo podría estar sucediendo eso si él no tenía un corazón? Al menos no como el de los humanos.

Sueños de CristalWhere stories live. Discover now