01 ♣️ Esa noche en el club

67.8K 5.6K 4.9K
                                    


KAAN.

Beber en un operativo es mínimo digno de una sanción, pero no importa, prefiero ahogar los recuerdos de lo que acabo de hacer antes de llegar al club. Intento convencerme de que esa persona no fui yo, no haría eso y no lo dejaría hacerlo.

El alcohol empieza a hacer efecto, se me nubla la vista aunque sigo consciente de mis acciones, lastimosamente. Las luces iluminan la pista de baile sin interrumpir la oscuridad que hay en la gente, cada individuo que disfruta esta noche está aquí por una razón especifica la cual no es precisamente ser la buena persona del año.

El fuerte sonido de la música rebota en mi caja torácica, dudo en si subir o no a la siguiente zona, sé qué me encontraré allí, por lo que solo le doy un último sorbo a mi whisky en silencio. Al escudriñar los alrededores no encuentro rastro alguno de mi mejor amiga, Hera me ha dejado por mi cuenta otra vez.

Siento ojos posarse sobre mí, elevar mi vista al sector VIP del tercer piso hace que haga contacto visual con él. Recostado en la baranda, Ezra enciende un cigarrillo apenas notarme, el largo movimiento de su mano hasta su boca, la manera en la que se relame sus rosáceos labios y lleva sus dedos a estos con una lentitud agobiadora me provoca respirar con dificultad hasta que introduce la punta del papel dentro.

Lleva una camisa entreabierta mostrando parte de su torso, el violeta oscuro le sienta tan bien que el universo se lo ha puesto por naturaleza en los ojos. Esboza una sonrisa juguetona al darse cuenta que posee toda mi atención, hace una seña con su dedo índice y medio para que suba junto a él, la tensión entre nosotros desde el último encuentro es palpable.

Es curioso cómo llegar a donde está tardaría al menos cinco minutos, más si el jefe lo ordena, es cuestión de segundos para que tenga a quien desee allí. Un poco de sangre seca sigue adornando la comisura de sus labios, el cabello rojo le cae en la cara, nos dirigimos a un sector no concurrido.

Me deja apreciar sus pupilas dilatadas, al parecer no fui el único que ocupó un trago para afrontarnos, quizás incluso más que eso.

—Pensé que no vendrías perrito, tuviste valor.

—¿Me estaba esperando, señor?

—Por supuesto que lo estaba esperando, Kaan —suspira— es lo que se hace cuando tienes un nuevo sirviente, esperar para probar sus habilidades. —lo dice con tanta seguridad que me repugna.

—Ezra —pongo los ojos en blanco—. sabes bien que no soy uno de tus hombres, no puedes comprarme ni siquiera con todo tu sucio dinero.

—Que un policía asuma que mi dinero es sucio puede ser perjudicial, —chasquea la lengua—. no te recomiendo repetirlo si quieres vivir una buena vida.

—¿Amenazándome? —arqueo una ceja—. ¿Debo temblar?

Pone ambas manos tras su espalda, sus pasos son largos hasta llegar frente mío, me han enseñado que los ojos son las ventanas del alma, aunque ver los suyos es un viaje, una introspección que refleja violencia. La misma que utiliza para clavar sus dedos en mi barbilla levantado mi cabeza a su alcance.

—¿Quieres que te haga temblar? —se relame los labios—. pídelo.

—Suéltame o te corto las manos.

—¿No tienes alguna actividad mejor en lugar de confrontarme? Es peligroso, si quieres fingir ser honrado basta con que presumas tu placa a quién te encuentres.

—Lo estereotipos que tiene sobre mí van a enterrarlo, señor —refunfuño— además, ¿Hablar de honra? ¿Sabes quién eres?

—Ten cuidado con lo que digas. —espeta perdiendo toda diversión en su tono.

—¿O qué?

Utiliza su agarre para arrastrarme a la pared más cercana pegando mi cuerpo contra ella con toda su fuerza, sé que no puedo atacarlo mientras esté en servicio, en la ciudad no hay impunidad y menos si nos estamos refiriendo a los Galanterie. Su toque me duele, pero tanto como ha de arder su orgullo al verme sonreírle sin una pizca de miedo, puede que refleje caos puro sin embargo, si cree que soy incapaz de sostenerle la mirada está bastante equivocado, no es un monstruo.

Aprovecho que me deja una mano libre para ir al compartimento trasero de mi cinturón, donde guardo el arma que ya estaba sin seguro desde que entré. No dudo en colocársela en el cuello con dirección a la coronilla, él aprieta la mandíbula, sus dientes rechinan tan fuerte que logro oírlo y eso no hará que quite la presión. Somos solo nosotros en este pasillo oscuro, vacío, sin supervisión alguna de sus trabajadores.

Echando un vistazo al panorama, noto una puerta abierta, es la última habitación antes de llegar al balcón, siento sus manos recorrer la parte superior de mi torso por lo que pongo mi dedo en el gatillo al no tener mucha movilidad.

¿Hasta dónde puede extenderse la defensa propia? Necesito pruebas si quiero realizar un movimiento.

Levanto una pierna tratando de tener espacio, es necesario para golpearlo con la empuñadura de la pistola, su agarre cesa y vuelvo a respirar. Por el ángulo, el golpe le dio en la cara, unas gotas de sangre ruedan de su nariz a el principio de su traje, la sonrisa torcida me alerta de que he tomado una mala decisión, debo huir así no haya salidas disponibles.

Es superior físicamente, apenas bajo la guardia no le cuesta arrebatarme la pistola provocando que caiga al suelo y se le escape una bala que va a parar al un jarrón en la entrada al balcón. El clima nublado quita visibilidad, consideraría esta experiencia como una escena de terror si no fuera porque he tratado con este tipo de personas desde que tengo memoria.

Toma el cuello de mi uniforme para levantarme en el aire, agarro sus mangas atrayéndolo hacia mí, siento su respiración agitada hacerle cosquillas a mi piel y sus ojos bajan a mi boca, cierro los ojos esperando el impacto de la pared de vuelta, mi cabeza choca esta, pero rebota lo que me deja pegado a sus labios.

El sabor metálico de la sangre no me impide dejarme llevar, la tensión que traemos es grande, la mente me va explotar si no le correspondo el beso, con desconfianza dejo que tome el control por un instante, nunca había hecho esto antes. Siento el veneno que representa su sangre en mi lengua mientras que mordisquea mis labios, ahogo un suspiro.

Pongo mis piernas alrededor de su cadera, sujeta mi cintura, aun tambaleándose nos lleva a la única habitación abierta, chocar con la cama lo lleva a caer encima del colchón sin nada a sujetarse. Se quita los anillos con rapidez, uno por uno, sigo sus movimientos atontado por la delicadeza con la que se mueve. Va desprendiendo los botones arriba a abajo, ni siquiera se molesta en mirarme, su confianza suele molestarme, por fortuna esta noche no.

—¿Algo para decir, oficial? —sonríe— ¿Te comió la lengua el gato?

Si lucir bien fuera un delito, Ezra Galanterie tendría cadena perpetua. Bueno, que sea eso o no un crimen, la tiene por sus demás fechorías.

—¿Me tienes ganas? Pudimos ahorrarnos tiempo, saltar los juegos si lo decías antes.

Con el torso descubierto sus tatuajes salen a relucir, lleva una serpiente mordiendo un diamante en tinta roja, al estirar el brazo me ofrece adentrarme, si lo tomo será aceptar, el cuerpo se me tensa. Un largo suspiro me quita el aire, niego ante su anterior pregunta.

—Todo lo que te haga es con fines de investigación, no te ilusiones.

—Espero que valga la pena, lo hará si lo haces tan bien como fastidias, incluso con la mitad.

Un grito lo interrumpe, en específico el «¡Policía, abran la puerta!».

Me deleito con la confusión en su rostro aún conmigo sentado encima, no puedo evitar que una risita se me escape. Puede que esta jugada me cueste caro, pero será peor para él.

Una orden de allanamiento, un par de detectives privados, forenses con sospechas graves y ¡Boom! Lo tenemos.

No, yo lo tengo.

As bajo la manga | RESUBIENDOWhere stories live. Discover now